Ana de los mil veranos

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Muchos son los arcanos de la cultura occidental que nos surgen al acecho desde su propio misterio, como por ejemplo la edad de Ana Obregón, que acaba de cumplir cincuenta años -lo mismito que Madonna – aunque hace dos décadas exactas tenía treinta y cuatro, la edad de María Magdalena. O las hemerotecas mienten o alguien, en el remoto pasado, cometió un error garrafal en el registro civil de Madrid, villa donde naciera la jamona y donde algún funcionario inexperto la asentó con letra aldina en los pliegos registrales cuatro años antes de su efectiva llegada al mundo.
Le tengo cierta simpatía sin embargo a esta eterna chica vieja. Cuando cada verano aparece en las portadas de la prensa pringosa luciendo bikini y metiendo barriga, no puedo dejar de reconocerle el solemne atributo de paradigma del individuo perfecto en nuestra sociedad de valores todoacién. Todo parece lo que es y nada es lo que parece. Tenemos políticos que son en realidad profesionales del ladrillazo, economistas que no saben ajustar la cuenta del supermercado, jueces metidos a políticos, políticos metidos a fiscales, presidentes autonómicos que se reivindican emperadores sin trono de naciones sin estado, consejeros/as de cultura que confunden el latino "dixit" con Pixie y Dixie, clamorosos progres más de derechas que el doctor Albiñana y reputados fachas que suspiran, ingenuos, por la nacionalización de la banca. Somos el país del remedo, de cabales apariencias que no sirven para nada pero lucen mucho; somos el reino del interino perpetuo, del experto prejubilado y el becario sustituto que se eterniza en los cuatrocientos euros mensuales y en el error como método de trabajo. España, como diría el internáutico articulista Incitatus, es el país de "las Anacletas". ¿No conocen el caso? Ocurrió en la ceremonia de apertura de los juegos de Pekín. Un montón de desfilantes chinos portaban tablas de madera con analectas de Confucio inscritas en tan noble soporte. La presentadora de TVE, fiel al guión, se refirió en varias ocasiones al valor histórico y filosófico de "las Anacletas" de Confucio. Su acompañante auxiliar en la retransmisión contribuyó a aclarar las cosas, al tiempo que instruía a la audiencia: "Confucio fue un filósofo chino que vivió... hace muchos años".
A país tan hortera, semejantes héroes mediáticos. A ver, ¿qué tiene de malo la Obregón? Es molde perfecto para sociedad tarambana como la nuestra. Más virtudes no se le pueden pedir: señora de edad mutante, bióloga en paro desde que empezó a ir a la facultad allá por los tiempos de Juan XXIII, actriz que nunca encarnó a personaje alguno por incapacidad de trascenderse a sí misma; novia de novios que jamás fueron sus novios, madre ante todo aunque le fastidia tener un hijo a punto de alcanzar la mayoría de edad, maciza playera si bien sus formas son de patrona del INSERSO, risueña pero siempre de mal humor, elegante sin renunciar al esperpento, reina indiscutida de la audiencia televisiva gracias a programas que nadie ve, contumaz litigante en pleitos donde reclama su derecho a la intimidad, sin que ello sea óbice para que dicha intimidad cueste cuatro duros a quien apetezca pagarla. Esta chica es un portento, un dechado de ágiles pericias, un ejemplo para todos en este país de puedo y no quiero. Pudiendo hacer las cosas mal, o en su defecto impostar que se hacen bien, ¿para qué rematarlas como es debido? No se quejen. Más impresentable es Michael Jackson y los Estados Unidos no se han ido a pique. De momento.

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