Bolivia: penúltimo bastión de la izquierda en Sudamérica

A pesar del efecto dominó que está derribando al socialismo del siglo XXI en América del Sur, un régimen (además del chavista) se mantiene en pie sin miras de abandonar el poder. ¿Cuál es la clave de su fortaleza y por qué no sufrió lo mismo que en sus países vecinos?

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¿Por qué penúltimo y no último? Resulta evidente que Venezuela también persiste en un modelo fracasado de gobierno, lo que quita a Bolivia el deshonor de portar el denominativo. Además, no se sabe cuál de los dos regímenes caerá primero, pero el caso boliviano parece implicar un terreno más fértil que el venezolano para el cambio, porque cuenta con más libertades para el disenso.

El giro a la derecha que está tomando lugar en América del Sur es un atisbo de esperanza para los defensores de la cultura y tradición occidentales. No es la gran cosa, porque estos líderes representan a una derecha obsoleta sin orientación cultural, pero es necesario saber utilizarlos a nuestro favor. Con sus luces y sombras, el ascenso de Temer, Macri, Piñera y demás constituye un punto de partida para derrotar al peligro izquierdista en Sudamérica.

Pero no todo país de la región celebra esto, pues hay dos bebés que aún no sueltan la mamadera: uno es Nicolás Maduro y el otro Juan Evo Morales Ayma. Mientras que Maduro sumió a Venezuela en una crisis sin precedentes y domina grandes ramas del poder, Morales no parece tenerlo todo bajo control, pero los resultados tampoco lo perjudican lo suficiente.

Esto podría servir como excusa para la izquierda progresista, que insiste en que “el comunismo (perdón, socialismo del siglo XXI) sí funciona”. Claro ejemplo de esto es que algunos de los sectores más intelectuales de la izquierda ven a Maduro como ejemplo de lo que hay que evitar y a Morales como lo que hay que lograr. Otros prefieren ver a ambos como salvadores sin distinguir sus aciertos y errores.

Pictoline, gran referente de las infografías en las redes sociales, demuestra una posición al parecer en contra de Maduro y a favor de Morales: su material multimedia sobre Venezuela mantiene una posición de rebeldía, pero el de Bolivia no tanto. En 2016, durante la crisis del agua en la ciudad de La Paz, la página publicó una imagen en la que se menospreciaba a la oposición boliviana y se eximía de culpa al oficialismo. Esto no quiere decir que lo contrario sea la verdad, pues la realidad es compleja, sino más bien que se puede deducir ciertas tendencias ideológicas a partir del asunto.

Otros, no tan intelectuales pero con opinión influyente, como Diego Armando Maradona, aún no pueden distinguir entre lo que representan Morales y Maduro. Incluso el impulsor del marxismo en las ciencias sociales en América Latina, Pablo Gentili, evita condenar al régimen venezolano. Así es como se manifiesta una tensión entre la progresía, que tiene un extraño fetiche con el odio a los ricos y el heroísmo de los pobres.

El triunfo de Morales y sus contrapesos

En su edición del 21 de enero de este año, el diario boliviano El Deber resumió con una infografía los puntos a favor y en contra de este líder indigenista en sus 12 años de gobierno. Asimismo, existe un consenso en el país acerca de lo positivo que representó el régimen del Movimiento Al Socialismo (MAS) en relación con anteriores gobiernos. El hartazgo está en que el presidente quiere ser reelegidoy en otros asuntos más que despiertan la furia de la población.

Elaborar un análisis comparativo entre el caso boliviano y los de sus países vecinos requeriría de mentes maestras en el tema y de un espacio mayor al de estas líneas. Pero para el caso que nos compete, se puede deducir a grandes rasgos que Evo Morales logró el componente que sus vecinos potenciaron poco: el nacionalismo.

En primer lugar, es necesario reconocer lo negativo de ese nacionalismo, como la supremacía de la cultura andina (aymaras y quechuas) por sobre la de tierras bajas (guaraníes, ayoreos, moxeños, etc.), o el desprecio hacia todo lo que representa la época colonial (a pesar de las innumerables contribuciones del Imperio Español al continente). Evo Morales se vanagloria de haber logrado una mayor inclusión de los indígenas a la vida política del país, pero lo que no dice es que, al menos desde hace algunos años, solo beneficia entre ellos a quienes estén en su línea política, y desprecia a los disidentes.

Uno de los síntomas de esta división es el conflicto entre los habitantes del Tipnis (Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure), que se polarizaron en el apoyo y el rechazo a la construcción de la carretera que atraviese su territorio. También el conflicto de Achacachi, que produjo muestras de apoyo y de rechazo a Édgar Ramos, alcalde del MAS acusado de corrupción, simbolizó una ruptura en la idea de que todo individuo de origen indígena favorece al presidente.

De todas maneras, queda establecido que el nacionalismo indigenista fue el plato fuerte del MAS para atraer a las masas a su proyecto ideológico. Al fin y al cabo, ¿qué representa mejor a Bolivia que un individuo originario, a diferencia de ‘gringos’ como el expresidente Gonzalo Sánchez de Lozada? Eso sumado a una poderosa renovación de la imagen del Estado con simbología andina en sus ministerios e instituciones.

Tal como indicó el periodista Gary Áñez en su análisis, el MAS es el único partido actual en Bolivia con un proyecto ideológico claro y estructurado. La ineptitud de la oposición para unirse favorece enormemente a esta aplastante “capacidad de gobernar”, si así la pudiéramos llamar. El problema surge cuando ese proyecto está mal orientado, hacia una satanización de lo occidental y una inclinación política destinada al fracaso: el marxismo.

Está claro que el gobierno no aplica los principios del socialismo marxista (que solo funciona en los libros, además), al punto que muchos llaman a su estilo (y con razón) “capitalismo de estado”. Su orientación ideológica se enfatiza en la cultura, y aquí es donde surge la aplicación del marxismo cultural. Ideología de género y feminismo retumban sin cesar en el parlamento y en la propaganda institucional cada cierto tiempo.

Pero ¿dónde se origina la capacidad del MAS como agente estructurador de la población? Quizás un componente de la respuesta reside en su pasado falangista, pues los movimientos de Tercera Posición han demostrado a lo largo de la historia tener una cosmovisión más definida que la de sus enemigos. El partido nació como Movimiento Al Socialismo Unzaguista (MAS–U), por lo que heredó el color azul y los principios de la Falange Socialista Boliviana (FSB), cuyo máximo exponente fue Óscar Únzaga de la Vega.

La agrupación no reniega de su pasado, pero lo disimula y omite mucho más que su homólogo argentino: el Partido Justicialista. Para los Kirchner, retomar a una figura exitosa del pasado como la de Perón, irónicamente un gobernante anticomunista, representó una estrategia que los llevó a la gloria. Así también, Únzaga se pronunciaba fuertemente en contra del marxismo, pero el MAS ha sabido omitir esto y concentrarse en el indigenismo como doctrina política. Cero convicciones católicas, cero falangismo: más Pachamama, más socialismo del siglo XXI.

Al parecer, esta extraña combinación de capitalismo, comunismo y falangismo/fascismo corresponde a una tendencia mundial que atrae tanto a líderes de izquierda (Morales, Maduro) como de derecha (Putin, Trump). Se denomina “Cuarta Teoría Política”, y busca rescatar elementos de cada una de esas tres corrientes ideológicas para aplicarla a la realidad y ver qué sale. Independientemente de si el Socialismo del Siglo XXI forma parte o no de esta corriente de pensamiento, ya fuimos testigos de su fracaso económico en Venezuela y Argentina, entre otros, pero Bolivia parece no sufrirlo del todo, aunque sí en otros ámbitos, como la educación y la justicia.

Lo que se viene

El referendo del 3 de diciembre para elegir nuevas autoridades judiciales provocó una fuerte protesta a nivel nacional, representada en papeletas nulas con dibujos y mensajes de rebeldía. La planificación del nuevo Código del Sistema Penal enfureció sobre todo a los médicos, quienes estallaron en protestas que duraron un par de meses. Esto, sumado a la sobrepoblación en las cárceles y los casos de corrupción y atraso burocrático en los tribunales, juega en contra del gobierno.

En el plano educativo, si bien se intentó replantear el sistema, se manifiesta el monstruo del marxismo cultural con mayor ahínco. Desde hace años se distribuyen libros de texto que exaltan la cosmovisión indígena y disminuyen la europea, bajo el pretexto de promover la “diversidad de creencias”, idea básica del relativismo moral.

Asimismo, existen instituciones de nombre sugerente como: Escuela Antiimperialista, Colegio Hugo Chávez Frías, Colegio Ernesto ‘Che’ Guevara. Finalmente, Bolivia no participa de los exámenes PISA, que determinan la calidad de la educación a nivel mundial. Curiosamente, la izquierda progresista en la oposición hace caso omiso de esto, porque a pesar de rechazar al MAS, aprueban sus principios ideológicos.

Nacionalización, industrialización, inclusión social y crecimiento económico son algunos de los éxitos del gobierno del MAS, reconocidos a veces incluso por los más ávidos opositores al régimen. Lo que queda claro y marcará el futuro del país es el fuerte rechazo de los bolivianos a un cuarto mandato del presidente. Ya ganó las elecciones en 2005, 2009 y 2014. Este último fue el año en que anunció que, al terminar su mandato, se iría a montar un restaurante en la región del Chapare. Al parecer, ya olvidó su promesa y ahora apunta a perpetuarse en el poder, porque “el pueblo se lo pide”.

Cada vez más gente despierta respecto a lo que representa el gobierno del MAS para el país: marchas, huelgas y paros cívicos se aglomeran durante estos meses para reivindicar el No a la continuidad de Evo en el poder. El 21 de febrero se llevará a cabo un paro cívico nacional, coordinado por comités de varios departamentos del país, para recordarle a Evo Morales que en 2016 esa misma fecha mediante un referendo se le dijo no a su reelección.

Por ahora, este movimiento ciudadano carece de orientación política. ¿Se inclinará hacia una izquierda progresista como la de Hillary Clinton? ¿Abogará por una derecha alternativa como la de Donald Trump? ¿Culpará al patriarcado de todos sus problemas como Malena Pichot? ¿Defenderá la cultura y la tradición como Agustín Laje y Nicolás Márquez? El tiempo lo dirá. Lo cierto es que ahora comprendemos por qué Evo Morales está donde está: el fortalecimiento de la identidad nacional.

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