Dasha

Ya no hay duda. La asesina: Natalya Shaban (alias Vovk), nacida en 1979, carnet de las Fuerzas Armadas ucranianas NG [Guardia Nacional] 057529, expedido en el año 2020.

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Ya no hay dudas, sólo los periodistas más adictos y la chusma de los galeotes atlantistas pueden negar la evidencia: Darya Dúgina fue asesinada por un agente del SBU. La Ucrania de Zelenski es un Estado terrorista: no sólo por lo que hace en este momento con los civiles de Donetsk ni por lo que hizo con los alcaldes “prorrusos”, asesinados por sus escuadrones de la muerte, o con los centenares de desaparecidos de los últimos meses, sino porque sus servidores ejecutan actos de terrorismo en el sentido estricto de la palabra.

Natalya Shaban (alias Vovk), nacida en 1979, carnet de las Fuerzas Armadas ucranianas NG [Guardia Nacional] 057529, expedido en el año 2020, entró en la Federación Rusa el 23 de julio de 2022 y se instaló en un piso alquilado en el mismo bloque de apartamentos donde vivía Dasha Dúgina. Natalya Shaban estuvo en el festival Traditsiya, al que fueron invitados los Dugin, y se fue del mismo antes de que acabara en dirección al óblast de Pskov, desde el que entró en Estonia, país miembro de la OTAN y de la Unión llamada “Europea”, además de refugio de terroristas, siempre que las víctimas sean rusas. Natalya Pávlovna se libró por cuestión de horas del arresto; las que necesitó el FSB para identificar a la vecina fugada del edificio de apartamentos donde residía Darya Dúgina y cotejar el rostro de la sospechosa con sus datos de militares ucranianos, de los que posee una gran abundancia, tanto por la acción de sus hackers como por lo que ha podido aprehender en Mariúpol y Lisichansk. Pese a haber esquivado con éxito y sangre fría al FSB, presumimos que la vida futura de Natalya Pávlovna va a ser muy difícil y su vejez improbable.

La forma en que fue asesinada Dasha demuestra que, al igual que había un comando Madrid de ETA en los años ochenta, existe un comando Moscú del SBU en Rusia. El agente ejecutor sólo vino a poner la carga asesina; el trabajo de campo ya lo habían realizado otros. Un atentado tan cobarde, con el mismo método que usaban los etarras, no se realiza sin la previsión de una estructura que fije los objetivos, los siga, evite los riesgos y le prepare el material al ejecutor. El FSB ya había abortado varios intentos de los sicarios de la OTAN, pero alguno debía de salir bien por simple probabilidad y porque nada es más fácil para un ucraniano que mimetizarse entre la población rusa. Es lógico pensar que la estructura terrorista del régimen de Zelenski en Moscú sea estable, pero puede que no esté compuesta sólo de ucranianos.

Al poco de cometerse el asesinato, surgió en la televisión de Zelenski un viejo conocido de la peor política rusa, Ilyá Ponomariov, hombre de paja del oligarca Jodorkovski (el antiguo dueño de la petrolera Yukos) y socio del inmortal Navalnii, el superhombre capaz de resistir un lingotazo del muy mortífero tósigo Novichok. Ponomariov es conocido por varias causas: en primer lugar, por haber concedido la Duma a la Fiscalía rusa el suplicatorio para su procesamiento en el caso Skolkovo por desvío y apropiación indebida de fondos. En segundo, tiene el triste mérito de ser el único diputado de la Duma que votó contra la reincorporación de Crimea a Rusia en 2014. Semejante personaje no podía acabar sino en Kíev, similis simili gaudet. En 2012 ya participó en las protestas financiadas por Soros. En 2014 escapa a Estados Unidos y trabaja para el think tank CSIS de la red de la Open Society, que le va a financiar con paternal solicitud. De América marchará a la Ucrania del Maidán, donde su filantrópico patrón tiene intereses no pequeños en la industria energética.

Es este héroe del liberalismo global el que apareció en las televisiones de todo el mundo regodeándose con las circunstancias del atentado y anunciando que el asesinato de Darya Dúgina era obra de “rusos buenos”, miembros de una organización fantasma llamada Rospartisán, los partisanos rusos. Posiblemente el nombre más adecuado habría sido Rosquisling. Incluso se tomó el trabajo de editar un manifiesto y de aparecer bajo una bandera horrible, fría, blanca con una franja azul, como una mortaja o una sábana de hospital. Ponomariov es un hombre de Soros con evidentes contactos con el gobierno ucraniano y su ectoplásmica formación es simple propaganda, un show televisivo a cargo del SBU y la CIA, lo cual no excluye que cuente con unas decenas de sicarios en territorio ruso. No será precisamente por falta de fondos por lo que no encuentre colaboradores.

Es interesante señalar que la figura de Aleksandr Dugin ha sido magnificada de forma grotesca por los espejos deformantes de la prensa occidental en los últimos tiempos. Contra lo que es opinión común, Dugin carece de poder político y de acceso a los círculos de gobierno. Es ridículo suponer que alguien con la fría y fuerte personalidad del presidente ruso se va a dejar influir por cualquier rasputín, pero de los medios de “información” occidentales se puede esperar todo. El caso es que la prensa europea y americana ha convertido al padre de la geopolítica contemporánea en una suerte de Deus ex machina del Kremlin, lo cual es sencillamente risible para quien conozca un poco la situación. La única influencia que ejerce Dugin es de tipo intelectual, debido sobre todo a un manual académico, sus Fundamentos de la geopolítica. La vida de Dugin es la de un profesor célebre, pero en poco se diferencia de la de un ruso que tenga un buen pasar: ni Aurus blindado, ni escoltas, ni escaño en la Duma, ni sillón en el consejo de alguna gran empresa. Precisamente, el día anterior al asesinato, la televisión ucraniana Groshi TV dedicó un programa a Dugin incidiendo en todas las fabulaciones de la prensa atlantista. Después de Putin, Dugin es el ruso más demonizado por Occidente, sin que eso tenga nada que ver con su situación real en el panorama político e incluso cultural de Rusia. Pero esa estatura mítica que le han proporcionado sus enemigos le convierte en un blanco extremadamente fácil para una sonada operación terrorista. Matar a Dugin dará la impresión al mundo de que Ucrania ha destruido al “cerebro” de Putin, a su eminencia gris, a su estratega de cámara. Sobre todo, después del bochornoso ridículo que hizo la propaganda de Zelenski con la Ofensiva de Agosto.

También, a medida que conocemos más datos, está claro que el objetivo central era Aleksandr Dugin, pero el medio por el cual se le iba a atacar era la indefensa y desprotegida Dasha. Cuando el agente —simple instrumento bípedo de Zelenski, de Arestóvich y de Biden— colocó la bomba lapa, el blanco eran los Dugin. Sólo un giro del destino desvió el golpe, aunque mejor, sin duda, habría sido para el padre no haber sobrevivido a la hija. Aun así, todavía hay que escuchar que Dasha fue sacrificada por culpa de las ideas paternas. Y, con eso, muchos sicofantes atlantistas justificarán el asesinato; como hipócritas y aviesas beatas de negra toquilla y más negra alma (si es que la tienen), desviarán la responsabilidad de este crimen a quien ninguna tuvo. Como si la muy inteligente y culta Dasha, experta en política francesa y brillante oradora, fuera incapaz de formarse una opinión propia, tan descerebrada y tan sumisa ante la autoridad como un periodista europeo.

La familia Dugin ya había sido sancionada por ese conventículo de agiotistas que se autodenomina “comunidad internacional”. Y bien orgullosa que Dasha se mostró por ello: fue como una condecoración que reconocía su lucha contra el globalismo. Pero estas medidas habían puesto en el punto de mira a una familia que carecía de fondos en el extranjero (la finalidad de las sanciones es “expropiar” los bienes rusos en el exterior): Occidente señala y Ucrania dispara. ¿No nos acordamos ya de lo que hacían ETA y el PNV? ¿Tan corta es nuestra memoria?

Ucrania seguirá atentando contra civiles en Rusia, porque no puede con los ejércitos y milicias del Donbass; derrotado en Jersón, en Mariúpol, en Severodonetsk, en Lisichansk, en Popasna, en Peski, al régimen atlantista de Zelenski sólo le restan este tipo de “victorias”: matar a una intelectual indefensa, bombardear los barrios residenciales de Donetsk, cañonear la central nuclear de Zaporozhya. No es algo nuevo, los mafiosos que gobiernan Ucrania son una reencarnación de la China nacionalista de 1945-1950 y del Vietnam del Sur de 1975. Algún día, esperemos que pronto, el tinglado se vendrá abajo. Entonces, cuando todo acabe, de esta guerra nos quedará el recuerdo de la vulgar jeta de un payaso infame y de su cruel, corrupto y senil souteneur; pero también la memoria clara, limpia y bella de Darya Dúgina, la Juana de Arco de los pueblos libres, muerta joven, como los héroes, favoritos de los dioses.

 

 

 

 

  

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