Es una mujer de 55 años. Se llama Regina Otaola Muguerza y es vasca, esto es, española. Ahora desempeña la alcaldía de Lizarza en una atmósfera de terrible coacción: no hay día en que los secuaces de los asesinos de ETA no la señalen con el dedo. Ella, sin embargo, ha plantado la bandera española en el Ayuntamiento. La otra tarde fue amenazada a gritos en la iglesia; ella aguantó. Si de alguien se puede decir que se está jugando el tipo por España y por la democracia, esa es Regina Otaola. Como suele ocurrirles a los héroes, esta mujer ha de soportar no sólo los ladridos del enemigo, sino también la ruindad de los cobardes del propio campo.
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“Ladrona”, “Fascista”, gritaba la jauría. Es lo que han gritado siempre. Es lo que llevan años gritando ante la pasividad de todo el mundo. Los suyos, además de gritar, matan. Han matado a muchos ya: centenares de víctimas no sólo de las fuerzas de seguridad, sino militantes carlistas o de UCD en los setenta, del PP, el PSOE y UPN en los años posteriores. Pero ella, Regina, no se arruga: es la alcaldesa y está en su sitio.
Crónicas de un pueblo
Lizarza (Lizartza en euskera) está en la comarca guipuzcoana de Tolosaldea, al lado de Navarra, a 30 kilómeros de San Sebastián. Tiene poco más de 600 habitantes. Es uno de esos lugares del País Vasco profundo donde los terroristas de ETA, entre la simpatía de unos y el miedo de los más, han ido imponiendo su dictadura cotidiana. La plaza del pueblo está dedicada a un etarra que murió a manos de la guardia civil en 1976. En Lizarza ha gobernado siempre Batasuna, el brazo político de ETA. No sólo porque la mayoría del pueblo es batasuno, sino también porque apenas hay vecinos con valor para presentarse por otros partidos y ni siquiera para votarlos. Es fácil entenderlo: en un lugar donde todos se conocen, nadie quiere parecer sospechoso de tibieza; sobre todo cuando la sospecha puede acarrear la muerte.
En 2003, con Batasuna ilegalizada por el Gobierno del PP, ganó las elecciones en Lizarza el Partido Nacionalista Vasco. El número 1 de la candidatura era nada menos que Joseba Eguíbar, el delfín de Arzallus, el rostro más radical del PNV. Eguíbar quiso formar equipo municipal con ex concejales de Batasuna. Fue un fracaso: ni los batasunos quisieron, ni los vecinos aceptaron a Eguíbar, ni el PNV vio con buenos ojos la operación. En las últimas elecciones, 2007, la situación se hizo aún más tensa: las candidaturas batasunas fueron declaradas ilegales por los tribunales y el PNV, por su parte, se abstuvo de presentar lista; sólo un partido, el PP, concurrió a las elecciones, y para llenar su lista hubo de recurrir, como en otros lugares, a candidatos de fuera del País Vasco. ¿Por qué? A los extranjeros hay que explicárselo: porque si eres de Lizarza y de derechas o españolista, las probabilidades de que te maten son bastante altas.
El PP ganó las elecciones. Eguíbar, con notable felonía, había imaginado una añagaza: que todo el mundo votara en blanco para que el PP, la única lista, no consiguiera llegar al 5% de los votos, que es el porcentaje mínimo para que un candidato sea proclamado alcalde. La trama podía funcionar: los resultados del PP en anteriores comicios habían sido realmente exiguos. Pero la sorpresa llegó cuando, en el recuento, el PP superó ese porcentaje: 27 votos, frente a 142 en blanco y 186 nulos. El PP sse hacía con las siete concejalías y multiplicaba por tres el número de votos obtenidos en las anteriores elecciones.
Regina
En ese momento surgió otro problema: ¿Quién ocupará la alcaldía? La lista estaba formada por gente de fuera. Entonces apareció ella: Regina Otaola, concejala de Éibar y candidata a las Juntas Generales de Guipúzcoa. Una vasca de pura cepa y buena conocedora de la política local, pero españolista y de derechas. Regina fue, desde el principio, acosada violentamente por sus enemigos. El edificio municipal de Lizarza siempre había parecido un dazibao abertzale: eslóganes, pintadas de ETA y a favor de los presos, ikurriñas… Regina volvió a poner la bandera española en el Ayuntamiento y en la sala de juntas. Sin quitar, por supuesto, la ikurriña, sino haciendo que las dos banderas –y la tercera, la europea- ondeen juntas.
Lo que Regina Otaola se ha propuesto es devolver el pueblo a la normalidad, es decir, que deje de parecer un villorrio del far-west en alguna película de Sergio Leone: que la gente pueda habar con naturalidad de su opción política, que el Ayuntamiento deje de ser un búnker de los terroristas y sus seguidores, que los presupuestos del municipio se dediquen a las infraestructuras del propio municipio, y no a financiar actividades separatistas y violentas… Esto último parece haber desquiciado por completo los ánimos de los abertzales, que no sólo pueden perder una municipio emblemático, sino también la financiación irregular que aquí, como en otros ayuntamientos, se desviaba hacia el separatismo más violento.
Este fin de semana, la alcaldesa de Lizarza y su equipo asistían a la misa de las fiestas locales. El pasado viernes, una de las concejalas, Begoña Pereiro, había sido golpeada con un palo en la cabeza en otro acto religioso. Regina Otaola llegó con tres furgonetas y varios coches patrulla de la Ertzaintza, la policía autonómica vasca. Fuera de la iglesia, varias decenas de energúmenos increpaban violentamente al consistorio: “Regina, asquerosa”, “Vamos con las escopetas cargadas”, “ladrona”, “franquista”. Los proetarras habían amenazado a los vecinos para que no fueran a la iglesia, una ermita. Ésta, sin embargo, estaba llena. También dentro del templo hubo gritos. Pero no faltaron vecinos que animaran a la alcaldesa; eso sí, todavía en un susurro. El País Vasco es, de momento, así.
Regina Otaola declaraba después a Europa Press que mantiene –“por supuesto”- su intención de continuar al frente del municipio "para demostrar que con la ley queremos conseguir la paz y la libertad”. Aída esta mujer: “No lo he dudado en ningún momento. Amenazas ha tenido mucha gente, mucha gente del PP, pero hemos seguido todos adelante y en ningún momento me planteo el dejar o amedrentarme o echar un pasito atrás, ni mucho menos”.