Hace un par de décadas, se comenzó a utilizar un neologismo de cuyo éxito, pasados los años, dudo. Se trataba de la deformación del término “artista” en “altista” para designar a aquellos creadores que, con una obra mediocre, y formación discreta, alardeaban ostentosamente de su producción. Decir de alguien, en petit comité, que era “un gran altista” lo situaba en una esfera donde nadie que se preciara deseaba entrar.
Sin embargo, y a pesar del escaso éxito de aquel palabro, tal vez convendría volver a forzar un desplazamiento de las consonantes líquidas del español. Esta vez no para los vinculados al arte, sino para quienes creen que hacen cultura. Así, en vez de decir que alguien es muy culto, podríamos afirmar que es “una persona curta” (sintagma que, vaya por dónde, en catalán se traduciría por “una persona corta”).
La “curtura” de cierta izquierda deja mucho que desear. No hace mucho tiempo la revista Archipiélago dedicaba un número a
Pero no pierdan el tiempo. Yo les regalo el que invertirían en encontrar lo que en esas páginas no existe. No hablan del movimiento filosófico y de pensamiento que originado en Francia con el nombre de Nouvelle Droite corrió como la pólvora por todo el territorio de la nación Europa, traduciéndose a diversas lenguas (Nueva Derecha, Nuova Destra…) e impregnando el significado de movimientos análogos que confluyeron en el tiempo y en el modo de analizar el periodo (Neue Rechte, New Right…). No, en absoluto. Hablan de George W. Bush y de Mariano Rajoy. De El Mundo y Libertad Digital.
Sorprende que escritores y revistas “curtos” muestren total inopia sobre el tema, y hablen de la “nueva derecha” ignorando que se trata de una denominación por completo acotada y que cualquier filósofo o politólogo habría de conocer. Porque si no fuera así, la “nueva derecha” sería la derecha de siempre. ¿O cómo llamarán a la de dentro de diez años? ¿“Recontranovísima derecha”? A ver si se enteran de una vez, pues encima nos querrán dar lecciones…