Por mucho que se la denoste, es el futuro. Y tiene una enorme ventaja: nos va a librar de presentadores abrevados, políticos de relleno e influencers coñazos. Tele5 ha dado el primer paso al estrenar los servicios de Alba Renai, una Inteligencia Artificial especializada en asuntos de pedorrismo televisivo que sustituye a las dos o tres petardas que hasta ahora se encargaban de animar a la audiencia de programas tan decisivos como “Supervivientes” y parecidos. Eso que nos ahorramos. Por el mismo método, pronto y bien pronto caerán los opinólogos que desbordan las tertulias de mañana, tarde y noche en todas las cadenas. Total, para lo que se cuentan Elisa Beni, Alan Barroso o Afra Blanco, será suficiente con incluir una IA asexuada que repita como un loro lo que diga el gobierno, y con eso y un bizcocho hasta mañana a las ocho.
El asunto de los políticos a bulto en el Congreso y el Senado es mejor todavía. Sus señorías sirven para lo que sirven: votar lo que les diga su jefe de grupo, hacer mudo acto de presencia —de vez en cuando— en alguna comisión parlamentaria y cobrar a fin de mes. Para esos servicios basta y sobra con un monigote que ocupe el escaño y una IA que vote por ellos. Como al sueldo no van a renunciar nos seguirán costando lo mismo pero, al menos —y no es poca mejoría— nos ahorraremos verlos aposentar su inutilidad en la poltrona y aplaudir como focas cada vez que sus jefes suban al estrado o se interpelen entre bancadas. La democracia también es cuestión de estética y si la dignidad del parlamento es la del pueblo al que supuestamente representa —muy supuestamente—, por dignidad y por estética convendría cambiar en el pesebre a ganapanes por dominguillos tecnológicos, más que nada por guardar las apariencias.
Dicho sea lo último, por cierto, con todo mi respeto por los diputados que se curran el puesto. Aunque no lo parezca, algunos hay.