Hombre prevenido vale por dos

¿Sabe usted qué hacer si explota una bomba atómica?

Seguro que se lo ha preguntado alguna vez: si explota una bomba nuclear, ¿qué hago? Porque con “talante” no se arregla. Hay una gran onda expansiva, polvo nuclear, radiaciones… ¿Cómo sobrevivir? Donde más cerca se siente el peligro es en los Estados Unidos. Allí, tres ex miembros de la Administración Clinton, hoy profesores de Universidad, han explicado lo que puede pasar y, sobre todo, lo que uno puede hacer. Que quizá no sea gran cosa, pero ¿quién sabe? Hombre prevenido vale por dos.

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Las probabilidades de que un arma nuclear explote en una ciudad occidental no se pueden calcular, pero los norteamericanos, que lo ven más cerca, dicen que son cinco veces mayores de lo que eran hace cinco años. Los materiales de fisión proliferan en Corea del Norte e Irán. Rusia, quince años después de la descomposición de la URSS, aún mantiene arsenales que los yanquis consideran poco seguros. Y la tecnología pakistaní, ya puesta en el mercado por Abdul Qader Khan, podría terminar en manos de los terroristas si el presidente de ese país, el general Pervez Musharraf, no es capaz de controlar a los radicales de su país.

El terrorismo se ha convertido en un movimiento global que cada día gana más fuerza. Los extremistas proliferan en Oriente Próximo, Asia, Europa e incluso América. Éstos, además, persiguen la destrucción masiva. Al mismo tiempo las posibilidades de que el material nuclear se pierda o sea robado son mucho mayores que antes. Es decir, que el terrorismo nuclear está cada vez más cerca.

William J. Perry es profesor en la Universidad de Stanford y Ashton B. Carter lo es en la de Harvard. Ambos fueron, además, secretario de Defensa y asesor del secretario, respectivamente, durante la administración Clinton. Michael M. May también es profesor en Stanford y fue director del Lawrence Livermore National Laboratory, pieza fundamental del armamento nuclear norteamericano. Estos tres hombres sienten que la amenaza del terrorismo nuclear cada vez es más real y han decidido hablar sobre ello.

Cuentan que el ex Senador por Georgia Sam Nunn, cabeza de la Nuclear Threat Initiative, comentó en el 2005 la necesidad de que Washington cambiara su política. Nunn decía que, el día después de que un ataque nuclear se desencadenara en una ciudad norteamericana, el Gobierno pensaría: ¿Qué podríamos haber hecho para prevenirlo? Según estos tres hombres, visto el tremendo riesgo que corre actualmente Estados Unidos, a esa pregunta debe añadírsele esta otra: ¿Qué acciones llevará a cabo el gobierno estadounidense una vez la bomba estalle?

¿Es posible escapar?

“Una bomba nuclear –dicen- desencadenaría un desastre mucho mayor que el que produjo el huracán Katrina. Un ataque nuclear puede incluso con las ciudades más preparadas y los gobiernos más previsores. Las medidas inmediatas que deberán tomar los gobiernos locales irán encaminadas a salvar vidas e intentar que no cunda el pánico. El gobierno federal, guiado por el Departamento de Seguridad de los Hogares, deberá actuar con rapidez, decidir cuáles serán los pasos a tomar y utilizar todos los recursos posibles, incluso los del Departamento de Defensa, para terminar con la crisis”.

Los tres coinciden en que lo más peligroso de un ataque nuclear son las radiaciones que se producen tras la explosión. “Esto es, además, lo que más asusta a la gente y hace que la población entre en pánico. Los que se encuentren en un radio de unas dos millas van a morir. No se puede hacer nada por ellos, ya que, si no los mata la explosión, lo harán las enfermedades que contraigan debido a las radiaciones”.

¿Cuáles son las medidas que deben tomar los que vivan más alejados? “Estos tienen más posibilidades de sobrevivir. Los más afortunados serán los que vivan en lugares que estén por encima del polvo nuclear, que podrán permanecer en sus hogares, siempre y cuando conozcan la situación de los vientos y sepan que no les va a llegar a ellos. El gobierno federal tendrá que encargarse de dar toda esta información lo antes posible. Los que vivan más abajo no tendrán tanta suerte. Para evitar las radiaciones deberán encerrarse en un sótano por lo menos durante tres días”.

Las radiaciones serán más intensas el día siguiente a la explosión. A partir de ahí, su intensidad disminuirá proporcionalmente cada día: tres días después las radiaciones serán un tercio menos intensas, cinco días después un quinto menos intensas etc. “Por esto es esencial que permanezcamos en nuestro sótanos durante unos días”, dicen.

“Después de que pase el tiempo de rigor habrá que tomar otras decisiones”, explican los expertos. Las personas que vivan por debajo de la nube de polvo radioactivo pueden quedarse en casa o marcharse, irse un tiempo y luego volver, o dejar definitivamente la casa pero volver para recoger las cosas de valor. La elección viene determinada por la cantidad de radiación que estemos dispuestos a absorber.

¿Qué ocurre si absorbemos radiaciones? Los expertos dicen que, a no ser que las personas vivan en el lugar de la explosión, sus alrededores o en zonas donde llegue el viento nuclear, incluso aunque no se refugien, no estarán expuestas a tanta radiación como para morir o enfermar. Eso sí, aumentarían las posibilidades de contraer cáncer. El 20% (el porcentaje que todos tenemos) podría llegar hasta un 30%, pero esto sólo en los peores casos.

Lo peor que puede ocurrir es que después de la primera bomba venga otra. “Los materiales no son difíciles de conseguir y caben en una maleta. Además, aunque no la tengan, puede que, para asustar a la población y causar el pánico generalizado, digan que van a poner otra. La evacuación y el posterior caos serían entonces las notas dominantes”.

El gobierno de los Estados Unidos descubrirá que las bombas vienen de Rusia, Pakistán, Corea del Norte o bien otros países con armas nucleares o avanzados programas nucleares, ya que, los grupos terroristas por sí solos, por más sofisticados que sean, no pueden hacer plutonio o enriquecer su uranio.

Gestionar el caos

“Entonces llegará el momento de las responsabilidades. Algunos culparán al propio gobierno estadounidense, por no estar al corriente de la venta de armas o de su robo. Incluso algunos dirán que fue el propio gobierno el que se las proporcionó a los terroristas en algún momento. Represaliar a Pakistán o Rusia, por ejemplo, sería contraproducente, ya que su cooperación es necesaria para descubrir quién ha conseguido las bombas, cuántos son, e intentar poner fin a la campaña de terrorismo nuclear”, dicen estos tres profesores.

Los tres insisten en que es importante desarrollar la habilidad de descubrir el origen de una bomba analizando sus residuos. “Cualquier gobierno que no coopera en esta búsqueda deberá, ahora sí, saber que puede ser represaliado por nuestro gobierno” explican.

En cuanto a la gestión del caos en el territorio norteamericano, los tres expertos creen que podría formarse un consejo temporal del que formen parte el presidente, el vicepresidente, el portavoz de la Casa Blanca, el líder de la mayoría del senado y el Jefe de Justicia del Tribunal Supremo como observador. “Podrían plantearse algunos aspectos de la respuesta gubernamental, como el aumento de la vigilancia. Eso sí, cualquier medida de emergencia instituida el día después deberá ser temporal, para ser revisada y abreviada tan pronto como termine la crisis”, plantean los profesores.

Otro problema es el sentimiento de inseguridad y pánico generalizado. “Por ello los planes de contingencia para el día después de la bomba tienen que demostrar a los americanos que las tres ramas del gobierno pueden trabajar juntas bajo la Constitución para responden a la crisis y prevenir otra futura destrucción”, dicen estos tres profesores. “Estos planes pueden salvar cientos de vidas y miles de millones de dólares, previniendo el pánico y promoviendo que la gente se recobre. Pueden incluso ayudarnos a preservar nuestro gobierno constitucional, algo que los terroristas, incluso aunque vayan armados, nunca deben quitarnos”.

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