Cuenta la historia que tal día como hoy de 1698, Inglaterra, Francia y Holanda firmaron un tratado en La Haya, donde, ante la debilidad de un enfermizo Carlos II, se repartían el imperio español como si fuera un solar.
Afortunadamente, sus planes no se llevaron a cabo, ya que el rey tuvo un inesperado gesto, apoyado por el pueblo, que desembocó en la Guerra de Secesión y en el cumplimiento de lo establecido en su testamento.
El periodista Carlos Cuesta, sin duda uno de los mejor conectados con las altas esferas de Moncloa, publicaba el lunes que Mariano Rajoy ofreció a Carles Puigdemont, a través de intermediarios, una reforma constitucional extremadamente favorable para los intereses secesionistas si renunciaba a la declaración de independencia; de no aceptarlo, sería su procesamiento.
Éste es el contenido de la propuesta de reforma constitucional ofrecida a Puigdemont, que cuenta con el visto bueno del PSOE, en caso de que se retracte de la declaración de independencia:
· Cataluña es una nación constituida como Estado libre asociado al reino de España para seguir en la Unión Europea y no perder sus privilegios.
· Nuevo modelo de financiación similar al cupo vasco-navarro. Agencia Tributaria, Seguridad Social y Sistema de Pensiones propios. Las ventajas fiscales supondrían al resto de España un déficit de 60.000 millones de euros anuales.
· Representación exterior propia con embajadas catalanas independientes de las de España en todos los países y organismos internacionales. Cataluña sería una nación diferente de España a estos efectos.
Las dudas de Puigdemont estriban en que dicho cambio constitucional debe ser aprobado en referéndum en toda España, y, aunque gozaría del apoyo del PP, PSOE y Podemos en el Congreso junto con todos los medios a su servicio, no tiene garantías de salir adelante en un referéndum, por lo que Puigdemont exige que sea aprobado en el Parlamento sin ser sometido a referéndum.
Si el tema sale adelante, se trataría obviamente de la mayor traición a España desde la que perpetró el conde don Julián en la batalla de Guadalete hace 1306 años y que supuso ocho siglos de ocupación musulmana.
Todo lo anterior está en la línea seguida por Rajoy, quien no ha movido un solo dedo para restablecer el orden constitucional y la ley en Cataluña, dejando indefensos a los catalanes no nacionalistas y haciendo caso omiso del mandato imperativo del rey, cuya intervención televisiva intentó impedir hasta el último momento sin éxito.
El lunes pasado mandos de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado informaron al Gobierno que un equipo de intervención de élite podría detener sin problemas a los líderes sediciosos en una operación realizada de madrugada y trasladarlos a los calabozos de la Audiencia Nacional. Rajoy se negó en redondo a detener a los sediciosos y hoy el riesgo de enfrentamiento armado y civil es un hecho.
Sin embargo, con Rajoy esperando que un milagro arregle lo que él no ha sido incapaz de hacer, este milagro parece que por fin se está produciendo.
De la misma manera que el 2 de mayo de 1808, ante un rey felón, un gobierno y una cúpula eclesiástica postrados ante Napoleón fue el pueblo quien salvó a España, de nuevo el pueblo ha reaccionado: con indignación, hasta límites nunca vistos, por la impunidad y el desprecio a la ley en que se mueven los sedicioso; y con temor ante las devastadoras consecuencias económicas de la sedición.
Los ahorradores y consumidores han conseguido detener la sedición temporalmente, pero probablemente no podrán impedir que finalmente haya víctimas de este despropósito cuyo máximo responsable es Mariano Rajoy, y que ahora, junto con Sánchez, negocia la mayor traición a España jamás vista.
Rajoy está tolerando que, nuevamente en España, unos golpistas hagan saltar la democracia por los aires para imponer una tiranía.
Exijo a mi partido, Ciudadanos, por los hechos irrefutables acaecidos y ante la deslealtad manifiesta, que le retire el apoyo parlamentario a este infame personaje, que deberá ser procesado por traidor en un futuro próximo, y convocar elecciones generales.
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