¿Quién no recuerda aquellas mozas que en nuestra pubertad inflamaban nuestras pasiones, pero no nos permitían apagarlas, haciéndonos regresar a casa con un considerable dolor en salva sea la parte?
La noche del pasado martes, 10 de octubre, el President envió a su casa en ese mismo estado a miles de catalanes congregados en las calles.
La declaración de independencia se debería llamar la DIU en lugar de la DUI, aunque... ni siquiera, porque es que no ha hecho falta ni siquiera un contraceptivo. Todo se ha quedado en una ejaculatio ante portas.
No, que tampoco ha llegado a eso: la cosa ha quedado en un terrible energía libidinal frustrada.
¡Cuánto podría escribir Sigmund Freud acerca de esto!
¿Y si la Pulsión de Eros, al quedar malograda, se canaliza en una Pulsión de Tánatos?
¿Y si ese Todestrieb –seguimos en términos freudianos– se dirige al objeto de la ira, al responsable de semejante aborto?
Recordemos lo que narra Freud en Tótem y Tabú: la horda primal lincha al Padre Primigenio porque éste les mantiene en un estado de castración.
No está bien jugar con las ilusiones de un pueblo de esta manera.