El ciclista norteamericano Lance Armstrong padece un ataque agudo de megalomanía. Debe ser uno de los efectos secundarios de la milagrosa medicación que le sirvió para superar un supuesto cáncer y, de paso, endosar en su historial siete Tours de Francia consecutivos. Lo de "supuesto cáncer" no lo digo yo, que conste, sino L´Equipe y otros publicaciones deportivas francesas, las cuales todavía no han salido de su asombro ante la insólita proeza del convaleciente.
Total, que el bueno de Lance, picado por los éxitos de Contador -único corredor que ha sido capaz de ganar Tour, Giro y Vuelta desde los tiempos de Hinault -, ha decidido regresar a la carretera y demostrar que sigue siendo el número uno. Pretende que el equipo de Contador, Astana, trabaje para él en el próximo Tuor, dejando al español como gregario de lujo.
A los franceses no les va mucho la altanería de Armstrong, sobre todo si consideramos la sospecha fundada de que sus éxitos lleven tercer pedal químico, aunque tampoco parece que entusiasme a nuestros vecinos que el ciclismo español lleve tres ediciones de su carrera ganando por derecho: Pereiro desbancó al hipermetabolizado Landis, curiosamente segundo de a bordo de Armstrong durante unos cuantos años; Contador se lo llevó de calle, y Sastre idem de lo mismo. Total que hay morbo este año. Tramposos bajo sospecha contra deportistas hispanos sospechosos de acaparar los triunfos galos, cosa que pone de los nervios a los organizadores del Tour.
La trampa, la transfulla y la mentira corren que se las pelan. Hablando de milagros americanos, ¿ustedes escucharon alguna queja de nuestro gobierno, de algún ministro, alguna advertencia sobre el inminente peligro de colapso mundial de la economía cuando, desde los USA, se patrocinaba el crecimiento desaforado, los beneficios a lo bestia sobre una base tan poco sólida como las hipotecas basura, los bonos todoacién, los activos tóxicos, etc? Porque yo de eso no recuerdo nada, la verdad. Todo era alegría, tira p´alante y dale al pedal, que otro quedará atrás que pague la deuda. Ahora, sin embargo, la culpa de nuestra crisis, de principio a fin, la tienen los malditos yankees. Oiga, eso no es jugar limpio: hay que estar a las duras y a las maduras, que es lo cabal.
Nuestro gobierno, no. Se monta en la bici con tubo de escape, hecha humo y arremete contra el sistema financiero "impuesto" por los USA, culpable de la actual situación. La explicación, convertida en discurso oficial de la izquierda oficial, de puro repetida se está haciendo cansina. Tan empalagosa como ese cenutrio Armstrong, empeñado en reverdecer a los 38 tacos los éxitos de cuando tenía 28. ¿Qué nueva medicina indetectable habrán inventado en el país de las maravillas para que el heptacampeón se atreva una vez más con el maillot amarillo? A ver si inventasen otra, tan espabilados como son, que mantenga viva y agradecida la memoria de sus gregarios en la bonanza económica. Aquí, mientras la bici ruede, todo el mundo tan contento. Pero en cuanto se sale la cadena todos se apean del carro y a echan la culpa al maestro armero.
No es serio. Ni decente. Ni verosímil siquiera. Es, ni más ni menos, hacer trampas.
Porque para eso sí que valen.