El acuerdo USA-Castro (con bendición de Su Santidad incluida)

Alegría de caballo capado

Desde el punto de vista de la ética y los principios, es irrefutable el artículo del escritor y antiguo preso cubano Raúl Rivero.

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Desde el punto de vista de la ética y los principios, es irrefutable el artículo del escritor y antiguo preso cubano Raúl Rivero, como lo es también la reacción de la mayoría de la disidencia cubana ante la bendición que Estados Unidos acaba de dar al castrismo. Por eso publicamos este artículo. Por eso expresamos nuestra solidaridad. El problema es que la política poco tiene que ver con la ética y los principios. Ante la imposibilidad, al cabo de 56 años de tiranía, de que ésta sea derrocada desde fuera o desde dentro (como ocurrió, por ejemplo, en la URSS), cabe preguntarse: aunque no sea más que para la sobrevivencia material de la gente, ¿no será menos mala “la vía china” que este acuerdo parece propiciar (al tiempo que propicia, por supuesto, por supuesto…, las inversiones norteamericanas y occidentales)? Por inicuo que sea todo, por infame que sea la nueva vía que ahora se abre, difícilmente podrá ser peor que lo que Cuba ha sufrido a lo largo de estos 56 años.

El anuncio de que Estados Unidos y Cuba restablecerán relaciones diplomáticas y que Barack Obama comenzará un proceso para flexibilizar el embargo comercial impuesto en 1961 a su vecino se ha recibido con un entusiasmo confuso, un embullo que supera su trascendencia como noticia de primera plana y pareciera que ha llegado de pronto el fin de una dictadura que enciende las luces para festejar sus 56 años en el poder.
Esa alegría donde único se explica, con toda su contradicción, es en los altos círculos de poder del régimen y sus amigos. Ellos ven en el acercamiento de los atroces representantes del imperio una vía de escape a su desastre económico ante la eventual perdida de su sostén principal de estos últimos años, Venezuela. Un país, que desde el triunfo de Hugo Chávez se convirtió en el sustituto de la Unión Soviética a la hora de cubrir con dinero y petróleo la ineficacia del socialismo.
Como siempre la moneda para negociar del Gobierno son los presos. Esta vez, Alan Gross, un rehén norteamericano capturado hace cinco años y condenado por introducir equipos para ayudar a los cubanos a conectarse a internet. Entregó, además, un espía sin nombre de origen cubano a cambio de tres agentes de la Inteligencia castristas que cumplían largas condenas en cárceles de Estados Unidos. De contra, soltarán, de los 110 presos políticos cubanos, unos 40 que están en una lista oficial de los norteamericanos.
Ese dialogo entre los dos países, que beneficiará desde luego a los dos Gobiernos, se quedan fuera de juego, olvidados en los arreglos y las conversaciones, los opositores pacíficos, las Damas de Blanco, los periodistas independientes que reciben palizas, acosos y asaltos a sus casas cada día en una etapa en la que la represión se ha hecho más intensa y diversa.
En las amables charlas entre Raúl Castro y Obama tampoco hay espacio para los 11 millones de rehenes obligados a vivir bajo un solo partido durante casi seis décadas, sin libertad de prensa y con una libreta de racionamiento que no tiene vínculos con el embargo comercial de Estados Unidos. Lo tiene con el bloqueo interno del Gobierno a los cubanos porque las vacas, los plátanos, la yuca, el arroz y la malanga nunca se exportaron a Cuba desde Virginia o Baltimore.
Los demócratas que viven y trabajan dentro de Cuba perseguidos por sus ideas políticas y grandes grupos de exiliados que quieren paz y progreso para Cuba no son un hatajo de recalcitrantes extremistas, como se empeñan en presentarlos la propaganda castrista y sus cómplices en el exterior. Esos cubanos reclaman que Castro aplique con sus compatriotas la frase clave de su mensaje de ayer para saludar los cambios en las relaciones con los norteamericanos: “Debemos aprender el arte de convivir, de forma civilizada, con nuestra diferencias”.
Sí, respetar el pensamiento de todos los cubanos y quitar el bloqueo interno que incluye el pan y las ideas para que empiece a llegar la libertad.
© El Mundo
 

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