La izquierda foulard

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Eran otros tiempos, y otra gente y otras circunstancias, qué duda cabe. La clase obrera existía, los trabajadores no se habían disuelto en el magma meloso de los trabajadores y las trabajadoras; los jornaleros ocupaban fincas y asaltaban supermercados, sudaban la gota gorda y alzaban el puño. El proletariado industrial no lucía pendientes ni aretes en la nariz y los dirigentes sindicales no aparecían en TV ataviados de actores de vanguardia, con foulard morado y camiseta entallada (de rayas marineras, a más ignominia).

... del “algo ha cambiado” hemos pasado a "todo ha cambiado”

 

Llámenme antiguo, carroza, vetusto o nostálgico. Lo que quieran. Pero aquella izquierda era de izquierdas, legataria celosa de una teoría general del mundo basada en conceptos “científicos” (eso decían), provenientes de la no menos científica Weltanschauung marxista. El acoso y derribo de la familia, la propiedad privada y el Estado se fundamentaba en el texto clásico denominado “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, no en los discursos de un señor que vive en Galapagar y toma tregua en la épica lucha porque la licencia por paternidad es más progresista que las barricadas. No es lo mismo, de verdad. Poco a poco, del “algo ha cambiado” hemos pasado a "todo ha cambiado”. Ni a peor ni a mejor (cosa que me importa un pito); todo ha cambiado hasta convertirse en ruidosa parodia de sí mismo. El esperpento.

 

Antes, la izquierda tenía programa. Ahora ve la televisión, entra en twitter y actúa repantigada en su sofá. Y toma línea no en razón de un tacticismo oportunista, cosa que estaría muy fea de todas formas, sino de un inmediatismo ridículo, marcado por los niveles de audiencia de los programas de tertulianos y los likes del facebook. En puridad: han dejado de ser una alternativa política para transformarse (quizás transcenderse) en propuesta cultural. La estética les falla, pero el discurso tiene cuerda, rollo suficiente para dar la brasa por los siglos de los siglos. Tan contentos. Mientras Vox exista, ya han encontrado materia ideológica: lo contrario de lo que diga Vox. Y a vivir que son dos días.    

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