El diario de ZP, II

El día que Zapatero se quedó de piedra

J.M. AMILIBIA 8 de julio. Los columnistas de la extrema derecha que tanto me persiguen y flagelan (a cambio yo les ofrezco de continuo mi otra mejilla y la mejor de mis sonrisas) dicen ahora que la ayuda de 2.500 euros por hijo ha sido una improvisación, un golpe de efecto electoralista (¿qué no es electoralista?) tramitado sobre la marcha. Yo no improviso, invento. Sigo el Tao, y el zen, y dejo obrar a la nada que hay en mí con entera libertad, a su albedrío. Dice Chuang-Tzu: “Si regulas tu cuerpo y unificas tu atención, la armonía del cielo descenderá sobre ti. Tus ojos serán como los de un ternero recién nacido, que no buscan el porqué y encuentra”.

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Según mi maestro Zhang Yu, esto quiere decir “que así como el ternero aún ciego encuentra la teta sin ver, así nosotros podemos ofrecer la ubre del Estado sin reparos”. Es lo que trato de comunicarle a Solbes antes de que se me duerma, pero está muy preocupado por si se produce un baby-boom—sobre todo en los inmigrantes, que si antes eran prolíficos ahora pueden dejar en ridículo al conejo que me he sacado de la chistera—y el estiramiento de los Presupuestos no nos da para tanta mamadera. Tan preocupado está que, con la frente sudorosa y la mirada de prior suplicante, me pregunta: 

-¿Y no crees, presidente, que ahora deberíamos pensar en una campaña para fomentar el uso del preservativo?

He vuelto a insistir en el Congreso sobre lo inconveniente de utilizar el terrorismo como arma política y electoral. Está bien que lo utilice yo para ganar el Nobel de la Paz y las próximas elecciones, porque el fluir de mi ser presidencial tiene esa naturaleza, ya lo dice el Tao, pero que la oposición lo use para echarme de la Moncloa, eso ya no tiene nombre ni apellido. ¡Mira que pedirme las actas! Ya le he dicho a Mariano (Rajoy): “El líder de los conservadores británicos nunca le pediría algo así a Blair”.  

-Tienes toda la razón —me ha respondido—, sobre todo porque Blair ya no es el primer ministro británico. A Blair ya sólo se le pueden pedir estampitas de la Inmaculada.

María Teresa (Fernández de la Vega) me aconsejó hacer un cambio para que todo siguiera igual pero con una sensación de movimiento, un toque de botox para los votos, vamos, y he movido el banquillo en cuatro ministerios, para que no digan que no tenemos reservas y que la legislatura se ha acabado. Un año de éstos me cambiaré a mí mismo, pero todavía no ha llegado el momento, pese a que algunos lo reclaman insistentemente. Dice el místico Shin-shu Kichibei: “Cuando nos hemos purgado de toda idea de autopoder basado en valores morales y medidas disciplinarias no queda en nosotros nada que pueda declararse oyente y por esa razón no se nos escapa nada lo que oímos”, que según mi maestro Zhang Yu quiere decir: “A palabras necias, oídos sordos”. 

Sonsoles me dice, no sé si en coña, que ahora es un buen momento para tener los gemelos que tanto deseábamos. Después de tanto debate a bate limpio, no sé si estoy para un esfuerzo supletorio, porque como ya he dicho más de una vez en este diario, uno de los síndromes de la Moncloa es el alarmante descenso de la libido, situación a la que ni Felipe encontró remedio en su día (y menos en su noche). Por cierto, creo que éste ha sido un Debate sobre nosotros mismos, sobre Mariano y yo, mayormente; o sea, sobre nuestro estado. Dice un columnista que terminaré ahorcado por mis propias mentiras. Todo lo contrario : las mentiras nos mantienen vivos. Nadie quiere la verdad. La gente quiere mentiras que le hagan feliz, de ahí el éxito de la tele, de las rebajas, del Papa y de las campañas electorales. De cualquier forma, yo hago mías las palabras de Homer Simpson, que es bastante zen: “Hay que ser sincero con uno mismo y aceptar que tus errores son siempre culpa de otros”.

Aparecieron las famosas actas. Mi hija Alba, que quiso ser paparazzi y luego veterinaria, y ahora quiere volver a ser paparazzi para enorme disgusto de su señora madre y mío, las tenía en su ordenador.  

- ¿Cómo demonios las encontraste?—le preguntó, casi le interrogó Alfredo.

- En Google. Busqué “actas de la negociación del Gobierno con ETA”, pulsé enter, y allí aparecieron. Pensaba vendérselas a “Gara”...

Alfredo y yo nos quedamos de piedra. Es algo que hacemos mucho los hombres de Estado como ensayo general para convertirnos en estatuas.

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