¿El Japón de Mishima vive?

Tokio rinde homenaje a un juez del “Nuremberg japonés”

Hace pocas semanas la televisión publica japonesa dedicaba casi una hora, en un momento de máxima audiencia, a recordar la vida de un juez del “Nuremberg Japonés”, el juicio de los aliados contra las autoridades niponas tras su derrota en 1945. Ese juez era el indio Radhabinod Pal. Un niño expuso el discurso y las ideas de éste juez disidente, y su impacto en el Japón. Después de 60 años, el pueblo japonés aún recuerda al único hombre entre las autoridades aliadas que declaró que aquél proceso era un fraude.

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CURZIO MALATESTA

Durante el transcurso de la guerra, los líderes aliados Roosevelt, Churchill y Stalin emitieron en 1942 una proclama en la cual anunciaban que, terminado el conflicto, todos aquellos jefes o líderes del militarismo de las naciones que conformaban el Eje serían juzgados por sus delitos.

En 1945, el 6 de agosto y el 9 de agosto, sendos bombarderos estadounidenses lanzaron sobre las poblaciones de Hiroshima y Nagasaki, en Japón, las primeras y únicas bombas atómicas con uso militar no experimental, con las horribles consecuencias ya conocidas.

El 15 de agosto de 1945 el ejército de los Estados Unidos ocupó la totalidad del Japón y gran parte de sus colonias asiáticas. Desde ese momento, se inició la persecución y la detención de los altos miembros del Estado y el Ejército nipones. Se constituyó entonces un Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente. En Europa se juzgaba a las autoridades alemanas en Nuremberg.

El tribunal asiático estaba compuesto por jueces de los países victoriosos. Entre todas las nacionalidades de los aliados destacó uno: el juez indio Radhabinod Pal.

El juez escéptico y disidente

Juez de la Corte Suprema y director de la Universidad de Calcuta, el Juez Pal fue el único representante indio en el Tribunal.

Aunque reconocía que “las evidencias sobre las atrocidades cometidas por miembros de las Fuerzas Armadas Japonesas sobre población civil en los territorios ocupados y sobre los prisioneros de guerra eran abrumadoras”, juzgó cuestionando la legitimidad del tribunal y sus maneras de proceder. Y concluyó diciendo: “Mantengo que todos y cada uno de los acusados deben ser encontrados inocentes de todos y cada uno de los cargos mantenidos en la acusación y deberían ser absueltos de dichos cargos”.

Su escepticismo no evitó, sin embargo que el Primer Ministro, Toho Hideki, dos de sus ministros, y cuatro comandantes de la fuerza expedicionaria, fueran condenados a muerte, como ya lo habían sido las poblaciones de Hiroshima y Nagasaki. Otras diecisiete autoridades japonesas fueron condenadas a cadena perpetua.

Después de los juicios de Tokio, el juez Pal fue elegido por la Comisión de Derecho Internacional de las Naciones Unidas, donde sirvió de 1952 a 1966.

Los Estados Unidos no abandonaron el Japón como fuerza de ocupación explicita y visible hasta 1952. Lo dejaron con la “constitución pacifista” dictada por el general McArthur, un ejercito literalmente de juguete, un emperador que tenía que renunciar a todo lo divino y sagrado de su persona, y las consecuencias humanas del desastre atómico, que se prolongan hasta nuestros días.

La recuperación económica y la revolución silenciosa

Como en la revolución Meiji del siglo XIX, los japoneses sorprendieron de nuevo a los opresores con su sorprendente capacidad de adaptación y regeneración. Como los alemanes, empezaron la guerra de los negocios. Pero al igual que aquella “occidentalización” de la época Meiji acabó con los señores samurai y muchas costumbres milenarias del pueblo sencillo, para no ser menos que los occidentales, el boom nipón tampoco fue una victoria para el Japón Eterno.

El 25 de Noviembre de 1970, el escritor Yukio Mishima comete el suicidio ritual, seppuku, en el Cuartel General de Tokio de las Fuerzas de Autodefensa (el ejército de juguete), tras lanzar un discurso de arenga a los soldados desde un balcón, con el que pretendía incitarlos a tomar las armas y devolver a su sagrado lugar al Emperador, y que Japón volviera a vivir. Los que por allí pasaban pululando, se paraban a abuchearlo o a mirarlo extrañados. Nadie hizo caso al internacionalmente famoso escritor y dramaturgo. Muchos lloraron su muerte en Japón y en Occidente. Muchos exaltaron su gesto heroico y fatal, sobre todo en Occidente. En Japón fueron más los que callaron. Pero algo empezó a cambiar lentamente.

Pese a las restricciones de la constitución de la posguerra, el actual Emperador, Akihito, visitó los territorios que sufrieron ocupación entonces, pidiendo perdón a los pueblos ocupados. Además ha visitado los monumentos a las víctimas japonesas de la guerra. Pese a que su padre, Hirohito, fue obligado a renunciar a su condición divina, él recibirá el nombre de Heisei ten´nou (Emperador Divino Heisei) cuando muera.

El Primer Ministro Abe

Shinzo Abe es hoy el Primer Ministro Japonés. Su gobierno tiene un mayor carácter patriótico y ha apostado por la revisión justa y objetiva del pasado japonés y, sobre todo, ha reivindicado el derecho de los japoneses a honrar a sus muertos y antepasados.

En el aniversario de la constitución pacifista del Japón de la posguerra, Abe dijo que la ley suprema del país está anticuada y que es necesario reformarla. Abe desea ampliar el papel de los militares y reforzar el patriotismo  en el país. Estas declaraciones las hizo en una ceremonia al plantar un árbol cerca del parlamento para celebrar el aniversario de la Carta Magna del Japón, ceremonia en la que Abe reiteró la necesidad del cambio. Por otra parte, el gobierno anunció ese día la conformación de un panel de 13 miembros expertos que discutirán el derecho de Japón a la autodefensa colectiva.

En su última visita a la India, Abe elogió en su discurso ante el parlamento, en Nueva Delhi, al olvidado (por el resto de mundo, no por Japón) Juez Pal, y viajó a Calcuta para encontrarse con el hijo de éste, ya anciano, con 81 años.

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