La conquista española de América fue una aventura portentosa que nunca hay que dejar de reivindicar. En esa historia aparecen episodios que deberían ser más conocidos: los vinculados a las mujeres que hicieron la conquista. Ahora ha aparecido un libro que habla sobre una de ellas: Inés Suárez, una placentina en Chile, escrito por Jesús Vicente Cano Montero y editado por el Ayuntamiento de Plasencia. La historia de esta extremeña, amante de Valdivia y mujer de armas tomar, es realmente impresionante.
J.J.E.
A Inés la llaman la conquistadora de Chile. Había nacido en Plasencia en 1507. Hija ilegítima, de familia muy pobre, se ganó la vida como costurera y, muy joven, se casó con un aventurero tan pobre como ella, Juan de Málaga, que partió hacia América con Pizarro en busca de mejor fortuna. Juan había prometido volver. Pero el tiempo pasaba y el marido no volvía. Así que Inés, después de diez años y de infinitas cartas sin respuesta, pidió licencia real y viajó a las Indias para buscar a Juan. Lo que encontró fue su tumba: había muerto en Perú, luchando como soldado de Pizarro. Inés se encontró en la otra esquina del mundo, sola y sin un real. Pero al fin y al cabo era viuda de soldado, así que las autoridades de Cuzco le concedieron una encomienda de indios y tierras cultivables. Así conoció al encomendero vecino: otro extremeño, Pedro de Valdivia, que había sido maestre de campo de Pizarro. Y se enamoraron. No sin escándalo de la ciudad, porque Valdivia estaba casado con un dama que aún seguía en España.
Poco después, a Valdivia se le presentó una oportunidad: encabezar una expedición a Chile, región donde, hasta el momento, los españoles habían sido siempre rechazados. Y hacia allá marcharon: 1.000 porteadores indígenas, sólo ocho soldados españoles, Valdivia y, por supuesto, Inés, que logró meterse en la expedición como criada de su amante, pese la oposición de Pizarro. Por el camino, la expedición se fue engrosando con otros españoles: unas docenas de conquistadores que decidieron dar el paso adelante. Inés no va de paquete: cura a los heridos, encuentra agua en parajes desérticos, actúa como informadora para su marido… La aventura tuvo éxito: tras diversos combates con los indígenas, en febrero de 1541 Valdivia funda la ciudad de Santiago. Pero como no podía estarse quieto, decide explorar más hacia el sur. Deja en Santiago a Inés con una pequeña guarnición de cincuenta hombres. Y entonces ocurre algo dramático: a las puertas del campamento se presentan 8.000 indios dispuestos a pasar a cuchillo a los españoles y recuperar a siete caciques indígenas que los españoles habían apresado. La batalla es terrible. ¿Y qué creerás que hizo Inés? Nos lo cuenta el gallego Pedro Mariño de Lobera, que estuvo allí:
“Como empezase a salir la aurora y anduviese la batalla muy sangrienta, comenzaron también los siete caciques que estaban presos a dar voces a los suyos para que los socorriesen. Oyó estas voces doña Inés Suárez y tomando una espada en las manos se fue determinadamente para ellos, y dijo a los dos hombres que los guardaban, llamados Francisco Rubio y Hernando de la Torre, que matasen a los caciques antes que fuesen socorridos de los suyos. Y diciéndole Hernando de la Torre, más cortado de terror que con bríos para cortar cabezas: ‘Señora, ¿de qué manera los tengo yo de matar?’, respondió ella: ‘Desta manera’. Y desenvainando la espada los mató a todos con tan varonil ánimo como si fuera un Roldán o un Cid (…) Habiendo, pues, esta señora quitado las vidas a los caciques, dijo a los dos soldados que los guardaban que, pues no habían sido ellos para otro tanto, hiciesen siquiera otra cosa, que era sacar los cuerpos muertos a la plaza para que, viéndolos así, los demás indios cobrasen temor de los españoles. Eso se puso luego en ejecución, saliendo los dos soldados a pelear en la batalla, la cual duró gran parte del día, corriendo siempre sangre por las heridas que se recibían de ambos bandos. Y fue cosa de grande maravilla el ver que tan pocos españoles pudiesen resistir tanto tiempo a tan excesivo número de bárbaros (…) Viendo doña Inés Suárez que el negocio iba de rota batida y se iba declarando la victoria por los indios, echó sobre sus hombros una cota de malla y desta manera salió a la plaza y se puso delante de todos los soldados, animándolos con palabras de tanta ponderación, que eran más de un valeroso capitán hecho a las armas que de una mujer ejercitada en su almohadilla”.
Los españoles ganaron aquella batalla. Inés se convirtió en un celebridad. Pero la celebridad puso fin también a su amor. El virrey, enterado del lío, obligó a Valdivia a renunciar a la mujer. Y así Inés, que ya iba rondando los 40 años, terminará casándose con Rodrigo de Quiroga, uno de los mejores capitanes del reino, que llegaría a ser gobernador de Chile. Inés y Rodrigo morirán juntos, muy ancianos, en 1580, después de largas décadas de vida discreta y piadosa. En cuanto a Valdivia, mandó traer a su esposa de España, pero nunca llegaría a verla. El conquistador murió en 1553 después de una tortura atroz: los indios mapuches se lo comieron vivo.
(Extraído de José Javier Esparza:
La gesta española, Áltera, Barcelona, 2008).