Un malagueño de 35 años, Bernardo de Gálvez, escribió una de las mayores hazañas de la historia de España: la victoria de Pensacola contra los ingleses, en Florida, en 1781. Gracias a esa victoria española, el dominio británico sobre el sur de Norteamérica se vino abajo, dejando el camino libre para que los rebeldes de las colonias, los futuros estadounidenses, pudieran derrotar a los ejércitos de Inglaterra. Pablo Victoria acaba de contar detalladamente esta historia en su libro España contraataca (Áltera). Esto fue lo que pasó. Una aventura extraordinaria.
GREGORIO URQUÍA OSORIO
Mucho se ha escrito, hablado, grabado y rodado sobre George Washington o el francés La Fayette, ensalzados por sus propias naciones. Nosotros, que siempre vamos a la inversa, tenemos el ejemplo de un español más conocido en el extranjero que en su propia tierra, el de Bernardo de Gálvez. Con sus decisivas acciones hizo posible el nacimiento de la gran potencia mundial de nuestros días: los Estados Unidos. A pesar de todo, el reconocimiento que se le hace es mucho menor del que en justicia le corresponde.
Proveniente de una destacada familia malagueña con gran tradición militar, Gálvez es a los 29 años un Teniente Coronel envidiado tanto por sus innegables méritos militares como por las influencias de sus allegados. Cuando en 1776 es destinado a Nueva Orleans en la provincia de la Luisiana, que por entonces era española y llegaba hasta Canadá, no sabe que su destino quedará ligado para siempre al de una nación que no existía. Aunque su cargo era otro, quedó como gobernador interino de la provincia, momento a partir del cual se convertirá en la verdadera pesadilla de los hijos de la Gran Bretaña. Inicialmente se dedica a perseguir el contrabando inglés. Pronto pasará a mayores.
La independencia norteamericana
Y es que no eran tiempos de tranquilidad y paz precisamente, la situación geopolítica de la provincia era muy comprometida. España y Francia oficiosamente eran aliados desde principios del siglo XVIII, cuando los borbones franceses sucedieron a los austrias en el trono español. De esta manera Francia pasó de ser una enemiga tradicional a convertirse en la principal aliada contra Gran Bretaña, que no dejó nunca de ambicionar el inmenso imperio español. Sin embargo, sucedió que las colonias inglesas de Norteamérica se sentían en plano de igualdad con su metrópoli y llevaban tiempo pidiendo una serie de derechos que Inglaterra, cegada por su soberbia, no sólo se los negó sino que les impuso nuevas tasas, como las que imponían en las colonias asiáticas. Fue demasiado para el orgullo de aquellos hombres blancos y evidentemente el gallinero se alborotó.
La rebelión de las colonias norteamericanas frente a la metrópoli inglesa supuso que la zona adquiriera gran relevancia estratégica. Por ello, a lo largo del año 1778 Bernardo funda colonias reforzando las posiciones españolas en la provincia, además de suministrar ayuda a los norteamericanos entregándoles harina, fruta, dinero y… soldados. El auxilio hispano no se limitó a esta ciudad, en todos los puertos españoles se acogía a los rebeldes y se comerciaba con ellos, lo cual empeoró sobremanera las relaciones con su majestad británica.
En este nuevo enfrentamiento se dilucidaría si continuaba el retroceso franco-español ante la hambrienta Albión o si se devolvía a los británicos todas las afrentas pasadas.
España y Francia intervienen
Inicialmente los rebeldes se encontraron solos, recibiendo eso sí ayuda económica por parte de Francia y España, pero tras la victoria en Saratoga los franceses le declararon la guerra a Inglaterra. Algunos ya habían visto que esta guerra podría constituir una gran oportunidad de someter la voluntad del rey inglés. Esta vez, aprovechando la iniciativa de declaración de guerra, la escuadra francesa del Mediterráneo se adelantó al bloqueo de la Royal Navy y pudo llegar al Atlántico dejando con un palmo de narices a los ingleses cuando éstos llegaron al estrecho de Gibraltar. Este hecho es capital pues supuso la posterior superioridad naval hispanofrancesa y, por tanto, llevar la iniciativa también durante toda la guerra en el Atlántico Norte, el principal teatro de operaciones. Esto permitió llevar a cabo numerosas campañas contra las posesiones británicas, teniendo estas que mantenerse casi por completo en situación defensiva. Precisamente una de las pocas operaciones ofensivas que posteriormente intentarían los ingleses fue contra Guatemala. Allí Matías de Gálvez, padre de Bernardo y Virrey de Nuevo México, salió a su encuentro de forma victoriosa poniéndoles en fuga.
Gálvez, hombre de acción al igual que su progenitor, tomó inmediatamente la iniciativa tras enterarse por informes secretos de que los ingleses planeaban invadir la provincia. La guerra con Gran Bretaña se preveía inminente, por eso el militar malagueño refuerza las defensas y, cuando recibe la comunicación oficial de la guerra contra Inglaterra, organiza una expedición de castigo contra los puestos británicos que controlaban el Missisipi. A los soldados que recluta se le unen por el camino muchos voluntarios más, hasta sumar un contingente multiétnico compuesto por españoles de todo el imperio, franceses, negros, mulatos e indios que habían acudido a luchar contra un enemigo común, el inglés. Es de justicia reconocer que los indios eran utilizados como mercenarios por todos los ejércitos a cambio de… ron y armas. Su crueldad ponía en espanto a los europeos, tanto que Gálvez propuso “que no empleara indios en nuestras disputas nacionales” a John Campbell, general inglés de la zona, pero el muy tunante se negó.
Tras una penosa marcha atravesando infectos pantanos, tomaron por sorpresa el primer fuerte, dirigiéndose a por el segundo, el verdadero escollo del río, Baton Rouge, que estaba fuertemente defendido. Gálvez sabía del riesgo que suponía un sitio prolongado debido a la insalubridad de la zona, así que se sirve del engaño disponiendo un falso ataque nocturno por un lado del fuerte, mientras que por el otro instala artillería. Al amanecer, varios cañones de sitio comienzan a disparar a los sorprendidos ingleses reduciendo la fortificación a escombros y haciendo que la guarnición rinda no sólo este fuerte sino otros tres más que se encontraban río arriba. Mientras que en los puestos capturados se recibe, ya tarde, la comunicación de guerra contra España, la victoriosa expedición está de vuelta con un millar de prisioneros. Los ingleses no habían empezado la contienda y ya habían perdido el control del Missisipi.
La conquista de Mobila
Por esta descollante, inesperada y pícara operación militar, Bernardo es ascendido a Mariscal de Campo con 33 años. Y no es para menos, pues de un plumazo había abierto por la puerta de atrás la principal vía de suministros para el ejército rebelde. Su importancia se tornaría capital para el devenir del conflicto. Los ingleses lo tendrían difícil si querían cerrarla, ya que se interponía frente a ellos la ciudad de Nueva Orleáns.
Sin embargo, el militar español sabía que no debía perder la iniciativa que tan buenos resultados le había dado hasta entonces. Ya no tenía enemigos en la retaguardia y podía actuar con las manos libres contra las posiciones inglesas en el Este: Mobila y Pensacola. Para ello partió con premura hacia la primera de ellas, pero al llegar a su bahía la expedición fue alcanzada por una tempestad que dejó muy malparados a los españoles. El general Campbell recibe dicha información en Pensacola y sale con un millar de soldados para aniquilar a los supervivientes, pero sorprendentemente Gálvez reorganiza la expedición y recibe refuerzos suficientes como para comenzar el asedio de la fortaleza cañoneándola al anochecer.
Al día siguiente, el fuerte presentaba una enorme brecha por donde los españoles empezaron a cargar de manera incontenible. La toma del fuerte sucedió a la vista de Campbell y sus tropas, que no llegaron a tiempo para impedir la rendición de Mobila, retirándose de vuelta a Pensacola sin poder hacer nada. Nuevamente el tesón del malagueño logró la conquista y, una vez más, se mostró incapaz de detenerse con ella, pidiendo a sus superiores continuar hasta Pensacola.
Pero no era una presa fácil: junto a Nueva Orleáns se trataba del principal puerto de la zona y su posesión daba el dominio de toda la costa occidental de la Florida. Por eso don Bernardo se dirige a La Habana para solicitar un contingente adecuado. Sin embargo, allí se encuentra algo que resulta familiar en cuanto indagamos en la Historia: envidias y lucha de egos. La batalla decisiva aún tendría que esperar.
(Mañana: Pensacola, la batalla decisiva).