JOSÉ JAVIER ESPARZA
Todo el mundo se lo pregunta: ¿Por qué a la izquierda española le gusta tanto el Islam? ¿Por qué tanto gesto amable hacia los musulmanes, de dentro y de fuera? No es una cuestión religiosa, evidentemente. Aquí intervienen otras motivaciones. Algunas son inconscientes, otras son ideológicas.
Primera causa: el síndrome de Don Julián. Afección endémica, típicamente española. Aparece cuando uno, por intensa insatisfacción, por odio hacia lo español en general –una transposición a lo colectivo del malestar individual-, da en juzgar que nuestros enemigos históricos son, en realidad, “los buenos”, pues España es, esencialmente, “lo malo”. Así el afectado por el síndrome experimenta una irresistible simpatía hacia todo lo que colectivamente nos erosiona, ya sea la vieja “leyenda negra”, ya sea el Eterno Moro.
Segunda causa, de orden ideológico y extensible a toda la izquierda occidental: una indigestión de Franz Fanon, autor de Los condenados de la tierra. Fanon fue el teórico de la rebelión de los pueblos oprimidos por el colonialismo. Aplicó al escenario colonial la vindicación marxista de “los parias de la tierra” y fusionó el socialismo con el nacionalismo revolucionario. A partir de Fanon, la izquierda, que ya no podía ser soviética, encontró un nuevo mito redentor: había que liberar del yugo occidental a los “condenados de la tierra”: africanos, suramericanos… musulmanes.
Tercera causa, de orden psicológico: el instinto de rendición a los bárbaros, fenómeno que se observa en cualesquiera situaciones históricas de decadencia. El instinto de rendición a los bárbaros afecta especialmente a sectores acomodados, privilegiados, y puede describirse como una fuerte inclinación a claudicar ante la amenaza exterior. Aquí interviene el miedo a perder lo que individualmente se posee y también una cierta mala conciencia, una doliente sensación de ser beneficiario de la injusticia. Por eso, con frecuencia, este instinto se envuelve en un discurso pacifista o panfilista del tipo “no serán tan malos” o “¿no seremos nosotros la verdadera amenaza?”. Después, sólo resta abrir las puertas.
Cuarta causa, típica de la modernidad en general, que en España adquiere colores singulares: el combate contra el cristianismo. La izquierda no entiende la religión como parte de la identidad cultural (espiritual) de una nación, sino como una flaqueza de orden privado que la marcha del progreso se encargará de disolver. En consecuencia, siempre tenderá a negar legitimidad a la tradición religiosa propia, equipararla con cualesquiera otras religiones y utilizar a unas contra otras en una estrategia general que no es sólo de descristianización, sino de desespiritualización. El imperativo de que “España deje de ser católica” no ha abandonado nunca a nuestra izquierda. Hoy vivimos un enésimo asalto a la Cruz. Nada nuevo bajo el sol –pero a Azaña nunca se le hubiera ocurrido estimular la propagación del Islam.
Combínense las cuatro causas en un solo movimiento. El resultado es una frivolidad de consecuencias imprevisibles.
(José Javier Esparza: El bienio necio, Áltera, Madrid, 2006)