El pasado 25 de mayo, un delincuente con abundantes antecedentes, incluido el de atraco a mano armada contra una embarazada, falleció tras su detención por policías de Minneapolis. Era un negro llamado George Floyd. La difusión de unas imágenes cortadas en las que decía no poder respirar y el que uno de los policías que lo arrestó tuviera colocada la rodilla sobre su cuello fue aprovechado para desencadenar una ola de saqueos y violencias encabezada por Black Lives Matter. Incluso en España se produjeron manifestaciones frente a las legaciones diplomáticas de Estados Unidos. Floyd había sido asesinado y el racismo sistemático americano tenía la culpa, razón por la que, entre otras reclamaciones, se exigía retirar fondos a la policía y abrir las fronteras a los inmigrantes. Los responsables políticos y policiales se arrodillaron ante la marea y despidieron y procesaron a los policías.
Pues bien, ahora sabemos que esa versión interesada de los hechos, coreada hasta la náusea, es rotundamente falsa. Primero, la autopsia realizada a Floyd reveló que murió de un exceso de droga que llevaba en el cuerpo —el triple de fentanilo de lo que puede soportar el organismo— y que el cadáver no presentaba lesiones ni en el cuello ni en ninguna otra parte que permitan culpar de su muerte a los agentes. Segundo, el video completo de la detención muestra a Floyd repitiendo varias veces que no puede respirar cuando lo detiene la policía y mucho antes de que, dada su resistencia, lo obligaran a tenderse en el suelo.
Se ahogaba no porque lo estrangulara un policía, sino por la carga de droga que había ingerido
Se ahogaba no porque lo estrangulara un policía, sino por la carga de droga que había ingerido y que actuaba sobre un organismo con problemas cardiovasculares previos. Tercero, la policía, al identificar el estado de Floyd, llamó reglamentaria y repetidamente a los sanitarios. Cuarto, es imposible que Floyd fuera estrangulado a lo largo de ocho minutos porque ese proceso resulta mucho más rápido. Deje el lector que le opriman el cuello y comprobará cómo pierde el conocimiento —y la vida— mucho antes. Quinto, el manual de entrenamiento del Departamento de Policía de Minneapolis muestra en fotos precisamente cómo un detenido con problemas de drogas tiene que ser tendido en el suelo y sujetado por un agente con una presa inmovilizadora de rodilla sobre el cuello, exactamente lo que hizo el agente. La innegable verdad es que Floyd no fue asesinado. ¿Servirá de algo saberlo?
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