Para 2014, Francia ha establecido, según la web Datos Macro, su salario mínimo interprofesional en 1.445 euros mensuales o, lo que es lo mismo, 17.340 euros anuales. Con el objetivo de mejorar la capacidad adquisitiva de los ciudadanos, el Gobierno socialista de François Hollande fijó para este año una subida del 1,05% a pesar de que el Índice de Precios al Consumo se elevó hasta el 0,7%.
Mientras, en España, el salario mínimo es de tan sólo 753 euros al mes. Y, a diferencia del país vecino, el ejecutivo de Mariano Rajoy lo ha congelado con respecto a 2013, sin importar que el Índice de Precios al Consumo subiera un 0,3%. Dicho de otro modo, además de tener uno de los salarios mínimos más bajos de la Unión Europea, el español perdió aún más poder adquisitivo.
Los salarios bajos no sólo tienen un efecto negativo para la ciudadanía, sino también para la macroeconomía. La economía española se asienta sobre cuatro grandes ejes: la automoción, la exportación de alimentos y bienes de equipo, el turismo y, por último, el consumo interno. Debido a que el Producto Interior Bruto per Cápita español es de 22.300 euros frente a los 31.300 euros del francés, nadie se sorprenderá de que el consumo en nuestro país no sólo se haya hundido sino que apenas se perciban indicios de recuperación a corto y medio plazo, lo que lastra nuestra recuperación.
Para salir de la crisis, no sólo hace reducir y controlar el gasto público y fomentar la inversión privada con bajos impuestos. También es imperativo subir el salario mínimo y colocarlo a niveles europeos. Dicho de otro modo, los españoles no pueden comprar casas, vehículos o marcharse de vacaciones porque su salario no se lo permite. Y eso lastra a la economía nacional pues el primer y más importante comprador es nuestro mercado, con más de 45 millones de consumidores potenciales.
Desde ciertos sectores, la subida del salario mínimo no cuenta con buen predicamente. Incluso existen no pocas voces que piden su eliminación porque “lastra la productividad”. Sin embargo, es un hecho que la existencia de un salario mínimo elevado es, por el contrario, beneficioso para este cálculo. Prueba de ello es que Francia está en el 23.º puesto en el ránking mundial de productividad, mientras que España se encuentra doce posiciones por debajo, concretamente en la 35.ª.
Un salario mínimo digno y equiparable al de nuestros homólogos europeos tampoco supone un lastre para la inversión extranjera. De nuevo, Francia supera en catorce posiciones a nuestro país en el baremo de Doing Businees, es decir, en facilidad para hacer negocios. Mientras que el país galo ocupa el puesto treinta y ocho a nivel global, España se encuentra en una más que discreta plaza número cincuenta y dos.