La división izquierda / derecha: ¿ocaso o transformación? (I)

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Uno de los temas que ha sido más evocado por los comentaristas políticos europeos durante los últimos años es la posibilidad o imposibilidad de superación de la división izquierda / derecha. Ha sido especialmente el caso en dos países de la Europa “latina”, Francia e Italia donde muchos observadores consideran que la vieja dicotomía es incapaz de responder a los nuevos desafíos sociales, culturales y civilizacionales. Desde finales de los años 2000, del 60 al 70% de los ciudadanos encuestados en estos países han opinado sin ambages que la democracia ha dejado de funcionar correctamente, y que no hay diferencias sustanciales entre los gobiernos de derecha y de izquierda. En España, la cuestión de la validez de dicha dicotomía ha sido hasta hoy casi totalmente desatendida por los académicos como por los llamados “expertos” de los grandes medios de comunicación. El panorama político de la Península no dejaba cabida a semejantes debates y dudas. Podemos nació con un cierto halo de transversalidad pero evolucionó rápidamente hacia un populismo de extrema izquierda, saturado de marxismo–leninismo e influenciado por un bolivarianismo venezolano purgado de cualquier contenido patriótico. El PSOE sigue manteniendo oficialmente una posición de izquierda reformista (socialdemócrata). El PP y Ciudadanos se sitúan respectivamente en el centro derecha (neoliberalismo–social) y en el centro izquierda (neosocial–liberalismo). Finalmente, se encuentra Vox, un partido tachado de extrema derecha por sus opositores (pero en realidad nacido bajo el signo inequívoco del liberalismo–conservador)[1] pero que apenas acaba de irrumpir en la arena política. La cuestión de la permanencia o del fin de la división izquierda / derecha parece por lo tanto abstracta, teórica, fuera de lugar y zanjada para la gran mayoría de los españoles (y aún no se sabe si definitivamente o temporalmente ¿?).

¿Cómo definir la izquierda y la derecha?
El punto de vista esencialista: la división no ha terminado

Spain is different” se decía antaño. Sin embargo, si se quiere entender la sorprendente y radical evolución político–social reciente de los países europeos (el nacimiento y desarrollo de numerosos movimientos populistas en la mayor parte del continente, la alianza gubernamental entre la Liga y el Movimiento 5 estrellas en Italia, las rebeliones/insurrecciones del pueblo contra las autoproclamadas “élites progresistas” como los “Bonnets rouges” y los “Chalecos amarillos” en Francia, el Brexit del Reino Unido, etc.) es necesario llevar a cabo una profunda reflexión intentando contestar seriamente a una serie de preguntas claves: ¿Qué es la derecha? ¿Qué es la izquierda? ¿Cuáles son los argumentos a favor y en contra de la tradicional división articulando la vida política de las democracias representativas modernas? Y finalmente: ¿Por qué la dicotomía izquierda / derecha está cada día más desacreditada en la opinión pública de los países europeos?

En realidad, más allá de la multiplicidad de definiciones de la derecha y de la izquierda, dos enfoques radicalmente diferentes se enfrentan: uno filosófico y otro histórico. El filosófico busca definir la esencia, la naturaleza íntima de los dos fenómenos; el histórico, es empírico y relativista, niega que sean absolutos aislados, independientes de situaciones contingentes (locales y temporales). El primer enfoque conduce a reforzar o consolidar la dicotomía tradicional y el segundo lleva a criticarla, cuestionarla o ponerla en duda[2].

El punto de vista esencialista ha sido defendido por numerosísimos autores en toda Europa: entre otros, por el francés René Rémond ó el húngaro–americano Thomas Molnar. Desde la derecha, hoy encontramos por ejemplo al antiguo consejero del ex–presidente francés Nicolas Sarkozy, Patrick Buisson, o al catedrático de Derecho Constitucional Jean–Louis Harouel. Desde la izquierda, los más conocidos son quizás el italiano Norberto Bobbio y el inglés Ted Honderich. En España, se puede citar, desde la izquierda, a Esperanza Guisan (La ética mira a la izquierda) y, en la otra vertiente, a Gonzalo Fernández de la Mora (La envidia igualitaria)[3]

En el sentido más convencional y vulgar de la palabra se suele equiparar la derecha a la estabilidad, la autoridad, la jerarquía, el conservadurismo, la fidelidad a las tradiciones, el respeto al orden público y a las convicciones religiosas, la defensa de la familia y de la propiedad privada. Se suele también repetir que la izquierda encarna la insatisfacción, la reivindicación, el movimiento, el sentido de la justicia, el don y la generosidad. 

Más, según cierta propaganda "progresista–liberal" y neo–marxista, la derecha sería la reacción contra la Ilustración, contra el Progreso, la Ciencia, la Igualdad, el Humanismo (dioses escritos siempre con mayúsculas). La derecha y la izquierda reflejarían el eterno conflicto entre los ricos y los pobres, los opresores y los oprimidos. Pero si se investiga más seriamente el tema, esta identificación de la derecha política con la derecha económica, o de la derecha de convicción con la derecha de intereses, muy extendida en los medios de comunicación, se revela un mito, una falsedad propagandística. Lo saben muy bien los lectores de Wilfredo Pareto familiarizados con su famosa tesis sobre la colusión entre los plutócratas y los revolucionarios (tenemos los ejemplos diáfanos de los actores y herederos de la Revolución Francesa, y hoy en día basta citar al magnate multimillonario y especulador financiero George Soros para aclarar suficientemente el tema). De hecho, en Europa ha habido siempre una derechailiberal o antiliberal, tradicional, social y anticapitalista, que no solo afirma su compromiso con la comunidad nacional pero que también defiende la justicia social. Y paralelamente ha habido también en la historia de Europa una izquierda socialista defensora a la vez del republicanismo, del laicismo, y de la patria o de la nación.

¿Cuáles son las oposiciones convencionales entre izquierda y derecha?

El punto de vista esencialista favorece siempre la “idea” más que la "existencia", la realidad y los hechos. Se desarrolla a varios niveles de análisis los cuales son más o menos sofisticados. Conviene citar aquí una serie de oposiciones muy conocidas:

  1. Primero, existiría el pesimismo de la derecha frente al optimismo de la izquierda. El realismo y el sentimiento trágico de la vida versus el idealismo, el sentimentalismo buenista y el triunfalismo de la buena conciencia. Según esta premisa habría dos temperamentos que se opondrían siempre: los conservadores contra los progresistas.
  2. A otro nivel de análisis algunos afirman que existen dos posiciones metafísicas: la trascendencia y la inmanencia. Por un lado los que defienden a Dios y por otro los que deifican al hombre. Se suele oponer la metafísica cristiana y la correcta lectura de los Evangelios a las grandes herejías y utopías falsificadoras del cristianismo, al gnosticismo (el Dios del mal frente al Dios del bien) y al milenarismo. Habría en el fondo la luz y la oscuridad, el bien y el mal pero, por supuesto, estocada uno de los dos bandos de derecha o izquierda los interpreta y define a su manera.
  3. Según otros autores, existiría, por un lado, la derecha que cree en la naturaleza humana sin cambios y, enfrente, la creencia de la izquierda en la perfectibilidad indefinida del hombre (un hombre por supuesto impecable, no manchado por el pecado original como lo enseña el cristianismo). Existiría la derecha que cree en el orden natural frente a la izquierda que cree en la razón universal; la derecha que tiene una visión holística de la sociedad frente al enfoque individualista de la izquierda (ese individualismo excesivo habría aparecido después de la Revolución francesa y explicaría la reacción colectivista y totalitaria ulterior del marxismo); existiría el organicismo de la derecha (es decir la sociedad que se desarrolla como un árbol con raíces y ramas que no se pueden cambiar impunemente conforme a la voluntad de cada cual) frente al mecanicismo de la izquierda (es decir la sociedad que funciona como un reloj con la posibilidad de cambiar y modificar sin límite cada una de las piezas).
  4. Existiría por otra parte la derecha que defendería la ética familiar y comunitaria frente a la izquierda obsesionada por la liberación de la moral y de las costumbres.
  5. Existiría el aristocratismo espiritual (que no se debe confundir con el aristocratismo social o material) y el sentido de la libertad típico de la derecha frente al igualitarismo nivelador y materialista de la izquierda; en otros términos: la calidad frente a la cantidad.
  6. Existiría la pasión por la unidad de la derecha (con su llamada a la unión de la comunidad nacional) contra el espíritu de división de la izquierda (con su permanente reactivación de la lucha de clases).
  7. Existiría la visión conflictiva o polemológica del mundo, característica de la derecha, frente al sueño del futuro radiante de la humanidad, frente a la utopía del "hombre nuevo" de la izquierda (por supuesto no se trata aquí del hombre nuevo deseado por el Dios cristiano sino del hombre nuevo perseguido por los totalitarismos modernos – el marxismo–leninismo, el nacional–socialismo racista y el neoliberalismo–mundialista). Y aquí nos encontramos de nuevo con las herejías cristianas, la gnosis y la negación del pecado original.
  8. Finalmente, existiría la pelea eterna entre lo viejo y lo nuevo. Y de paso conviene mencionar aquí que algunos autores no dudan incluso en ver un marcador de la derecha en la defensa de la lengua. Como si los maestros de las escuelas públicas de antaño, a menudo republicanos, laicistas, socialistas, “progresistas” y nacionalistas, no fueran en realidad más que reaccionarios o derechistas ignorados.

En resumen, desde el punto de vista esencialista hay siempre una derecha y hay siempre una izquierda. Algunos, como el francés Jacques Anisson du Perron, van muy lejos en esa reflexión. Parten de la premisa o axioma intangible: "la derecha siempre ha existido desde que se confundió con la organización política de las civilizaciones tradicionales. Y por el contrario, la izquierda ha aparecido sólo en los tiempos modernos...». Según este criterio maximalista estaríamos condenados eternamente a vivir y conocer dos concepciones opuestas del mundo y de la vida, y en un nivel inferior, habría dos formas de psicología o de temperamento.

Quizás no sea inútil recordar aquí que el matemático y disidente ruso Igor Chafarevich decía que, desde un punto de vista filosófico, el socialismo ha existido siempre como tendencia específica de las sociedades humanas (y que no solo apareció históricamente en el siglo XIX). Y no olvidemos tampoco que Nicolas Berdiaev decía lo mismo del nacionalismo o patriotismo (los cuales a pesar de lo que pretenden los ignorantes y demagogos tienen una buena parte de historia común en sus formas modernas: nacieron primero en la izquierda, a principios del siglo XIX, y pasaron luego parcialmente en la derecha, a finales del siglo XIX).

Dicho esto, conviene subrayar que la mayoría de los autores “esencialistas” insisten en el carácter diverso y plural tanto de la derecha como de la izquierda. Ponen en evidencia, con acierto, que no hay una derecha y una izquierda, sino derechas e izquierdas. Pero se debe subrayar que no hay consenso entre ellos a la hora de definirlas o clasificarlas. Así, por ejemplo, el catedrático democristiano francés René Rémond distinguía tres derechas: tradicionalista, liberal y nacionalista; y tres izquierdas: libertaria, autoritaria y marxista. Pero otros autores (como el socialista israelí Zeev Sternhell) distinguían dos derechas: radical/revolucionaria y conservadora, y dos izquierdas: progresista y revolucionaria y otros (como el monárquico tradicionalista Stéphane Rials) veían al contrario sólo una derecha tradicional y cuatro izquierdas: autoritaria-nacionalista, liberal-burguesa, anarco-libertaria y social-marxista. Más recientemente, otros autores (como Marc Crapez, el especialista de la izquierda nacionalista o “reaccionaria”) han señalado la existencia de una buena docena de tendencias de derechas y de izquierdas y han desacreditado o quitado mucho valor e interés a las clasificaciones con carácter pedagógico y académico.

¿Por qué y cómo se critica la división izquierda / derecha? El punto de vista histórico-relativista

Históricamente, la división derecha/ izquierda tiene apenas un siglo o un siglo y medio de antigüedad. Esa es la prosaica realidad. Después de la Revolución Francesa y durante décadas, la división u oposición se limitó a una cuestión de lenguaje parlamentario (los partidarios del poder ocupaban los escaños de la derecha y la oposición los de la izquierda). Por cierto, como bien dijo Gustavo Bueno “En las Cortes de Cádiz no hay derecha e izquierda”. La mítica división es en efecto bastante reciente. En la opinión pública, su nacimiento se remonta a penas a los años 1870, 1900 y quizás aún más tarde, a los años 1930. Por lo tanto, el gran conflicto cíclico entre la derecha eterna y la izquierda inmortal tiene poco más de un siglo. Como decía acertadamente Julien Freund en 1986, “es una división esencialmente europea e incluso localizada en los países latinos, aunque, haya sido recuperada hace poco por los países anglosajones”.

Para el historiador de las ideas políticas, es bastante fácil demostrar que los valores de la derecha y de la izquierda no son inmutables, que los cruces o intercambios de ideas han sido y siguen siendo constantes. Las derechas son diversas y plurales como las izquierdas, y eso explica sus permanentes conflictos y divisiones. Las derechas y las izquierdas son universalistas o particularistas; globalistas/mundialistas y defensoras del libre comercio o patrióticas y anticapitalistas; centralistas y jacobinas o regionalistas, federalistas y separatistas; atlantistas, occidentalistas y europeístas (partidarias de una Europa federal) o nacionalistas, europeístas (defensoras de una Europa de las naciones) y/o no tercermundistas; son individualistas, racionalistas, positivistas, organicistas, mecanicistas, ateas, agnósticas, espiritualistas, teístas o cristianas. No existe una definición intemporal ni de las derechas ni de las izquierdas que se aplique en todos los lugares y en todos los tiempos. Derechas e izquierdas sólo pueden definirse históricamente en relación con períodos y problemas que surgen en un momento dado.

Es muy fácil mostrar que los principales temas políticos se mueven constantemente de izquierda a derecha y viceversa. Creo haberlo hecho ampliamente en mi libro Droite / Gauche, pour sortir de l’équivoque.[4] Es el caso del imperialismo, del colonialismo, del racismo, del antisemitismo, del antisionismo, de la antimasonería, del anticristianismo, del anticatolicismo, del antiparlamentarismo, de la crítica del modelo demo–liberal, del tecnocratismo / antitecnocratismo, del maltusianismo / antimalthusianismo, del federalismo, del centralismo, del antiestatismo, del regionalismo y del separatismo, del ecologismo, de la acusación contra los derechos humanos y el derecho de injerencia (acuérdense de las críticas del liberal antifascista italiano Benedetto Croce, del socialista Harold Lasky o del nacionalista el Mahatma Gandhi); es también el caso de la denuncia de la Ilustración, , del anticapitalismo, de la defensa de la soberanía y de la identidad de los pueblos, del anti–inmigracionismo[5], de la preferencia nacional, de la islamofilia e islamofobia (que por cierto no deben confundirse con la arabofilia y arabofobia), del patriotismo, del nacionalismo, del soberanismo, de la eurofilia y eurofobia, de la Rusofilia y Rusofobia, de la alianza con el Tercer Mundo, del antiamericanismo (crítica del imperialismo estadounidense), etc., etc. Todos, absolutamente todos estos temas escapan al obsesivo debate entre la derecha y la izquierda. Muchos de ellos siguen oponiendo y dividiendo no solo los partidos sino también adentro de los partidos. Y así se entiende mejor que las uniones o alianzas de las derechas o de las izquierdas hayan sido y son siempre frágiles, volátiles y provisionales. Esto sin olvidar por supuesto el peso a la vez de los egos, habitualmente sobredimensionados, de los líderes políticos, de sus intereses y de sus planes de carreras divergentes y antagónicos.

(Continuará)

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