Que los políticos no nos tomen el pelo

Toda la verdad sobre la investigación con células madre

Está siendo uno de los amuletos de la campaña electoral: apostar por la ciencia en España pasa por apoyar la investigación sobre células madre. Resultado: se abre la veda para la caza del embrión. Pero la experimentación con células madre embrionarias está siendo abandonada por inviable. Lo explica Nicolás Jouve de la Barreda, catedrático de Genética en la Universidad de Alcalá de Henares. Cuando otros están de vuelta, nosotros vamos. ¿Adónde? A ningún lado. Que no nos engañen.

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NICOLÁS JOUVE DE LA BARREDA
 
Al escuchar en estos días de campaña electoral los debates de unos y otros políticos sobre el asunto de la investigación con células madre, he llegado a la conclusión de que o no saben de lo que hablan o, peor aún, lo saben y ocultan datos al atribuir de forma infundada unos resultados a lo que no son más que objetivos inconclusos o investigaciones poco maduras.
 
De forma irresponsable se utiliza la ciencia y se engaña a la gente al asociar unos resultados inexistentes a toda investigación con células madre y atribuir éstas de forma exclusiva a los embriones, ocultando la existencia de células madre no embrionarias (cordón umbilical, células amnióticas y cerca de 200 tejidos somáticos de adulto), que son las que realmente ofrecen las mejores expectativas, por su crecimiento moderado y ausencia de rechazo. Es irresponsable la manipulación de la verdad y sobre todo la creación de unas esperanzas infundadas al jugar con los sentimientos de tantas personas aquejadas de enfermedades degenerativas, ansiosas de encontrar una solución a sus dolencias o a las de sus familiares (Alzheimer, Parkinson, diabetes, etc.).
 
Esto lo empezó el PP y el PSOE lo ha agravado
 
Lo primero que hay que recordar es que en España la investigación con células madre embrionarias la trajo el Partido Popular cuando, en el año 2003, nos regaló la Ley 45/2003, conocida como la “Ley 3+3”, que trataba de corregir en algunos aspectos la vieja Ley de Reproducción Asistida de 1988. La reforma del 2003 partía de un principio bien intencionado, el de la limitación a 3 embriones producidos y 3 implantados, lo que por fin pondría freno a la escalada de la congelación de embriones producidos mediante las técnicas de fecundación in vitro. Sin embargo, ante la insistente demanda de algunos investigadores (entre ellos el actual ministro de Sanidad), se abrían por primera vez las puertas a la investigación con células procedentes de embriones en la legislación española.
 
La utilización de los embriones congelados y abandonados (en aquel entonces se hablaba de unos 200.000) se ofrecía como una “salida” al problema de qué hacer con la barbarie de los embriones sobrantes artificialmente mantenidos en los congeladores de los centros de reproducción asistida. Aquella ley prohibía la creación de nuevos embriones para un uso distinto al reproductivo, pero rebasaba con creces las necesidades de investigación en un campo que, por otro lado, no estaba dando ningún resultado. Casi cinco años después seguimos sin ver la utilidad de los embriones.
 
Aquella reforma le pareció poco al actual gobierno del PSOE, que decidió sacar su Ley de Reproducción humana asistida y de investigación con embriones humanos con fines terapéuticos para terceros (Ley 14/2006), y sobre todo la Ley de Investigación Biomédica (Ley 14/2007), por las que se eliminaban las limitaciones arriba indicadas, se autorizaba y promovía la utilización e incluso la creación de nuevos embriones con fines de investigación y se establecía la “transferencia nuclear”, impropiamente denominada “clonación terapéutica”, al tiempo que se prohibía la práctica de la clonación reproductiva.
 
Hay que recordar que la transferencia nuclear consiste en la “producción de embriones” utilizando el núcleo celular (la información genética) de una célula somática en sustitución del núcleo de un ovocito no fecundado. Es decir, se produce un embrión con la información genética del donante del núcleo. Esto en puridad no es otra cosa que clonación reproductiva, contradictoriamente prohibida por la misma ley, ya que es la técnica por la que ya en los años sesenta se llegaron a clonar ranas y más tarde mamíferos, con el dato más significativo de la famosa oveja Dolly y, por si a alguien se le ha olvidado, con el “meritorio” incidente del fiasco de la falsa clonación humana que protagonizó el coreano Hwang Woo-suk en 2005, hoy desprestigiado y expulsado de la Universidad de Seúl.
 
Lo que está en juego no es la investigación, sino los embriones
 
La oposición a la investigación con células madre embrionarias no significa oposición a la investigación, ni siquiera oposición a la investigación con células madre, sino oposición a la utilización de los embriones, que naturalmente son destruidos sin remisión al extraer sus escasas células. Es por eso por lo que en la gran mayoría de los centros de investigación en los que se desea obtener una fuente de células pluripotentes para curar enfermedades degenerativas, como las indicadas más arriba, lo que se está haciendo es buscar alternativas.
 
Las razones son en primer lugar éticas, dado que en la conciencia de muchos investigadores existe la certeza de que un embrión humano es una vida humana en su estado inicial de desarrollo, y esto no es una cuestión de creencias religiosas, sino un hecho científicamente demostrado, dado que nadie en su sano juicio y con un mínimo de conocimientos duda de que el cigoto (embrión de una célula) es la primera realidad corpórea del ser humano. A ello se añaden problemas técnicos por la excesiva capacidad proliferativa de las células embrionarias (riesgo de formación de tumores) y las diferencias del sistema genético de compatibilidad inmunológica (problema de rechazo). Si esto no lo entienden los políticos habrá que explicárselo, primero para que lo sepan y después para que no se enzarcen en dialécticas demagógicas y engaños a la sociedad, y sobre todo para que no se precipiten en la aprobación de leyes injustas e inútiles. 
 
La precipitación legislativa en España es manifiesta cuando constatamos que cuando en otros países se abandona la investigación con embriones, aquí se aprueban leyes para institucionalizarla. Baste recordar que casi al mismo tiempo, a finales de noviembre pasado, dos grupos de investigación de las universidades de Kyoto (Japón) y Wisconsin-Madison (EEUU) publicaron el espectacular resultado de unas investigaciones que suponen una alternativa a la utilización directa de las células madre. Consiguieron reprogramar células de piel y fibroblastos, por tanto células somáticas y no embrionarias, para que se comportaran como si fueran células madre que, debidamente cultivadas, demostraban una capacidad extraordinaria de originar células cardiacas, óseas, neuronas o de cualquier otra de las más de 200 especialidades celulares humanas.
 
Es decir, que cuando otros están de vuelta nosotros todavía vamos.

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