Lenin, el caudillo bolchevique (III)

Proseguimos con la tercera entrega acerca de Lenin, su vida y sus fechorías

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A pesar de que el Gobierno zarista hizo un considerable esfuerzo por democratizar el país que cristalizó en las reformas constitucionales dirigidas por Nicolás II que permitieron la aparición de una verdadera e independiente oposición democrática, el líder bolchevique y sus acólitos clamaron contra las reformas por considerarlas reaccionarias. Y se debe reseñar, en honor a la verdad, que esta reforma zarista otorgó a Rusia un grado de democracia que no se recuperó hasta la caída del régimen soviético en 1992.
Sus conspiraciones contra el monarquía, llevaron nuevamente a Lenin al exiliio, teniendo como destino Suiza, París y Londres. A lo largo de este periodo, Vladimir Illich afianza su amistad con Trostky –que sería asesinado años después en su exilio mexicano por Ramón Mercader, un fanático seguidor español del discípulo de Lenin, el georgiano Stalin–, a pesar de las duras críticas que este último realizó en el congreso socialdemócrata de 1903. En 1909, Lenin publica su obra más conocida: Materialismo y Empirocriticismo. Si bien es obligatorio reconocer que este trabajo es, sin duda, el más y mejor elaborado de los realizados por Lenin, no podemos negar que la teoría que propugna es difícilmente sostenible, razonadamente tendencioso y miope en sus planteamientos. Y es que, si hay algo que fue tónica constante en los escritos de Lenin, es su maniqueísmo aderezado por un materialismo negador de la realidad humana.
Durante 1915 y 1916, Lenin trabaja frenéticamente en la organización de las Conferencias de Zimmerwald y Kienthald. Ambos eventos –en los que se congregaría la mayor parte del marxismo europeo– tenían como objetivo recuperar los ideales propugnados por la II Internacional. Una vez más, Lenin destacó como un eficaz organizador, pero en 1917 –cercana la debacle rusa en la Primera Guerra Mundial– regresa, de modo clandestino a Rusia. Diversas fuentes aseguran que el viaje fue sufragado por el káiser Guillermo II de Alemania. Desde el inicio de las hostilidades bélicas, las potencias centrales financiaron a todo grupo o persona que buscará dinamitar o debilitar a cualquiera de las naciones enemigas. Evidentemente, Lenin –que buscaba, en primer lugar, la destrucción del zarismo y, por último, la implantación de su cosmovisión en Rusia– y sus seguidores fueron una de tantas organizaciones desestablizadoras que recibieron emonumentos a cargo de los estados centroeuropeos combatientes.
Desde la tribuna de Iskra, Lenin se mostró tremendamente crítico con la conflagración bélica. Según el líder bolchevique, la Primera Guerra Mundial se debe a un enfrentamiento provocado por los capitalistas a fin de enriquecerse mientras el proletariado muere en las trincheras. A pesar de la innegable cultura y conocimientos de Lenin, hay que incidir en la absoluta falta de perspectiva histórica y geopolítica en este análisis, sesgado en todos sus aspectos. Pero, como tantas veces demostró Vladimir Ilich Ulianov, su odio irracional hacia no sólo una clase social, sino a un sistema económico como es el capitalismo que, con sus fallos y virtudes, es indiscutiblemente más efectivo, justo y equitativo que el marxismo, hacía que sus opiniones fueran tendenciosas.
En una actitud difícilmente explicable, teniendo en cuenta que millones de rusos –proletarios, en la mayor parte de los casos– estaban muriendo en las trincheras, Lenin instó a la clase obrera europea a rebelarse contra sus respectivos gobiernos. Así, Vladimir Illich atacó duramente al Príncipe Lvov, al cual hay que reconocer que estaba gestionando la contienda de un modo razonable y –hasta sí se apura– humano, mas teniendo en cuenta las magnitudes del conflicto. Se debe señalar que el Príncipe Lvov era un firme partidario de la implantación de un sistema monárquico constitucional en Rusia a semejanza del británico y que, tanto su vida como su actividad política, se basaba en un humanismo, herencia de la pasión literaria que Lvov poseía por León Tolstoi.
Empero, Lenin anteponía –como tantas veces haría después– su ideología frente al beneficio para la nación, ya que su actitud derrotista no favoreció en absoluto a Rusia al generar un sentimiento de hastío –inexistente hasta ese momento– entre las tropas que habían logrado soportar, de un modo efectivo, las acometidas de la alianza austro–húngara–germana. Es muy razonable sostener que, de no haber mediado el derrotismo bolchevique, Rusia hubiera mantenido su posición militar y no hubiera tenido que aceptar el humillante tratado de Brest–Litovsk que tan bueno fue para Lenin y tan malo para Rusia.
Escapando de la censura bélica, el líder bolchevique logró publicar su ideario en el diario moscovita Pravda. En esta declaración programática, Lenin propugna el reparto de tierras entre los campesinos, el fin de la guerra –que cumpliría tan sólo obligado por las circunstancias– y conceder el poder a los soviets –controlados por el mismo–. Debido a la creciente radicalización de los bolcheviques y con los mencheviques que ostentaban el poder junto a los socialrevolucionarios moderados –una prueba más de la creciente democratización del régimen zarista– totalmente superados por las circunstancias, tanto sociales, económicas y militares, se produce el 4 de mayo de 1917 una sublevación, hábilmente organizada por Lenin, en San Petersburgo –que, por aquel entonces, constituía la capital y el epicentro político de la nación– solicitando el final de la guerra. A pesar de la preparación de la misma, la participación ciudadana en general y obrera en particular es minúscula, por lo que Lenin decide paralizarla momentáneamente. El 17 de julio y de nuevo en San Petersburgo, los bolcheviques de Lenin se sedicionan contra el gobierno ruso. A pesar de los graves incidentes provocados por los seguidores de Vladimir Ilich, este alzamiento es de nuevo un fracaso y la población de la ciudad apenas participa en el mismo. Y es que se debe reseñar –aunque la historiografía marxista lo oculte compulsivamente– que el peso de los bolcheviques en Rusia era manifiestamente pequeño. En efecto y tras la revolución de octubre y la celebración de comicios electorales, los bolcheviques lograron tan sólo 175 diputados de un total de 707 siendo superados holgadamente por los mencheviques, antaño aliados.
Anteriores artículos sobre la biografía de Lenin:
- Primera entrega
- Segunda entrega

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