El último barómetro del CIS indicaba que el 52% de los españoles considera a Podemos un partido de extrema izquierda. El auge de Ciudadanos alimenta un cierto complejo de inferioridad de los votantes de Podemos. Es el partido de Albert Rivera el que disputa la centralidad política al de Pablo Iglesias. Pero ya sabemos que el centro, en política, es la nada.
Podemos está fracasando en uno de los ejes vitales de su discurso: alejarse de la izquierda. Desde su nacimiento, la formación de Pablo Iglesias ha luchado por no ser situada como un partido de izquierdas, sino como un partido… “de la gente”, un ente transversal que acoja a votantes de cualquier posición y que no produzca rechazo en ningún sesgo ideológico. Pablo Iglesias siempre ha considerado la izquierda un lugar nocivo en la política española que imposibilita ganar las elecciones. A tenor de lo expresado por los ciudadanos en el último barómetro del CIS, no ha logrado este cometido. Un 52% de los españoles sitúa a Podemos en la extrema izquierda. El mayor porcentaje desde que, en octubre de 2014, Podemos comenzó a aparecer en el CIS en la pregunta relativa al posicionamiento ideológico.
Todos los miembros y portavoces del partido han intentado manejar el discurso de la centralidad, de la moderación y de la desideologización para intentar atraer votantes temerosos que rehuían de la izquierda. Desde que en mayo en las elecciones europeas consiguieran cinco escaños han ido suavizando el mensaje y las medidas hasta hacerlas completamente asumibles por la socialdemocracia actual, no la de los años 80, a la que Pablo Iglesias aspiraba en un principio. El programa de mínimos con el que se presentaron en los comicios europeos se ha ido descafeinando hasta hacerlo irreconocible. Paradójicamente esa deriva hasta el centro, que no a la centralidad, no ha sido percibida de esta manera por la ciudadanía, ya que en los últimos meses la ubicación ideológica de Podemos en la extrema izquierda ha ido aumentando de manera muy importante por cada barómetro que aparecía publicado. En Octubre de 2014, el 39,2% de los ciudadanos situaba al partido morado en el polo más escorado a la izquierda. En enero de 2015 ya eran el 42,6%, un número que aumentó en el barómetro de abril de 2015 hasta el 48,3%. Hasta que finalmente en la última encuesta se situaba en el 52%. Una subida de 13 puntos porcentuales desde octubre de 2014 a pesar de los denodados esfuerzos de todos los miembros de Podemos por evitarlo.
El posicionamiento de Podemos y la moderación del discurso
Pablo Iglesias analizó el lugar del espectro que Podemos debía adoptar. Para ello realizó una interpretación de lo que es la centralidad del tablero y el centro ideológico argumentando que ambos no tenían por qué coincidir. Para el líder de Podemos lo que hoy en día es la centralidad del tablero es el fin de la austeridad.
«Ocupar la centralidad del tablero y establecer los términos del debate de país con un relato ineludible para el resto de actores, que se ven obligados a posicionarse al respecto, es la aspiración de cualquier opción política que pretenda ganar las elecciones. Sin embargo, esa centralidad no tiene por qué coincidir con lo que en el pasado se llamó ‘centro ideológico’ y que sólo puede explicarse en un contexto en el que conservadores y socialdemócratas pueden diferenciar sus propuestas. Hoy, por el contrario, la centralidad está marcada por lo que señalaba ZP; un proyecto económico redistributivo frente al dogmatismo de la austeridad».
Este principio contra la austeridad encontraba acomodo en amplios sectores de la ciudadanía que, harta de varios años de estrecheces y recortes, encontraron en el discurso de Podemos el altavoz de sus anhelos. Sin embargo, tras las elecciones europeas la campaña del miedo contra el partido y la aparición de otros actores como Ciudadanos han empujado a Podemos hacia unos posicionamientos que el mismo Pablo Iglesias eludía y evitaba a toda costa. En un artículo de Público en mayo de este año el líder de Podemos alertaba del riesgo de identificar la centralidad con otro modo de ver la política.
«Lo que es más llamativo es que, en los últimos meses, se ha abierto paso una nueva perspectiva entre sectores políticos con simpatías hacia Podemos, que parte de un cierto complejo de inferioridad respecto al auge de Ciudadanos. Para estos sectores, pareciera que la centralidad se identificara con discursos que buscaran un trato más amable por parte de los medios de comunicación y con una imagen de respetabilidad fundamentada en no dar miedo ni a las élites económicas, ni a una mayoría social básicamente conservadora, tibia y renuente a los cambios. Esta noción de centralidad se acerca peligrosamente a la noción de “centro ideológico”. La peligrosidad de tal acercamiento no reside en ninguna valoración negativa de ese espacio ideológico “ni de izquierdas ni de derechas”, sino en la constatación de que en ese terreno Podemos tiene todas las de perder».
Este análisis de Pablo Iglesias se contradice con los hechos. Desde el gran resultado electoral de las europeas. Podemos ha renunciado a multitud de medidas con las que se perseguía, precisamente, buscar esa imagen de respetabilidad que no diera miedo a las élites. En noviembre de 2014 el partido de Pablo Iglesias presentó el documento económico base que serviría como borrador para sus medidas. En este documento se produjeron importantes modificaciones de aquellas medidas que en un principio más recelo habían despertado entre aquellos actores de la sociedad con mayor capacidad de influencia. Se eliminó la nacionalización de sectores estratégicos que aparecía de manera contundente en el programa de las europeas, se renunció a la edad de jubilación a los 60 años y se cambió la Renta Básica Universal por un subsidio similar a la Renta Mínima de Inserción como las que ya existen en todas las CCAA. Además en ese documento de noviembre se eliminó la medida estrella que buscaba esa lucha contra la austeridad, con la que se buscaba la centralidad del tablero positiva para Podemos: la auditoría de la deuda para declararla ilegítima.
Este viraje hacia la socialdemocracia a finales de año de 2014 se produjo en un contexto en el que todavía Ciudadanos no había aparecido en las encuestas como un actor a tener en cuenta. Por lo que Podemos era la única opción viable por la ciudadanía como elemento regenerador de la política que podía manejarse con soltura en la transversalidad sin miedo a que le situaran en la extrema izquierda y con posibilidades de dar el sorpasso al PSOE. Sin embargo, en enero de 2015 una encuesta de Metroscopia para El País cambió el panorama. El estudio demoscópico del diario de Prisa situó por primera vez a Cs como una opción a tener en cuenta en el panorama electoral español al darle un 8% de voto. A partir de esa publicación en El País el partido de Albert Rivera comenzó a tener un espacio importantísimo en la agenda pública que les hizo crecer hasta consolidarse en las elecciones andaluzas y así disputar la centralidad a Podemos pero con un discurso más moderado, más amable, y mejor valorado por los grandes medios, que ineludiblemente ha acabado por desplazar al partido de Pablo Iglesias a la extrema izquierda de la que tanto habían huido sus dirigentes.
El fracaso estrepitoso del órdago de Alexis Tsipras a la Unión Europea con el referéndum y la firma del posterior acuerdo, que acata unos postulados de austeridad, tampoco ha beneficiado ese intento de posicionarse en esa centralidad del tablero deseada. La defensa que Pablo Iglesias hizo del acuerdo firmado por Alexis Tsipras impide que ahora se presente con fiabilidad como un actor contra la austeridad. Además, ese apoyo a ultranza ha permitido a sus adversarios asociar los problemas en Grecia derivados de la negociación con una política del miedo, que ahora sí, comienza a ser efectiva.
El barómetro del CIS publicado esta semana es más grave para la dirección de Podemos en lo que respecta al posicionamiento ideológico de su partido por los españoles que por la exigua merma de apenas un punto en intención de voto. El panorama con el que el partido de Pablo Iglesias encara la recta final electoral es el más temido y menos propicio para la cúpula de Podemos. El miedo funciona mejor cuando la derecha mediática ha logrado convencer a la ciudadanía de que lo que se presentaba como alternativa es una peligrosa opción de extrema izquierda. Y parece que lo han conseguido.