¿Para cuándo el ajuste de cuentas con Carrillo?

Van a por los Franco

El Congreso de los Diputados acaba de aprobar una propuesta no de ley para que el gobierno recupere el patrimonio que Francisco Franco reunió durante su vida y que se halla en posesión de su familia revirtiéndolo al Estado. La iniciativa partió de los partidos minoritarios –Izquierda Unida e Iniciativa per Catalunya– pero contó con el respaldo de los socialistas y otros grupos parlamentarios, que aseguraron la mayoría que le ha permitido prosperar. La polémica actual ha sido alimentada por la controversia acerca del Pazo de Meirás, suscitada por la Xunta de Galicia, gobernada por el Bloque Nacionalista Gallego.

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RODOLFO VARGAS RUBIO
 
De un tiempo a esta parte, se ha venido produciendo una campaña mediática de desprestigio y de denigración contra todo lo que se refiere al anterior Jefe del Estado y que ha pretendido salpicar incluso al príncipe Luis de Borbón, duque de Anjou y titular de los derechos dinásticos de la monarquía tradicional francesa, en su calidad de bisnieto del Caudillo. Por supuesto no es casualidad que dicha campaña se dé en el marco de una más amplia ofensiva llevada a cabo desde el zapaterismo dominante, el cual, a falta de ocuparse eficazmente de lo que se tiene que ocupar un gobierno como Dios manda (a saber: velar por el bien común), se ha venido dedicando a distraer la atención pública de los auténticos problemas que acucian a España (la vivienda inaccesible, el trabajo precario, el mileurismo, los sueldos con cada vez menos poder adquisitivo, la alta tasa de fracaso escolar, la violencia en las aulas, la inseguridad ciudadana, la alarma social frente a la práctica impunidad de los delincuentes, la amenaza terrorista, la inmigración ilegal y un largo etcétera) mediante la resurrección de fantasmas del pasado. Es lo que se ha dado en llamar eufemísticamente “recuperación de la memoria histórica”.
 
Murió en la cama
 
Después de que en 1975 muriera Franco (por cierto en la cama, cosa que no le perdonan sus enemigos), en España se llegó a un consenso, que, si no fue el más perfecto y deseable, fue, al menos, el mejor posible que permitieron las delicadas circunstancias de lo que se ha llamado “la Transición”. Era inevitable una confrontación entre los partidarios del régimen que acababa de finar y los perdedores de la Guerra de 1936-1939, que veían la ocasión de tomarse la revancha. Sin embargo, prevaleció el buen sentido y se enterraron las hachas de guerra a cambio de callarse agravios de una y otra parte y dejar que los muertos enterraran a sus muertos. Ello posibilitó la pacífica evolución desde un régimen de gobierno personal (que no voy a llamar dictadura debido a la connotación negativa que ha adquirido en el debate contemporáneo con desprecio de la tradición de la filosofía política) a nuestra actual monarquía parlamentaria constitucional.
 
Los principales beneficiarios de este consenso del que hablamos fueron el Rey y los comunistas: el Rey porque se dio por hecho que la forma monárquica del Estado se hallaba fuera de discusión y no era negociable (en lo que se cumplió plenamente la voluntad de Franco) y los comunistas porque, constituyendo un partido prohibido, se les legalizó y permitió que participaran en la vida política española, con olvido de cuanto perpetraron durante los años trágicos de nuestra contienda. En cuanto a los Franco, se ha llegado a decir que estaban a punto de partir para el exilio por temor a complicaciones judiciales y represalias políticas y que sólo les tranquilizaron las seguridades recibidas del Rey, que salió garante por ellos, con lo cual también habrían resultado beneficiados del consenso de la Transición. Por supuesto es algo que hay que demostrar, pero no tendría nada de particular y hablaría mucho de la hombría de bien de un monarca, agradecido a la memoria de su principal benefactor, merced al cual se sienta hoy en el trono de España.
 
Ahora, al cabo de más de tres décadas, se pone en la picota a esta familia que no ha vuelto a tener ningún protagonismo relevante en la vida pública española (a no ser que consideremos dignas de mención las apariciones de Carmen Martínez-Bordíu en las páginas de la prensa rosa o la participación de un ex cuñado suyo en programas de televisión en los que medra a costa de injuriar a su antigua parentela, gracias a la cual fue precisamente como alcanzó notoriedad). Los Franco tampoco son lo que se podría decir unos magnates: tienen un patrimonio discreto y, desde luego, bastante más exiguo que el que han amasado bajo la democracia muchos advenedizos cercanos al poder y más de un personajillo mediocre aupado por la fama fácil de los medios. Franco –y esto es algo que no se le puede honradamente escamotear– era persona de una austeridad espartana y de vida muy metódica. No se dedicó a preparar un exilio dorado para sí y para los suyos, entre otros motivos, porque estaba convencido (como así fue) de que moriría en el tajo y que España le agradecería su gestión.
 
La polémica actual ha sido alimentada por la controversia acerca del Pazo de Meirás, suscitada por la Xunta de Galicia, gobernada por el Bloque Nacionalista Gallego, que ha puesto en tela de juicio la donación de la histórica propiedad realizada en 1938 por la Ciudad y Provincia de La Coruña a favor de Francisco Franco, considerado coruñés ilustre (nacido en El Ferrol). Pero el caso Meirás es sólo un pretexto: se trata de atacar a Franco cebándose en sus descendientes. Si no, ¿por qué no investigar también en otras direcciones? Sería hora de preguntarse, por ejemplo, por las propiedades vendidas por el difunto conde de Barcelona (Palacio de Miramar, Isla de Cortejada, Palacio de la Magdalena). Aunque, a decir verdad, todo se andará: la veda que hasta ahora ha protegido a la Corona parece que comienza ya a levantarse.
 
De todos modos, ya que de reivindicaciones se trata, ¿quién responde por todo el patrimonio religioso destruido durante la persecución contra la Iglesia Católica promovida entre 1931 y 1939? A buen seguro que Izquierda Unida, tan escrupulosa respecto del patrimonio de la familia de Francisco Franco, no muestra tanto celo en esta otra causa, mucho más clamorosa, en la que los rojos fueron parte activa. Y ya que de recuperar la memoria histórica se trata, ¿para cuando el ajuste de cuentas con Santiago Carrillo, chequista y responsable de la matanza de Paracuellos del Jarama? Las vidas humanas valen más que cualquier patrimonio material.

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