Una de las razones por las cuales la Derecha juega en inferioridad de condiciones con respecto a la Izquierda es porque —a diferencia de ésta— carece de metapolítica. Si me permite el lector, se lo trataré de explicar refiriendo un poco de historia.
“Haga como yo y no se meta en política”, es la frase que —según se cuenta— le dijo Francisco Franco al periodista Emilio Romero en una ocasión en que este último fue recibido en El Pardo, donde había ido para quejarse respecto del comportamiento de algunos de sus correligionarios falangistas. De un modo semejante, Alejandro Amenábar, en su última película, Mientras dure la guerra, nos muestra a un general Franco en actitud similar en una escena en la que aparece junto a su mujer Carmen Polo y el escritor Miguel de Unamuno, que ha ido a visitarles para interceder por un amigo detenido por razones políticas. Ante el estupor del escritor, Franco le replica que no se puede hacer nada porque “lo tienen los nacionales”. Ambas situaciones describen a un Franco desinteresado por la política, lo cual no es contradictorio con estarlo por el poder.
Para la Derecha española Franco es la paradoja. Por un lado, parafraseando a Cuenca Toribio, el Franquismo constituye “la experiencia histórica que cuadra a la perfección con los cánones clásicos de la forma de ejercicio de la política propia de la Derecha”; pero, por el otro, es la razón de algunos problemas que sigue arrastrando esta parte del espectro político nacional. En cierta ocasión hice una encuesta entre varios exministros, catedráticos, periodistas y escritores preguntándoles por las causas del complejo de inferioridad de la Derecha española. La mayoría de las respuestas se inclinaron por considerar la dictadura de Franco como la más influyente de todas. Según los encuestados, el carácter dictatorial y represor del Franquismo habría contaminado la imagen de la Derecha, haciéndola fácilmente asimilable con el totalitarismo. La penuria intelectual de muchos españoles (de la que no adolecen precisamente aquellos encuestados) contribuye a que se produzca esta equiparación de la que se aprovechan algunos manipuladores de la incultura ajena, como Pablo Iglesias Turrión, que no tiene escrúpulo a la hora de acusar de “golpista” a cualquiera que se encuentre alineado a la diestra del PSOE. Sin embargo, en mi opinión, éste no es el motivo más importante.
El complejo de inferioridad de la Derecha hunde sus raíces en la falta de ideología (y de metapolítica) y sobre todo en la corrección política
El complejo de inferioridad de la Derecha hunde sus raíces en la falta de ideología (y de metapolítica) y sobre todo en la corrección política.
La última vez que en tiempos pretéritos hubo en España una auténtica Derecha fue antes de la Guerra Civil, cuando estuvo dirigida por José María Gil Robles a través de la CEDA. Esta confederación llegó a aglutinar más de cincuenta formaciones políticas y a más de 700.000 militantes, amparados por una ideología verdaderamente derechista. Lo que vino después de la guerra podrá ser considerado autoritarismo, militarismo católico, sindicalismo vertical o tecnocracia; pero no ejercicio ideológico propio de la Derecha. Franco acostumbró a los españoles “de orden” al caudillismo, o lo que es lo mismo, a que ser de derechas significase aceptar lo que dijera el “jefe”. No soy tan pesimista como Stanley G. Payne, quien en 1981 escribió que “la base cultural para una reacción derechista”, en nuestro país, “había quedado imposibilitada para siempre” tras el régimen de Franco; pero sí estoy de acuerdo con él en que dicha tarea sigue siendo muy difícil.
Mientras la Izquierda española continuó enriqueciéndose idealmente desde sus bases revolucionarias durante el Franquismo, bebiendo de las corrientes socialdemócratas y comunistas internacionales, el modelo derechista español se ancló en la tecnocracia. De las antiguas “familias” que sirvieron de base para impulsar el régimen tras la victoria de los nacionales apenas quedó su carácter de meros lobbies. A la muerte del general, quien aspiraba a reconstruir la Derecha en España era un grupo de exministros tecnocráticos de los que formaba parte –además de Fraga Iribarne— el propio autor del Crepúsculo de las ideologías, Gonzalo Fernández de la Mora, quien llegó a decir de ellas que son “subproductos mentales (…) corrompidos por un intenso y sostenido tratamiento de la masificación”. El fracaso de los llamados “Siete Magníficos”, fundadores de Alianza Popular, fue mayúsculo. Su parecido con Yul Brynner, Steve McQueen y los otros cinco protagonistas del filme norteamericano, como muchos lectores recordarán, brillaba por su ausencia. En las primeras elecciones democráticas celebradas en 1977, aquellos Magníficos fake apenas sacaron un 8 y pico por ciento de los votos.
De esto casi nadie se acuerda, pero se encuentra en el origen del actual Partido Popular. Algunos se extrañan de que Rajoy —otro hombre más interesado por el poder que por la política— dijera que había que huir de los doctrinarios y que quien quisiera podía irse al “partido liberal” o al “partido conservador”, porque tanto el liberalismo como el conservadurismo son ideologías. Bajo la dirección de Aznar y de Rajoy el Partido Popular continuó siendo una formación caudillista, porque la ideología del partido también fue lo que decía el “jefe”. No había alternativa y aunque la FAES, que preside Aznar, nació a imitación de think tanks derechistas británicos (el Center of Policy Studies) y norteamericanos (la Heritage Foundation), a pesar de haber realizado destacados trabajos, sigue teniendo pendiente la tarea de sentar las bases del pensamiento derechista para la España de hoy.
Es posible que la recién inaugurada (justo un mes antes de la pandemia) sucursal del Institut des Sciences Sociales, Économiques et Politiques (ISSEP), traída por Marion Maréchal Le Pen desde Lyon a Madrid, contribuya —al menos en parte— a construir ese pensamiento que tanta falta le hace a la Derecha española. Precisamente es esa ausencia de ideología la que hace que líderes como Pablo Casado parezcan inconsecuentes y que ante una misma cuestión las diferentes voces del PP ofrezcan soluciones incompatibles entre sí. Esto también provoca la falta de entendimiento entre dicho partido y muchos votantes derechistas españoles. Tema sobre el que en algún momento tendremos que profundizar.
Alguien dirá que Vox es un partido de derechas con ideología. Es cierto, no lo niego; pero la tarea es tan ardua que no es suficiente con dejarla únicamente en manos de Abascal y del resto de sus esforzados líderes. Vox tiene liderazgo, tiene principios, tiene estrategia y también tiene comunicación; pero
Vox tiene liderazgo y principios, pero carece de lo que le falta a la Derecha española: un ideario y un eficaz contrapeso frente a la corrección política
carece de lo que le sigue faltando a la Derecha española que es un ideario y un eficaz contrapeso frente a la corrección política.
Mientras no seamos capaces de crear ese contrapeso va a ser muy difícil que la Derecha pueda gobernar en España. Con ello no quiero decir que una conjunción de partidos de Centro y de Derecha no pueda algún día llegar a ganar las elecciones, como ya hizo el PP en diversas ocasiones; pero esto es muy distinto a que gobierne verdaderamente la Derecha. Por el camino que vamos, con un Centro-Derecha desideologizado, podría repetirse una experiencia que ya hemos vivido no hace mucho: que siga gobernando la Izquierda a través del PP.
Construir un contrapeso ideológico, como ya dije, requiere dos cosas, a saber: elaborar un ideario basado en los fundamentos morales de la ideología conservadora y conseguir que la metapolítica derechista capilarice a través de la sociedad.
Gustavo Bueno en su estudio sobre El mito de la Izquierda nos dio la clave. Del mismo modo que existe una Izquierda “definida” y otra “indefinida”, la Derecha debería recorrer también ese camino y ser capaz de construir, junto a la Derecha “definida” —que actualmente podría estar formada por el PP y por Vox—, una Derecha “indefinida”. El filósofo asturiano integra en la llamada “Izquierda indefinida” a todas esas entidades, organizaciones y personas de diverso pelaje que se encargan de expandir por el mundo el mal llamado “progresismo”, así como su vertiente metapolítica, que actualmente recibe el nombre de corrección política.
Imponer una ortodoxia no se consigue sólo por medio de los partidos y de las corrientes políticas tradicionales
Imponer una ortodoxia no se consigue sólo por medio de los partidos y de las corrientes políticas tradicionales; hace falta que las universidades, que los periodistas, que los que se denominan a sí mismos “intelectuales” (aunque simplemente sean actores de opereta), el cine, el teatro y la publicidad se encarguen de diseminar abierta o subliminalmente la metapolítica subyacente. Metapolítica que se ha de elaborar sobre los fundamentos morales de cada ideología. La Izquierda posee su propia metapolítica, que se llama corrección política; por ello, si la Derecha desea algún día llegar a ejercer el poder realmente también necesitará que con carácter previo se haya expandido su propia metapolítica.
Ya sé que estoy dejando muchos flancos abiertos y que, como ya señalé, esta no es una labor sencilla. No obstante, prometo al lector, en un próximo artículo, al menos tratar de exponer los que considero que son fundamentos morales de la metapolítica derechista.
Antes hablé del Instituto de Ciencias Sociales fundado por Marion Maréchal Le Pen. Como algunos lectores ya conocen, constituirlo no ha sido fruto de la improvisación, sino la consecuencia del trabajo desarrollado por pensadores que, desde 1968 (año de las metapolíticas europeas), empezaron a desarrollar ciertas teorías socio-políticas por medio del Groupement de Recherche et d’Etudes pour la Civilisation Européenne (GRECE) y, durante algunos años, simultáneamente, a través del Club de l’horloge. Alain de Benoist, Jaques Bruyas y Jean-Jacques Mourreau sentaron aquel año, en Niza, las bases de una metapolítica que, gracias al esfuerzo de aquéllos y otros muchos (algunos incluso aquí en España), dentro de poco servirá para que la Derecha gobierne de verdad. Ésta también es una historia interesante que mejor me reservo contar aquí en otro momento. Ninguna conversación debe hacerse demasiado larga, ni siquiera la que se mantiene entre quien escribe y quien lee.
Ya termino. Como ya he dicho en otras ocasiones, el mayor quebradero de cabeza que ha sufrido la Derecha desde que en 1789 las fuerzas defensoras del Antiguo Régimen se sentaron a la derecha del Trono y las que deseaban subvertirlo, a su izquierda, se llama corrección política. Sin embargo, acabar con su predominio —lo cual pienso que es imprescindible para que se produzca el gobierno de una auténtica Derecha— no es sólo una tarea política sino también metapolítica.
Juanma Badenas, Catedrático de Derecho civil de la UJI y miembro de la Real Academia de Ciencias de Ultramar de Bélgica. Autor, entre otros libros, de La Derecha. La imprescindible aportación de la Derecha a la sociedad actual, editorial Almuzara.
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