Políticas "sociales" que castigan a los pobres

Divorcio exprés: la creación de una nueva desigualdad social

Si siguen aumentando las tasas de divorcio en España, el matrimonio acabará por ser una cosa de ricos. En países con niveles de divorcio más elevados que el nuestro, como Holanda y Estados Unidos, ya se observa con claridad que se divorcian más los matrimonios de clase baja que los de clase alta. La calidad del matrimonio también es menor entre quienes tienen menos recursos: en sociedades donde se ha destrozado culturalmente el matrimonio se necesitan muchos más recursos y condiciones para que éste prospere.

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ANNA GARRIGA
 
Zapatero se ha pasado toda la campaña electoral recordándonos cuántas políticas sociales ha hecho para los españoles. Ha querido poner en el centro de la agenda la llamada “cuestión social” y la “igualdad”. De hecho, terminó el primer debate con la frase: “No puedo prometer que todas las personas tengan éxito en su vida, pero sí me puedo comprometer a trabajar para que todas las personas tengan las mismas oportunidades para tener éxito”. Por eso no deja de ser curioso que no haya analizado, ni antes de aplicar la ley ni con posterioridad, las consecuencias sociales de sus leyes, en concreto la Ley del Divorcio Exprés. Tampoco deja de sorprender que la oposición tampoco lo haya hecho. Por lo tanto vamos a intentar evaluar las consecuencias sociales de la mencionada ley, utilizando los resultados de las principales investigaciones científicas internacionales sobre dicha temática y los datos de que disponemos hasta ahora.
 
En primer lugar, como es sabido, la ley del divorcio ha provocado un aumento espectacular del número de divorcios, un 169% entre 2004 y 2006, mientras que el número de separaciones tan sólo se ha reducido en un 82%. El número de nuevas rupturas matrimoniales (divorcio y separación) es de 113.080 en 2006, mientras que en 2004 no se superaban las 82.340 rupturas -esto sin tener en cuenta a aquellos que ya estaban separados y que, con la nueva ley, se han divorciado (Fuente: Instituto Nacional de Estadística)-. En términos comparados, si antes de la ley, en 2004, estábamos, junto con Italia, entre los países de Europa con unas tasas de divorcio más bajas, actualmente estamos entre los países que ostentan las tasas más elevadas, como Francia o Inglaterra.
 
A pesar de estos datos, uno podría seguir diciendo que este cambio social se habría producido igual sin la ley. Durante los años 70, en Estados Unidos, diferentes Estados adoptaron leyes sobre el divorcio parecidas a la española. Leora Friedberg, (1998) analizando con modelos estadísticos y econométricos el efecto de dichos cambios legislativos en el incremento de la tasa de divorcio en EEUU, concluye que el 17% del incremento de la tasa de divorcio que se ha producido en las últimas tres décadas es debido a la adopción de leyes del estilo de la del divorcio exprés.
 
En segundo lugar, el incremento del número de divorcios no es importante solamente por sí mismo, sino debido a las transformaciones sociales que implica. Las diferentes investigaciones internacionales nos demuestran que cuando en una sociedad el número de divorcios es bajo, se divorcian principalmente aquellos que tienen más recursos económicos y mayor nivel educativo. Es decir, aquellos que pueden hacer frente de forma más holgada a las consecuencias sociales y económicas de la separación. En cambio, cuando el porcentaje de divorcio es muy elevado, sucede todo lo contrario (Goode, 1993; Hänkönen & Dronkers, 2007).
 
El matrimonio, cosa de ricos
 
Debido al gran cambio cultural que se está produciendo en España, y al que la Ley del Divorcio ha contribuido, se están empezando a divorciar personas de todas las clases sociales (Solsona, Houle& Simó, 2000). Esto conlleva que se divorcien más personas con menos recursos económicos y educativos, y que por lo tanto muchas de ellas se vean abocadas, tanto hombres y mujeres, a la pobreza o a unas condiciones económicas bastante difíciles (Flaquer & Garriga, 2007). Ya que, cuando lo poco que hay en una familia se tiene que repartir entre dos casas, al final se queda en casi nada. Y no sólo eso, sino que, como ya demostró Coleman (1988), una familia que permanece casada tiene más probabilidades de ascender socialmente que una que se divorcia.
 
En tercer lugar, muchos podrían decir, y es lo que diría el señor Zapatero, que este problema se puede solucionar con políticas sociales de ayuda a las “familias monoparentales”. Es decir, atacar a las consecuencias del problema y no a sus causas. Sin entrar a demostrar que este parche no lo soluciona todo, como se está empezando a ver con claridad en los países escandinavos, otra de las consecuencias de la Ley del 2005 y del cambio cultural que vivimos, y que impulsa el PSOE, es que, si siguen aumentando las tasas de divorcio, el matrimonio acabará por ser una cosa de ricos.
 
En países con niveles de divorcio más elevados que el nuestro, como Holanda y Estados Unidos, ya se observa con claridad que se divorcian más los matrimonios de clase baja que los de clase alta, y no sólo esto, sino que la calidad del matrimonio entre aquellos que siguen casados también es menor entre los que tienen menos recursos (Amato & otros, 2007; Graaf & Kalmijn, 2006). Es decir, en sociedades donde se ha destrozado culturalmente el matrimonio se necesitan muchos más recursos y condiciones para que éste prospere.
 
Por lo tanto, si seguimos la tendencia marcada por la Ley del Divorcio Exprés, se generará más pobreza –especialmente entre los más pobres-, y el matrimonio y los efectos sociales beneficiosos de una relación pasarán a ser cosa de ricos. En otras palabras, y curiosamente, el modelo propagandístico “social” e “igualitario” de Zapatero encubre unos hechos que llevan la evidencia contraria: el PSOE -antes socialdemócrata- contribuye con sus políticas a la “desigualdad” social.
Podemos seguir sin evaluar las consecuencias sociales de nuestras leyes, que es como mantenernos inconscientes de las consecuencias de nuestros actos. Pero convendría que, tal y como ya han hecho en muchos estados americanos, todo gobierno que tenga una mínima preocupación por las cuestiones sociales y por la igualdad -ya no sólo por cuestiones morales- vaya pensando en cambiar esta ley y dedicarse a promover cultural y políticamente el valor del matrimonio y de la familia. Lo mismo digo para el PP.

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