Completamente de acuerdo, don Francisco [el autor se refiere al artículo de Francisco Núñez Roldán "¿A cambio de qué?"]. Yo también me abismo en las delicias polifónicas, policromáticas y plurilinges del arte cristiano, pero reconozcámoslo: en Europa el cristianismo es pasado, apenas presente y para nada futuro. Y menos con jerarcas como los actuales, empeñados en aggiornar lo eterno, en convertir el mysterium tremendum en terapia de grupo, junta de vecinos o pipiripao solidario. Desde que ese engendro comunistoide del ´´Pueblo de Dios´´ se convirtió en lugar común y consigna maoísta del Vaticano II, lo feo, lo vulgar y lo decadente son el pan nuestro de cada día. No creo que haya signo más evidente del Anticristo que este.
Hay verdades eternas; una de ellas: ´´kalós kai agathós´´. El credo que degrada la Belleza, degrada la Verdad y el Bien. Por eso la Iglesia tiene los siglos contados.
Una nueva Europa necesitaría un cristianismo transfigurado, pagano y bello, nacional y barroco, místico y sublime. No la ONG saducea de Roma.
Nunca lamentaremos bastante la derrota de los Staufen.
Sertorio