Y una vindicación de Isabel y Fernando

Lo que perdió a los judíos ante los Reyes Católicos

La unidad política deseada y conseguida por los Reyes Católicos necesitaba, como vio con clarividencia Cisneros, la unidad religiosa. Y para ello era fundamental eliminar la componente judía de la población española. Los Reyes Católicos se resistían a las presiones que deseaban su expulsión. Además, existía un factor especial: se habían encargado muy eficientemente de la intendencia de los ejércitos cristianos que cercaban Granada. A los judíos, viéndose debilitados por la presión ostentórea de Cisneros, se les ocurrió hacer un donativo especial a la Corona: 30.000 ducados de oro. Y esa cifra encendió la luz en la mente del cardenal para crear un argumento efectista que no habría podido nacer si la cifra hubiera sido otra.

Compartir en:

Manuel Funes Robert
 
Estando reunidos los Reyes, analizando la oferta monetaria, irrumpe bruscamente Cisneros en la Cámara Regia con un crucifijo en la mano y les dice: “Judas entregó a Cristo por 30 monedas; vosotros vais a entregarle por 30.000. Ahí lo tenéis”. En ese momento dejaron de dudar y aprobaron la expulsión, salvo conversión al cristianismo. Quedaba el problema de las conversiones aparentes para salvar sus bienes, y de la vigilancia extrema de los judaizantes se encargó la Santa Inquisición, que según el Lazarillo la formaban gentes “tan santas y tan buenas como la justicia que administraban”. En su celo depurador, manejaban una serie de indicios entre los cuales figuraban el cambiarse de camisa los sábados o echar más humo de lo normal por sus chimeneas. Bien es verdad que los detenidos preventivamente quedaban libres si denunciaban a otro, al cual a su vez le aplicaban la misma regla, con lo cual la cadena de detenidos no acaba nunca. Y para defender el tesoro de la fe, lo primero que se hacía era embargar sus bienes.
 
Una dimensión insospechada
 
La gesta de los Reyes Católicos, sin los cuales el Descubrimiento de América podría haberse retrasado más de un siglo, está dando ahora sus mejores frutos: el geógrafo francés Eliseo Reclus, en su famosa Geografía Universal, se refiere a España; al cantar y al reseñar sus glorias, y después de separar las relativas a las guerras de religión y nuestras luchas contra el protestantismo, afirma que la grandeza de España ante la Historia está en haber llevado su idioma y costumbre a más de veinte países. Paradójicamente, lo principal llega ahora: “¿Se imaginan ustedes una Iberoamérica musulmana?”.
 
El islamismo que ha llegado a la India, que se extiende por África y que llega hasta Indonesia, no consigue penetrar en estos países y con ello se está haciendo insensiblemente, desde la España histórica, un servicio incalculable a la civilización occidental, que no se da cuenta de lo que le debe a aquellos lejanos monarcas.
 
Menéndez Pelayo, en su famosísima Historia de los Heterodoxos Españoles dice: “Hoy, como en tiempos del Cura de los Palacios, afirma la voz unánime de la Historia y el sentir común de nuestro pueblo que en tiempos  de Isabel y Fernando fue la mayor gloria, triunfo e empinación que nunca España tuvo. Porque si bien es cierto que en tiempos del Emperador y su hijo fue mayor el peso de nuestra espada y nuestra política en los destinos del mundo, toda aquella grandeza, que por su misma desproporción con nuestros medios materiales había de ser efímera, venía apoyada en lo que tuvo de positiva en lo que hicieron aquellos gloriosos monarcas”.

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar