¿Una meretriz bien pagada y mejor escondida por su omnipotente amo?

Eva Braun, una vida con Hitler

Nos encontramos ante un libro de historia bastante serio e incisivo, con gran respeto y rigor crítico ante una mayoría de fuentes discutibles porque fueron redactadas por sus protagonistas tras la derrota de Alemania, una vez finalizadas las contiendas militares...

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 EVA BRAUN: UNA VIDA CON HITLER

 Heike B. Görtemak

Editorial Debate

Trad: Guillem Sans Mora

389 págs.

Pensar en la joven Eva Braun (Munich,1912-Berlín,1945), autoinmolada con sólo 33 años en honor de su dios, podría suscitar en nosotros una cierta piedad por aquella que estuvo llamada a ser la Primera Dama del Tercer Reich, pero que sin embargo no fue más que un mero florero decorativo, o una meretriz bien pagada y mejor escondida por su omnipotente amo. Porque ser la chica de Adolf Hitler, según el brillante guión cinematográfico y propagandístico que Joseph Goebbels orquestó para la figura del Führer, suponía mantenerse oculta a la sombra del mismo, sin salir nunca en  las fotos públicas.

Ahora bien, si nos adentramos en esta interesante biografía que elabora Heike Görtemarker, descubriremos que el personaje distó mucho de ser simplemente la cara bonita de un buen puñado de fotos privadas. Pues en este libro nos vamos a encontrar con un ser complejo que cambia con el tiempo, menos alegre, sencillo, apolítico y vital que como siempre nos la presentaron: una belleza rubia, el perfecto descanso del guerrero ario.

En principio, y aunque su fascinación por Adolf Hitler fue firme y constante en todo momento, en absoluto es descartable también su interés y ambición a la hora de conseguir mejoras sociales y económicas para ella y toda su familia. Pues como hija de una modista y un maestro de escuela, Eva nunca alcanzó un nivel de estudios que le permitiera salir de una sencilla clase media. Eso sí: tuvo la suerte de conseguir, en un periodo de crisis económica, un empleo como ayudante de quien luego sería el fotógrafo   oficial de Hitler (Hoffmann) y en su estudio la conoció éste en 1929 cuando ella contaba sólo con diecisiete años, mientras él lucía ya cuarenta y tres y estaba en vías de convertirse en el  dueño de toda Alemania. Eso sí, no sin ocultar un destacable cadáver en su armario privado, como fue el suicidio de Geli Raubal, joven sobrina con la que convivía y con la que sostenía, muy presumiblemente, relaciones íntimas. Así Eva, de edad parecida, pasaría a sustituirla en la cama.

Es sólo que, en la relación complicada que ambos mantuvieron, donde por razones políticas debieron permanecer mucho tiempo separados, los ascensos materiales y sociales de Eva como querida de Adolf (casa, teléfono, chófer y coche oficial, manutención mensual) los consiguió gracias a dos intentos de suicidio con seguro peligro. Pues en 1932 se pegó un tiro en el cuello y en 1935 estuvo a punto de perecer por sobredosis de analgésicos para que él le prestara la atención y los favores debidos. En estas circunstancias, Hitler no la abandonó, ni la sustituyó nunca, aunque sólo optó por concederle el estatus de mantenida, conocida exclusivamente dentro de su círculo privado de amigos íntimos (Speer, Morell, o el gángster de Bormann).

Muy destacable en el libro es también la historia del hundimiento que ya todos conocemos, con ese Führer enloquecido y prematuramente envejecido, prendiendo fuego a toda Europa en dos frentes imposibles y exterminando al pueblo judío europeo, en aquel atroz Holocausto que Eva aprobaba y aplaudía, aunque no nos consta, y podemos descartar, que su opinión influyera en los planes bélicos y desquiaciados de su amante. Aquel que sólo se convertiría en esposo suyo un día antes del pactado suicidio, ella envenenada con ácido cianhídrico y él volándose los sesos de un tiro en la boca.

El caso es que nos encontramos ante un libro de historia bastante serio e incisivo,  con gran respeto y rigor crítico ante una mayoría de fuentes discutibles porque fueron redactadas por sus protagonistas tras la derrota de Alemania, una vez finalizadas las contiendas militares, como el imprescindible diario de Albert Speer o el de Christa Schroeder, la secretaria de Hitler. Igualmente cuenta a su favor con comparaciones interesantes entre el inicuo papel desempeñado por Eva Braun frente a otras grandes damas del Tercer Reich que sí ostentaron cierto poder, como Magda Goebbels o Ilse Hess. Y con un brillante final, a modo de epílogo, donde el veredicto sobre el personaje nos parece verídico, riguroso y en absoluto exculpatorio. Un libro que merece la pena leer y que en modo alguno decepcionará a quiénes se hayan acercado antes a la figura de Hitler en profundidad (magnífica biografía de Ian Kershaw) o a la historia del Tercer Reich en su conjunto.  

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