Encrucijada Popular

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El Partido Popular y, con él más de diez millones de españoles, se encuentra en una encrucijada. Desde fuera, como ciudadano de “a pie”, interesado en cuestiones políticas, da la sensación de que tantas tendencias, baronías y taifas no caben en un solo partido. De ahí, la necesidad de impulsar un proceso de refundación que, desde mi punto de vista, debería producirse en el próximo congreso de junio.

Es preciso que el PP aparque viejas formas despóticas del pasado, se democratice y otorgue a sus afiliados y militantes la voz y la palabra, parafraseando a Blas de Otero.

El PP ha sido muchas cosas y en él conviven multitud de familias, como mínimo, a saber: los demócratas-cristianos que, como decía mi admirado Campmany, son los únicos cristianos que se comen a los leones. También están los liberales realistas que renuncian a una buena parte de sus ideas por hacerse políticamente aceptables. Aparecen en el horizonte ideológico los de centro reformista que se hacen a cualquier situación y hacen de su tibieza, moderación y siempre son la solución menos mala. Por último, casi como especie a extinguir aparecen los conservadores, hombres y mujeres bien-pensantes, pero acomplejados por su pasado, que, incomprensiblemente les parece poco confesable.

Es imprescindible que la “no izquierda española” decida lo que quiere ser o mejor, lo que puede ser. Es preciso superar complejos, apartarse de lo “políticamente correcto”, y lanzarse a una acción decidida sin miedo a la libertad, al debate y al futuro.

El PP debe decidir quién y para qué. Debe, en definitiva diseñar un espacio, sin fisuras, donde toda la pléyade de familias políticas no social-demócratas quepa.

La coherencia en política es un valor y no puede defenderse, a un mismo tiempo, que no existe la nación catalana y aceptar la realidad nacional andaluza. No se puede criticar los modelos de financiación o de inversión lingüística vasco y catalán y aceptar el modelo balear, valenciano, gallego y andaluz, ya que todos ellos vulneran, de igual forma, los principios constitucionales más elementales.

Por todo lo expuesto, me parece transcendente que el debate y la confrontación se produzcan en el congreso de junio, con libertad e independencia, mediante la fórmula tradicional de un hombre igual a un voto, es decir bajo la fórmula democrática de unas primarias. Es posible que sea precisa la reforma de estatutos. Hágase, con carácter inmediato. La situación lo exige. De otra forma el votante popular quedará marginado a una oposición cómoda y eterna, que justificará el régimen político que los socialistas y separatistas han diseñado y están implantando. Un régimen fundamentado en el pacto de los separatistas con la Corona bajo la fórmula de un estado confederal. Un régimen en el que, con el sistema electoral actual, el PSOE se mantenga eternamente en el poder apoyado por mayorías artificiales. Un régimen en el que las taifas autonómicas perpetúen sus estructuras feudales. Un régimen de territorios y no de ciudadanos libres e iguales. Un régimen de discriminaciones permanentes, positivas y negativas, donde el título exigido para disfrutarlas sea el nivel de marginalidad que uno pueda demostrar. Un régimen de cigarras adormecidas, entontecidas y adiestradas en el soma de la educación para la ciudadanía. Un régimen, en definitiva, de hedonistas descreídos y acomodados en la subvención de los amigos y parientes y en el subsidio del estado, donde “la excelencia ponga de su bolsillo lo necesario para igualarse con el promedio” y donde la igualdad consista en la desigualdad de algunos frente a otros en función de la tierra en que cada uno haya nacido o trabaje.

Esto es lo que nos espera, por tanto es imprescindible que el PP reaccione y aglutine, bajo un modelo político mínimo y aceptable para todos, a la disidencia dispuesta a actuar y movilizarse contra lo que se nos viene encima.

Cómo diseñar este proyecto es asunto de otro día. Debemos recuperar la “ESPERANZA”.

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