«Demos gracias a nuestras madres y a nuestras abuelas que nos han enseñado a defender el Bien, la Verdad y la Belleza: los trascendentes del ser», decía Santiago Abascal en la madrileña plaza de Colón.
Recordemos que Oclocracia es el gobierno no del pueblo sino de la plebe, de ese lumpen del que dice abominar Iglesias mientras lo arrulla e implora su voto.
Unos energúmenos, miembros del cuerpo profesoral de la universidad de Oxford, han reclamado que, en los estudios musicales, se retire o se reduzca considerablemente la presencia de la música clásica, acusada de «complicidad con la supremacía blanca».