Iberoamérica busca su identidad geopolítica

Los países de Suramérica quieren su propio sistema bancario: el Banco del Sur

La cosa es simple: los países iberoamericanos tienen muchísimo dinero en bancos europeos y norteamericanos, bancos que les devuelven intereses muy cortos; al mismo tiempo, esos países piden créditos internacionales que no les salen baratos. Hay quien piensa que sería mejor negocio poner todo ese dinero en un banco propiamente suramericano que otorgara créditos a interés más bajo para financiar grandes proyectos de inversión en el área iberoamericana. No es un proyecto económico; es un proyecto geopolítico. Brasil se opone. Y ahí empieza el problema.

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ALBERTO BUELA 

Pasó desapercibido el encuentro de ministros de economía y finanzas de Suramérica en Quito, capital de Ecuador, el día 3 de mayo de 2007. Y pensándolo bien, mejor que los mass media no hayan casi registrado la noticia, pues de lo contrario habrían surgido cientos de analfabetos culturales locuaces, según acertada expresión de Paul Feyerabend (1924-1994), enmerdándolo todo.

El Banco del Sur es una iniciativa promovida por Venezuela, Ecuador, Argentina, Bolivia, Brasil y Paraguay. Grosso modo la intención es crear un banco al servicio de las necesidades de la región suramericana con depósitos de la banca pública. A esto se oponen los gobiernos de Chile, Perú, Uruguay y Colombia, porque ese banco pagaría menor interés que el internacional a sus colocaciones, ya que el Banco del Sur está pensado para otorgar créditos y préstamos más baratos que los que está cobrando la banca internacional y, por ende, pagaría menos interés.

El conjunto de reservas internacionales que tienen los seis países mencionados en  dinero que está depositado en bancos de Estados Unidos y Europa suma 164.000 millones de dólares. Pero se da la paradoja, afirmó el ministro ecuatoriano de economía Ricardo Patiño, que “nuestros países tienen todo ese dinero depositado ganando tasas de interés muy bajas; sin embargo, después están pidiendo al Banco Mundial, al Fondo Monetario Internacional y al Banco Internacional de Desarrollo que les ayuden a solucionar sus problemas financieros cuando tenemos un caudal inmenso de ahorros de nuestros países que pudieran ser utilizados para estos mismos fines, sin caer en los condicionamientos”. 

El Banco del Sur arrancaría con un capital inicial de 7.000 millones de dólares. La controversia respecto del aporte de los países accionistas impulsores de la idea radica en que unos, como Brasil o Paraguay, proponen hacer aportes menores del orden de los 300 millones, y otros como Ecuador, Venezuela y Argentina proponen aportes significativos. En una palabra, unos quieren que el Banco del Sur nazca chico y otro piensan en términos de grandeza.

El problema brasileño 

La contradicciones surgen con las declaraciones de Guido Mantega, ministro de hacienda del Brasil, quien sostuvo que “la prioridad del Banco del sur será financiar proyectos de infraestructura, logística y energía”, y recordó que “solo el Banco de Desarrollo de Brasil tiene 120.000 millones de dólares para financiar al sector productivo de su país, en tanto que el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) no tiene más que 100 millones de dólares para toda la región”.

¿Qué pretende entonces la intelligentsia brasileña: crear un banco pobre esterilizando otra idea que puede servir para liberarnos, como lo hizo con la Comunidad Suramericana de naciones al invitar a participar en ella a Surinam y Guyana, o sea, Holanda e Inglaterra? 

Esta idea del Banco del Sur, hay que decirlo con todas las letras, la lanzó Chávez y le mostró sus beneficios a Kirchner, quien honesta y cabalmente la aceptó. Brasil se sumó como se suma a todos los intentos de integración suramericana, no por su vocación integradora, sino porque el Itamaraty –el ministerio brasileño de Exteriores- no descansa en su ambición de dominio. Y así, si los proyectos o ideas que se lanzan benefician a su política permanente de “extensión al oeste”, los apoya, y de lo contrario, los esteriliza; pero nunca los rechaza, pues su rechazo generaría una resistencia muy inconveniente.

Esto hay que saberlo y nuestros gobiernos hispanoamericanos deberían alguna vez hacerlo notar. Brasil, a través de su cancillería Itamaraty, interpuso, interpone e interpondrá todos los recursos a su alcance para impedir la integración norte-sur o sur-norte de Suramérica, de modo tal que si hay algo que no desea ni quiere es la relación Caracas-Buenos Aires, y el Banco del Sur abona y refuerza esta integración. 

Hace ya más de un siglo, y a partir de los trabajos de don Tulio Jaguaribe, el padre de Helio Jaguaribe, los gobiernos de Argentina y Venezuela están solicitando al de Brasil avanzar para la integración fluvial de Suramérica, sobre todo en la vinculación entre los ríos Paraguay-Guaporé a través del dragado de los ríos Alegre y Aguapey, atravesando la laguna Rebeca y el riacho Barbados. La respuesta de Brasil siempre ha sido una dilación continuada.

El Banco del Sur nos lleva a consideraciones que conciernen al riñón de la geopolítica suramericana, a tratar de llamar a las cosas por su nombre y a correr el velo de las intenciones ocultas. El Banco del Sur es estrictamente hablando una idea metapolítica, pues va más allá de la limitación política partidaria y local, para instalarse como categoría de condicionamiento de la acción política concreta y futura del gran espacio suramericano. 

Mientras tanto, los seis países que inicialmente constituirían el Banco del Sur tienen presos 164.000 millones de dólares en Bancos de USA y Europa, esto es, diez veces más de los créditos que recibimos con condicionamientos de todo tipo, durante el 2006.

El Banco del Sur, si naciera grande, se transformaría automáticamente en la expresión financiera de la Unión Suramericana, lo que le permitiría negociar como bloque y no aisladamente con los poderes internacionales. La consecuencia natural del un Banco del Sur, pensado en términos de grandeza, sería la implantación de una moneda única tal y como se propuso en la reunión del Mercosur, aquella a la que asistió Nelson Mandela, realizada en Ushuaia en 1999 y dilatada por Brasil sine die. La creación del Banco del Sur no debe verse ni valorarse con visión financiera, sino desde una visión geopolítica y mejor aún metapolítica.

 

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