¿Sabe alguien hacia dónde va España?

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Si agrupamos los cinco problemas principales que sufre España en uno solo, comprenderemos que lo que sucede es que nuestro país se va al garete por momentos y urge que alguien intervenga desde la Política (democrática y en mayúsculas) para evitar los males mayores que se avecinan si seguimos rodando por la misma pendiente.
El Reino de España —démosle su nombre oficial— atraviesa una tormentosa situación que casi se podría llamar protobélica si nos atenemos a que:
1)     El concepto de que somos una nación soberana, unida y libre ya no existe, habida cuenta de que dos de sus principales territorios (Cataluña y Vascongadas) se encaran al legítimo Estado constitucional con la intención de independizarse unilateralmente. Los partidarios de estos intentos secesionistas tienen suerte de que las fuerzas armadas hayan sido descafeinadas y que se haya desnaturalizado el espíritu castrense y la formación militar.
2)     La izquierda, bien se trate de la socialdemócrata o de la comunista (bajo tropecientas siglas de camuflaje, IU, ICV… o Podemos o CUP), con la complicidad explícita de Esquerra Republicana de Cataluña y demás zurdas de todo pelaje, está en pie de guerra contra el centro derecha, la derecha y la mal llamada extrema derecha. Ello la lleva a apelar a las bajas pasiones del populacho. Lo excita y jalea para que salga a la calle a reventarlo todo, lanzando para ello multitud de consignas revanchistas basadas en el resentimiento por haber perdido la Guerra Civil y en el revisionismo manipulador de la Historia (¡«memoria histórica» solo desde un lado!). Así es como se lanza a muchas y continuadas acciones directas de guerrilla urbana basadas en una más que agresiva agitprop para fomentar el caos (el 15-M, el asedio al Parlamento de Cataluña o la locura prorrepublicana a las pocas horas de conocerse la abdicación de Juan Carlos I). Todo ello es puro frentepopulismo con toques anarcosindicalistas e independentistas que recuerdan los que nos llevaron a la fratricida contienda del siglo pasado.
3)     Anticlericalismo atroz y fomento del nihilismo y el materialismo más exacerbado para que, sobre todo, la gente joven se aliene con alcohol, drogas y sexo mal orientado, olvidando el cultivo de la excelencia, el esfuerzo y el mérito como únicos caminos para alcanzar el progreso colectivo y la felicidad individual.
4)     Desmontaje integral de nuestra identidad nacional, mediante la aceptación pasiva por parte de los ciudadanos de una ridiculización del amor a la Patria. A ello se debe añadir la suicida tolerancia ante la inmigración desbordada e invasiva, una inmigración que no puede absorberse, asimilarse ni mucho menos financiarse, puesto que no disponemos de recursos para cubrir tantos gastos sociales a favor de millones de personas que no han generado, ni generan, ni generarán suficientes aportaciones económicas como para aprovecharse de los beneficios del estado del bienestar.
5)     Nuestra nación ha perdido todo tipo de control y soberanía sobre sus grandes asuntos en materia de legislación y en lo referente a las prioridades que atender. Quienes mandan son el FMI, el BCE, la City, Wall Street, la banca usurera y prestamista, las élites extractivas y especuladoras, los burócratas agazapados en los distintos estamentos “aceptados por todos” en Bruselas, Estrasburgo, Luxemburgo… o Frankfurt.
Llegados hasta aquí, comprobado que no hay trabajo para todos y en vista de que esto puede estallar en cualquier momento, está claro que urge actuar. Sobre todo, dado que hay grupos de poder que están interesados en que nos enfrentemos por las calles.

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