Debate sobre el estado de la oposición

La estrecha agenda de la derecha

Zapatero se creció haciendo oposición de la oposición. Para la mañana se había preparado un discurso institucional, aburrido, muchas cifras económicas que dijo sin separarse del papel porque no las lleva ni en el alma ni en la memoria. Sólo pronunció con soltura el 2 y el 5 de los 2.500 euros para los nuevos padres. Pero Zapatero cogió fuerza por la tarde. Y Rajoy mostró dónde está la debilidad de la derecha: en el punto donde la política se convierte en cultura, allí donde se aspira a crear mentalidad.

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FERNANDO DE HARO 

Rajoy llegó a la Carrera de San Jerónimo con la intención de marcar un hito en este fin de legislatura, de afianzar la corta ventaja de las municipales y autonómicas. Quería deshacerse del corsé que tras la ruptura del alto el fuego le ha impuesto la responsabilidad de Estado. Y estuvo contundente cuando señaló los errores de la negociación con los terroristas. No al reclamar las actas, sí al denunciar que habían jugado con el presidente del Gobierno: “no era usted quien exploraba a ETA”, era ETA “quien estaba explorando hasta dónde podía llegar usted”.

Después de esa primera intervención subió a la tribuna de oradores un Zapatero peleón, que recurrió a la descalificación personal y a la demagogia sobre la falta de apoyo del PP en política antiterrorista, pero que estuvo eficaz. Eficaz para sus votantes que todavía siguen el debate, eficaz para sus diputados, para su partido y para su entorno mediático. Con su gana de pelea les dijo a los suyos que no estaba dispuesto a dejarse comer el terreno y que no tienen nada que temer para las generales porque queda mucho de ese Zapatero que ha sabido arrinconar a los populares. A partir de ese momento todo entró en un bucle cansino. Más allá del clásico debate sobre el Debate, de quién ha ganado o perdido en el Congreso de los Diputados, se han percibido dos lenguajes muy diferentes. 

Dos idiomas distintos

Zapatero desde el primer momento se dedica a la “pedagogía radical”. “Hemos –dice el presidente del Gobierno- logrado hacer de lo español un símbolo de modernidad”. Esa modernidad es “la historia de un éxito que desmiente muchos de los prejuicios ideológicos conservadores”, y que impulsa nuevos derechos: al matrimonio de los homosexuales, la posibilidad de “agilizar los procesos de separación y divorcio”. Es un triunfalismo revolucionario que, por fuerza, silencia la fractura social provocada por esos cambios y el drama de un país que tiene el triste récord de encabezar las rupturas matrimoniales en Europa. 

Zapatero reitera que es un viejo prejuicio moral rechazar la clonación de embriones y se emplea a fondo al “explicar” la perla de su reforma educativa: la asignatura de Educación para la Ciudadanía (EpC). Lo dice con todas las palabras: “los valores y el respeto a las reglas de convivencia se conforman y fortalecen con el ejemplo de los padres, pero se enseñan, se reflexionan y se ejercitan en la escuela”. Es la escuela, que en su mentalidad es una escuela única -una escuela gestionada por el Estado o en la que se tiene que impartir la formación moral que dicta el Estado-, la que realmente educa. Los padres están para dar ejemplo, un ejemplo secundario porque el Estado es el que forma mentalidad. “Si la familia es decisiva para la socialización –dice a renglón seguido-, la escuela lo es para la ciudadanía”. Luego, en la réplica, ya libre del guión, le sale su obsesión anticlerical y dice eso de que la asignatura tiene el objetivo de liberar a los alumnos de la ortodoxia a la que se les ha sometido. Anacronismo argumentativo. Para suprimir un confesionalismo muy del pasado, un nuevo confesionalismo muy del presente.

En este plano en el que la política se convierte en cultura, en la que se aspira a crear mentalidad, Rajoy no entra porque no quiere, no sabe o no puede. A las afirmaciones que Zapatero define como “ampliación” de los derechos, el líder de la oposición no responde porque no quiere perder votos. A la cuestión de la EpC, le contesta con una genérica descalificación, denominándola “catecismo socialista”. Parece como si no tuviera ganas o no quisiera entrar a fondo en las cosas de la educación… Qué vamos a decir la “gente de orden”: que los niños estudien, que haya disciplina, que se les exija, que haya calidad, que haya “excelencia”… Y luego… pues argumentario liberal clásico: que cada uno haga lo que le plazca sin que nadie saque los pies del plato. 

Rajoy no recoge el excelente trabajo que algunos de sus diputados de tradición democristiana están haciendo en este campo. La asignatura de EpC es un botón de muestra del estrechamiento de la “agenda” del centro-derecha español. Como la economía va bien, en realidad sólo se puede hablar de la quiebra del modelo territorial del 78 y del fracaso de la negociación con ETA. Dos temas sin duda importantes, muy importantes, pero insuficientes, porque obligan a estar a la contra, porque les impiden ser propositivos.

En el 93, la corrupción de González no le dio el triunfo a Aznar. Lo de la negociación con los terroristas, no digamos ya la reforma de los Estatutos, es mucho más perdonable para una buena parte de españoles que el robo de dinero público. 

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