Nunca es tarde si la dicha es buena

Los ecologistas que apoyaron a ZP reconocen su error: ¡Desaladoras no, gracias!

Obsesionado por hacer todo lo contrario de lo que hacía el PP, el Gobierno de Zapatero canceló hace tres años el trasvase de agua del Ebro a las cuencas del Júcar y del Segura. La organización ecologista Adena le aplaudió entonces. Zapatero propuso sembrar las costas españolas de desaladoras. Ahora, los ecologistas de WWF/Adena le salen al paso: ¡Desaladoras, no! ¿Por qué? Pues porque han descubierto que contaminan mucho, matan la fauna marina y, encima, no solucionan la sed de uno de los países más secos de Europa. Y son caras. Gracias por abrirnos los ojos. De sabios es rectificar.

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CARLOS SALAS

Un informe reciente de WWF/Adena (http://www.wwf.es) afirmaba que las desaladoras son contaminantes, y que el Gobierno de Zapatero comete un error al llenar el país de estos armatostes. Adena denuncia la “frenética construcción” de estas moles de metal y asegura que desalinizar el mar “es una forma cara y de gran coste energético para conseguir agua”. El director del programa mundial para el agua dulce, Jamie Pittock, afirma que la desalinización produce gases de efecto invernadero y la contaminación de las costas.  

El aviso llega un poco tarde. Porque resulta que Adena apoyó al Gobierno de Zapatero en 2004 cuando se suprimió el trasvase y así lo recuerda hoy en su página web  Guido Schmidt, responsable del programa de Aguas de la organización ecologista. “La desalinización masiva del programa AGUA, promovido por el Ministerio de Medio Ambiente, se presentó en 2004 como la alternativa a la derogación del trasvase del Ebro, y por ello contó con el apoyo de WWF/Adena. Pero los últimos años hemos comprobado que sin una ordenación territorial sostenible cualquier política de agua con el objeto de proveer agua de forma ilimitada es inviable. Estamos trasladando el problema del agua al aire, al mar y al litoral”.

El problema es que la propuesta de Adena consiste en racionalizar el uso de gua ahorrando por aquí y por allá, casi gota a gota, algo insuficiente para un país que es semidesértico. Y la solución del Gobierno socialista no deja de ser paradójica: dejar que se pierda agua dulce en el mar, tomarla por unos tubos, llevarla a tierra, y devolverla al mar aún más salada.   

Hagamos memoria

Y ahora hagamos memoria. Fue hace dos meses. Las lluvias torrenciales hicieron rebosar muchos ríos de la mitad norte de España y Protección Civil envió una señal de alerta a varias comunidades. El Ebro pasó por Zaragoza con una fuerza inaudita de más de dos mil metros cúbicos de agua por segundo. En Navarra, muchos pueblos amanecieron inundados el Jueves Santo. Y en Tarragona, donde desemboca el río más caudaloso de España, se veía pasar la mayor cantidad de agua nunca vista en décadas.  

Mientras tanto, el sur de España seguía con problemas de sequía, una sequía que empezó en 2005 (algunos dicen que mucho antes) y que está dejando secas comarcas enteras. La ministra de Medio Ambiente Cristina Narbona, no parece conocer la diferencia entre seco y mojado (que es como el “on” y el “off” en la informática) pues acaba de decir que la sequía “puede darse por superada”.

Inmediatamente, el director del Agua del mismo Ministerio, Jaime Palop, afirmó que de eso nada, que este país seguía siendo un desierto y que este verano habrá varias restricciones. ¿Qué habría pasado si el Gobierno socialista hubiera seguido con las obras del trasvase de aguas del Ebro a las cuencas secas? 

En primer lugar, que se habría empezado a regar esas cuencas con agua “sobrante”, especialmente este año, en el que las fuertes lluvias en el norte han acabado su  recorrido en el Mediterráneo, sin más fin que mezclar el agua dulce con agua salada. El Gobierno piensa que es mejor construir 22 desaladoras que dejar que el agua del Ebro sea desviada pocos kilómetros antes de la costa, para ir directamente a otros usos agrícolas. Para los mismos ingenieros que construyen desaladoras, la supresión del  proyecto del trasvase del Ebro ha sido un inmenso error. Es mucho más natural el trasvase del Ebro que cualquier desaladora. La solución para muchos de ellos consistía en seguir construyendo el trasvase, y reforzar algunos puntos de la costa con ciertas desaladoras.

Además, las desaladoras tienen un problema muy serio: necesitan consumir mucha energía para chupar agua de mar, y para convertirla mediante un proceso osmótico en agua dulce. Encima, parte de esa agua vuelve al mar en forma de salmuera, es decir, agua con alto contenido de sal. Está comprobado que la salmuera, une vez vertida en el mar, aniquila a la fauna marina en un radio bastante amplio.

La primera desaladora se construyó en España en tiempos de Franco. El sitio elegido fue Canarias. La razón: lluvias escasas, ausencia de ríos, pero un inmenso mar del que extraer esa materia. De modo que sigue funcionando esa desaladora que surte de agua a los habitantes de las islas. El invento sin duda es uno de los más beneficiosos para los climas secos o desérticos… siempre que no se cuente con otros recursos. 

El caso de la península es diferente: el norte es húmedo y el sur es árido. Solución: traer el agua sobrante del norte para regar las cuencas del sur, un proyecto que ya se empezó a gestar en España hace más de ochenta años. Sin embargo, el proyecto fue politizado desde el principio. Los partidos locales aragoneses, con el PSOE a la cabeza, se oponían porque “quieren quitarnos nuestro río”. Los aragoneses se echaron a la calle una multitud de manifestaciones para impedir que les quitaran lo que era suyo. Sucede que no estaban muy bien informados porque el trasvase no quitaba agua a nadie, ni enchufaba las tuberías en Zaragoza, sino que lo hacía a pocos metros de la costa brava, es decir, antes de que el río muriera en el mar.

Ahora, el río más caudaloso de España echa diariamente al Mediterráneo miles de metros cúbicos de agua dulce, para honor y gloria de Neptuno.

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