ZP prepara su reelección

Todo a cien: el gran circo de la demagogia

  Cheque-bebé para los nuevos papás, pensiones y salarios mínimos más altos, pisos “Chaves en mano” para sueldos de menos de 3.000 € (o sea, casi todos), dentista para los niños y ahora, además, bachillerato gratis para repetidores empedernidos. Están que lo tiran. En esto, una vez más, Zapatero logra sorprendernos: nunca ningún gobernante español había llegado a tanto. No es que los demás tuvieran en gran estima la inteligencia del pueblo, pero, al menos, guardaban las formas, quizá por el qué dirán. Este, no: a este le da todo lo mismo. Todo a cien. El vicepresidente económico, mientras tanto, hace la estatua. Qué país…

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JJE
 
Vamos, que España es el país donde se ata a los perros con longanizas. Es notable, porque esto no lo sabíamos hasta hoy. Hasta hoy, la realidad socioeconómica de España era la de una economía con demasiados sueldos precarios, pensiones de miseria sometidas a una fiscalidad aterradora, encarecimiento ostensible del coste de la vida (otra cosa es la inflación, que va por otro camino), impuestos abusivos en general (y letales, en particular, para el profesional y la economía media-alta), tarifas de servicios injustificadamente altas, asistencia familiar menos que nula, sistema sanitario colapsado en la pública y caro en la privada, viviendas de 80 metros con precios de palacete rococó, fracaso escolar de dimensiones vergonzosas…
 
La realidad socioeconómica
 
Cierto: se produce, se consume, se compra, se vende. Eso crea la impresión de una economía dinámica, y no hay más que ver las grandes cifras. El castillo de naipes de la construcción y el turismo ha llegado muy alto. Pero una cosa es la economía de las grandes cifras y otra, muy distinta, la economía de cualquier familia. Se supone que la bonanza de la primera ha de revertir en la solvencia de la segunda. No está siendo así, y por eso la cifra de endeudamiento familiar es tan alta. Con todo, la máquina podría seguir funcionando mientras se cree empleo.
 
Pero, un momento: si la situación socioeconómica de los españoles de a pie en materias como la vivienda, la sanidad o la asistencia familiar eran tan poco boyantes, ¿cómo es que ahora, a seis meses de las elecciones, se nos prometen tantas cosas? ¿Por qué no se ha hecho nada de eso antes, en los tres años y pico que llevamos viendo cómo cada vez se llega peor a fin de mes mientras el Gobierno dice que todo va de rechupete? ¿Por qué no ha habido realmente política social en todo este tiempo? ¿Por qué todo se sustancia en una serie de espectaculares promesas de bolsillo en vísperas de una convocatoria electoral?
 
Aún habrá españoles dispuestos a decir que todo esto se debe a que Aznar había dejado muy mal las cosas y que, por tanto, ha sido preciso esperar hasta hoy para descubrir el Mediterráneo. La sugestión del Todo a Cien siempre se impone sobre la certidumbre de que lo que ahí se vende es quincalla. Pero hay que dejar las cosas claras: todas estas promesas son o falsas, o irrealizables o catastróficas. Son falsas, por ejemplo, las promesas de pisos “Chaves en mano”, porque su ejecución no depende la Administración que promete (la Comunidad Autónoma), sino de otra distinta (los Ayuntamientos). Son irrealizables a medio plazo las promesas sobre asistencia bucodental gratuita, porque la factura mes tras mes, año tras año, será insostenible para el Ministerio de Sanidad, y por eso el de Economía se ha echado las manos a la cabeza. Son catastróficas, en fin, las promesas sobre el Bachillerato “sin esfuerzo”, porque crearán una enseñanza media absolutamente inservible. Respecto a las otras promesas, la sensación que causan en cualquier ciudadano con sentido común debería ser de desconfianza: ¿Qué burra quieren vendernos ahora? Lo peor es que, mientras tanto, las verdaderas soluciones no aparecen por ninguna parte.
 
¿Soluciones?
 
Las familias no necesitan un cheque-bebé. Lo que las familias necesitan es mejor sistema de educación (y si es posible, cheque escolar optativo), una fiscalidad más razonable, deducciones reales en los servicios (después de todo, las familias son las que más hacen por mantener el sistema), ayuda de verdad para la mujer que se queda en casa y políticas laborales decentes para la mujer que trabaja y se queda embarazada. Eso es lo que se hace en otros países de Europa.
 
La solución del problema de la vivienda no pasa por magnas obras faraónicas de construcción con guía oficial –obras que, además, no se ejecutarán, porque todo eso depende de los municipios-. La solución pasa por liberalizar el precio del suelo, para que sea más bajo, y por una política de alquileres que proteja al propietario, para que aumente el “parque” de viviendas.
 
La solución al fracaso escolar no pasa por regalar el Bachillerato, sino por dignificarlo. La solución al problema sanitario no pasa por ofrecer servicios gratuitos –que serían bienvenidos si fueran posibles-, sino por descongestionar el sistema actual, para lo cual han de gastarse el dinero las comunidades autónomas. Y así sucesivamente.
 
Cuando un Gobierno cree rentable el uso de la demagogia, es que la sociedad en la que se apoya ha caído muy bajo. Eso lo sabían bien los griegos, que fueron, precisamente, los que inventaron la palabra “demagogia”. Claro que ahora, para la elite española, el griego no es más que el nombre de un servicio sexual.

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