George Smith Patton está considerado como el mejor militar de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Ya había destacado en la Primera Guerra Mundial como comandante del recién estrenado cuerpo acorazado de los Estados Unidos. En la Segunda Guerra Mundial se hizo famoso por coordinar los movimientos de cuerpos de ejército en Africa, en Sicilia y en el teatro de operaciones del centro de Europa. Posteriormente fue relevado de su cargo por dar una bofetada a un soldado norteamericano convaleciente en un hospital, que sufría un ataque de nervios. Patton lo llamó cobarde.
Pero al final de la guerra, volvió a tomar el mando del Tercer Ejército en Francia, donde pudo maniobrar a tiempo para responder a una contraofensiva alemana en las Ardenas.
Su grupo de combate continuó derrotando a las tropas alemanas y el plan de Patton era tomar Praga y Berlín antes que los rusos y ocupar Checoslovaquia y Alemania. Por algo le apodaban “Sangre y Cojones”. Pero recibió la orden de detener la ofensiva, pues se había pactado en Yalta que la Unión Soviética tenía que conquistar el centro de Europa. Además, el general en jefe Eisenhower le cedió al británico Montgomery la gasolina de los carros de combate de Patton para que éste no avanzase tan rápido.
A partir de ahí, Patton se convirtió en un general bocazas. Denunció la connivencia entre el gobierno de los Estados Unidos y la Unión Soviética para ganar la guerra, y señaló a los rusos como enemigos irreconciliables. Cuando la guerra terminó, Patton aumentó sus críticas a la ocupación soviética de media Europa, cosa que no se habría logrado sin el apoyo de los Estados Unidos.
En diciembre de 1945 Patton sufrió un extraño accidente en Manheim. Su coche se topó en medio de la carretera con un camión y sufrió un aparatoso accidente del que los ocupantes del vehículo apenas sufrieron rasguños. Sin embargo, un francotirador acertó con una bala al cuello del general, que tuvo que ser hospitalizado.
Patton se empezó a recuperar de sus heridas pero, sorpresivamente, murió en el hospital.
El historiador Robert Wilcox ha reconstruido estos hechos, pues pudo hablar con una persona que participó en el atentado contra Patton. Su nombre: Douglas Bazata. Por aquel tiempo este hombre trabajaba para la OSS (Office of Strategic Services, antecesora de la CIA) y recibió de su jefe, el general “Wild Bill” Donovan, la orden de ejecutar a Patton.
Fue Bazata quien logró cruzar un camión en la carretera y él mismo disparó un proyectil de baja velocidad que perforó la garganta de Patton. Wilcox habló con Bazata poco antes de que este espía muriese en 1999. Le confesó que, una vez en el hospital, los servicios secretos norteamericanos hicieron la vista gorda para que los espías soviéticos envenenasen a Patton.
Todo esto se lo contó a Wilcox Bazata, acuciado por sus remordimientos, según revela el diario británico The Sunday Telegraph, que recoge un comentario del libro. “Sostenía una guerra interior consigo mismo por culpa de crimen que había cometido”, confiesa el historiador. “Me confesó que fue el causante del accidente y que lo había ordenado Donovan.”
Según el historiador, Donovan le dijo a Bazata lo siguiente: “Se nos presenta una situación dramática con este patriota [Patton], está fuera de control y lo debemos de salvar de sí mismo, y también porque puede arruinar todo lo que los aliados han hecho”.
Bazata fue condecorado con cuatro medallas púrpuras durante la guerra. Fue un paracaidista excepcional, pues saltó sobre Francia antes del día D para ayudar a formar la Resistencia.
Tras la guerra, Bazata se hizo artista y fue muy amigo de Salvador Dalí, quien usó sus rasgos para pintar un cuadro de Don Quijote.
El historiador también entrevistó a otro testigo, Stephen Skubik, un oficial de la contrainteligencia del Ejército de los Estados Unidos. Skubik avisó a Donovan de que Stalin tenía a Patton en la lista de personas que debían asesinarse. Donovan envió a Skubik de vuelta a Estados Unidos.
Wilcox destapa más cosas en su libro. El Cadillac de Patton, que está expuesto en el museo de Fort Knox, no es el mismo que sufrió el atentado. Con ayuda de un experto, Wilcox asegura que tiene pruebas de que se ha suplantado al verdadero Cadillac.