Hablar hoy de un voto católico no es ni realista ni adecuado.
Aparentemente, algo se mueve en la derecha española: Aznar marca su territorio en FAES y señala distancias con el PP de su heredero Rajoy; VOX se presenta en la cumbre identitaria (o de derecha alternativa, según se mire) de Coblenza, organizada por la líder de AfD Frauke Petry, reclamando un lugar bajo el sol; antiguos parlamentarios del sector denominado “pro-vida” del Partido Popular, caso de Ángel Pintado, se duelen por su exclusión en listas al Congreso y al Senado, así como del alejamiento de su partido de la defensa de la familia y la vida; la Red Floridablanca convoca un seminario inequívocamente liberal-conservador dirigido a jóvenes afines; el lobby Hazte Oír acentúa su presión en redes sociales y se lamenta por la inexistencia de una derecha operativa; se reflexiona, en publicaciones situadas en su periferia, en torno a los populismos; etc.
Se le echa de menos, se le busca, se le interroga, pero, ¿existe realmente?
Además, esta supuesta derecha: ¿es católica?, ¿inevitablemente católica? Pero, ¿católica “cultural”?, ¿confesional?
Ciertamente, algunas voces muy cualificadas, caso del ex-político catalanista Josep Miró i Ardèvol, vienen reivindicando, desde su portal ForumLibertas , la necesidad que tiene España de una presencia activa de políticos inequívocamente cristianos, por lo que ha promovido diversas iniciativas orientadas a la regeneración moral de la sociedad desde su blog Liberación, la activa asociación e-Cristians y el propio portal.
Otras voces hablan incluso de “voto católico”, sin diferenciar derecha e izquierda. Así, el comentarista de Hispanidad.com Andrés Velázquez calificaba contundentemente como "fracaso de los partidos católicos" los resultados obtenidos por las pequeñas formaciones que en las elecciones del 20-J se remitieron, en algún modo, a los llamados “Principios no negociables” enunciados por san Juan Pablo II. No en vano, esos pequeños partidos defensores de la vida, la familia, la libre enseñanza y el bien común, sumaron peores resultados, todavía, que en diciembre de 2015. El entonces liberal-conservador VOX quedó en el puesto 16.º de todos los concurrentes con 46.781 votos (el 0,20% del total); cuando en diciembre de 2015 le votaron 58.114. El SAIN (Solidaridad y Autogestión Internacionalista) por su parte, sumó apenas 3.221 votos (el 0,01% del total), cuando en las de diciembre obtuvo 4.400 votos. En cualquier caso, unos datos mínimos e irrelevantes.
Concurre además otro factor: ¿no hay católicos que voten al Partido Popular o FE de las JONS, entre otros posibles? No olvidemos que existe una corriente interna en el PSOE denominada Cristianos Socialistas. ¿Y Podemos? Recordemos, por ejemplo, cómo Juan Bosco Martín Algarra destacaba en una de sus crónicas que “Entre los datos curiosos que arroja la última encuesta del CIS de febrero [de 2016], se encuentra una especialmente llamativa: los votantes de Podemos más practicantes, que van a misa no sólo los domingos sino también entre semana, son más que los votantes del PP que hacen lo mismo”.
En definitiva, hablar hoy de un voto católico no es ni realista ni adecuado; pues es un concepto equívoco, apenas operativo y nada incluyente. No en vano, desde el Concilio Vaticano II, el esquema tradicional que el “Pueblo de Dios” presentaba en España fue por completo desmantelado. La masa de fieles venía siendo estructurada por unos movimientos sectoriales de Acción Católica muy potentes; unos grupos especializados que elegían y cultivaban a los mejores, caso de la ACNP; y una jerarquía que con el clero y las órdenes religiosas, se presentaban básicamente unánimes en todo tipo de cuestiones: sustanciales e, incluso, accesorias. Todo aquello se acabó. Para bien y para mal.
Si no puede hablarse propiamente de “voto católico”, tampoco es posible remitirse a una “derecha católica”, por las mismas razones que hemos visto. La cuestión decisiva, entonces, es: ¿existe una derecha en España? Efectivamente, en el siglo XX español existieron potentes derechas: la fascistizante, la histórica tradicionalista-carlista, una puntual alfonsina autoritaria, la democristiana de larga y contradictoria evolución, la mínima republicana-conservadora, las transmutadas nacionalistas vasca y catalana, la sinuosa centrista-liberal… Pero ¿hoy?
Hace ya unos años, el prestigioso historiador Stanley Payne aseguraba que la derecha española, en términos históricos, había desaparecido. Al ser interrogado acerca de la supuesta audacia intelectual de las izquierdas y del rol de los discrepantes, respondía así: “Es curioso porque actualmente existe sólo un lado. La derecha, en términos históricos, ha desaparecido, no se puede hablar de derechas, hay que referirse a la ‘no izquierda’. Los valores ideológicos morales de la derecha histórica han desaparecido en cuanto a conceptos como la religión, el nacionalismo extremista y lo autoritario. Pero la ‘no izquierda’ sí existe; es una entidad amorfa, democrática, práctica y tolerante, que no acepta los mitos de izquierdas”. Son éstas unas afirmaciones que pasaron casi desapercibidas y que hoy mantienen una vigencia dramática, dado el desasosiego y la evidente desmoralización de algunos sectores de votantes en España; que o no votan o lo hacen resignadamente al Partido Popular u otras formaciones que perciben como más afines, según el temperamento de cada uno y los valores racionalizados como decisivos en cada votación.
Decíamos al principio de este artículo que “algo se mueve”. Pero, según fuentes muy autorizadas, y Stanley Payne no es la única, ya no existe una derecha política en España. ¿Es así? ¿Qué ha pasado? ¿Ha triunfado definitivamente el radical-progresismo en sus diversas formulaciones?
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