Alonso Calatrava
Esta legislatura espeluznante ha sido el desencadenante definitivo de un movimiento social imparable llamado derecha social por algunos, rebelión cívica por otros o incorrección política por todos. Lo cierto es que hace años se venía gestando un descontento contra el sistema que en esta legislatura se ha hecho evidente.
Motivos:
1. Esta legislatura ha evidenciado la incoherencia del sistema. El pueblo es uno y el sistema los divide en izquierda y derecha, así como en naciones imaginarias.
Esta legislatura empezó muy mal y termina peor. La desunión del pueblo español es un hecho que se palpó en la pasada manifestación de Madrid y que ha sido una constante en los cuatro años de la era ZP. Los culpables de esta desunión son, evidentemente, toda la clase política nacional, cuyos intereses de partido prevalecen siempre sobre el interés común. Ese macabro atentado el 11 de marzo pulula como una losa ante el pueblo español, que hoy aparece desangelado, desunido, escéptico y cansado por la incompetencia de los políticos.
Esta legislatura empezó con un horrible atentado donde el PP, representado por Aznar, no actuó como debía, pues independientemente del protagonismo del atentado, el presidente debió reunir a la oposición desde el principio, encerrarse a cal y canto y decidir unidos la suspensión de las elecciones por el bien de España. De manera posterior, es el PSOE el que acosa y derriba "democráticamente" al PP del Gobierno y, no reconociendo las circunstancias irregulares en las que se produce su victoria, tampoco actúa como debiera e ignora a la oposición durante toda la legislatura.
2. La política no como servicio al pueblo sino como instrumento para perpetuarse en el poder.
En estos cuatro años de gobierno ZP, ha sido visible ante los españoles una realidad que en otros tiempos era más disimulada y es la extrema arbitrariedad en el uso de los atributos políticos para hacer de su capa un sayo y perpetuarse en el poder. El manejo indecente del uso de la justicia en beneficio propio, el uso del poder político para el beneficio del poder económico (Botín, Entrecanales...), los pactos impresentables con el nacionalismo separatista y la extrema izquierda que han obligado a replantearse el modelo de Estado, la negociación y concesiones políticas a ETA y su entorno…
3. Total desprecio hacia el pueblo en declaraciones y actos.
Las declaraciones políticas sobre el conejo o las propinas, los menosprecios hacia la familia tradicional o las amas de casa, los desprecios hacia las victimas del terrorismo, hacia aquellos que consideran a España una nación, hacia aquellos que profesan una creencia religiosa, hacia aquellos que sufren la delincuencia inmigrante… Ante estas agresiones del poder, el pueblo reacciona independientemente de su tradición política: un albañil de Lavapiés, votante tradicional del PSOE, estará harto de la delincuencia, de la inmigración, de que a una pareja homosexual la llamen matrimonio, de la ETA... La política convencional frena sus instintos de hastío, pero está cansado de aguantar lo que se le viene encima.
4. Anulación, acoso y derribo de las iniciativas independientes. Todo debe estar dentro de los parámetros establecidos.
Los sindicatos, la patronal, los medios de comunicación, las asociaciones ciudadanas, todos deben amoldarse a los valores del sistema; cualquiera que disienta es marginado social y económicamente. El aparato del sistema ha llegado a un momento de asentamiento irrespirable, el chalaneo de la derecha económica y el aparato político es incuestionable. Lo foros de libertad son atacados de manera brutal. Los valores de la modernidad son irrenunciables para la plutocracia de cualquier signo.
Conclusión:
Gran parte del pueblo ha percibido que este es el país donde los millonarios chanchullean con los políticos sin ningún pudor, donde el falso progresismo es el pensamiento unitario, donde en el mundo virtual y especulador bursátil se han obtenido los mayores beneficios de la historia, donde la inmigración nutre las empresas de especuladores sin escrúpulos que se pasan por el forro los derechos de los trabajadores; el país donde la Justicia es la herramienta de los que mandan para sus tácticas políticas, donde España carece de destino internacional, donde la patria común se cuestiona o relativiza hasta por el presidente del gobierno, donde los disidentes radiofónicos sufren el boicot sistemático, donde la familia natural es atacada.
Este no es el país que quiere el pueblo, pero sí el que demanda e impone la izquierda progresista y gran parte de la derecha económica. Los valores que nos tratan de imponer chocan frontalmente con el sentido común del pueblo español, que ha reaccionado saliendo a la calle y apoyando las iniciativas independientes que surgen en España.
El ámbito católico o las victimas del terrorismo son las áreas que más contundentemente han salido a la calle. Su independencia es absoluta, pues su protesta se asienta en valores que van mas allá de lo material, y el pueblo se identifica con ellos. Por eso el poder arremete contra la Asociación de Víctimas del Terrorismo, contra el Foro de la Familia, contra la Iglesia y la COPE, contra los historiadores independientes, contra todo aquello que se sustenta en convicciones o en valores frente a los que no pueden medrar con su dinero.
Esa es la base desde la que construir una derecha social amplia, similar a la italiana, que permita expresarse a los disidentes, alejada de iniciativas marginales y estériles.
“Sin duda hay personas convencidas de las virtudes de esta línea de acción social y política, pero falta una vanguardia de tales características. Puede ser una cuestión de estilo, de azar, de voluntad o de comodidad individual. Puede también deberse a una conjunción negativa entre la tradición institucionalista, providencialista, mesiánica y pasiva de la derecha española, los vicios públicos y privados de la ultraderecha local y los evidentes atractivos de la vida contemporánea –incompatibles con una acción de vanguardia militante, salvo que ese Movimiento ya disponga, como en Italia, de una pequeña vida social autónoma. Pero lo cierto es que, salvo que se recuperen proyectos ahora mismo congelados, en España se puede dar la paradoja de disponer de todos los elementos objetivos necesarios para la consolidación de una derecha social y fallar precisamente el elemento subjetivo. Cuestión tal vez de pocas personas, que tal vez sí existan y sí estén preparando el trabajo remoto: ese horizonte comunitario, espiritual, ético y metapolítico, que explica el éxito y el porvenir de A.N., sería el primer punto en el orden del día de una A.N. española. Sin él, cualquier imitación no pasará de ser un intento de construir la casa por el tejado. Casi tan lamentable –“casi”, porque es preferible un militante que yerre que uno que se retire sin más a la vida privada- como la recurrente, estéril y esterilizante imitación de Le Pen, racionalmente menos atractiva e intelectualmente menos sugestiva, además”.