Lo nunca visto. No pedían subidas de sueldo, no reivindicaban abaratamiento de los alquileres, no reclamaban mejora de las carreteras, no luchaban por mejores prestaciones sanitarias, no pretendían que se redujera la jornada laboral —exigencias legítimas, por lo demás, en la mayoría de los casos. No pedían Pan. Pedían nada menos que Cultura. Es decir, saber, arte, belleza… Esas cosas inútiles, pero que hacen bonito, dicen los amos del Sistema. Y la mayoría de los pueblos, dejémonos de tonterías. Pero no los polacos.
La lucha de los llamados "Ciudadanos por la cultura" ha logrado reunir en Polonia más de 100.000 firmas y forzar al primer ministro, Donald Tusk, a suscribir un compromiso para aumentar el gasto en cultura hasta un mínimo del uno por ciento de los presupuestos, para situarla como motor de la sociedad.
Este pacto es el primer acuerdo que un Gobierno polaco firma con sus ciudadanos desde los años 80, después de que el Ejecutivo haya entendido que "la cultura no es sólo arte y creatividad, sino también un elemento constitutivo de la vida de los individuos, y también de la del país", explicó la vicedirectora del Museo Nacional de Polonia, Beata Chmiel.
Forman parte del movimiento Ciudadanos por la cultura figuras como la poetisa Wislawa Szymborska, premio Nobel de Literatura, o el compositor Krzysztof Penderecki, junto con miles de polacos anónimos.
"No se trata del problema de un grupo de artistas, sino que la promoción de la cultura es una cuestión nacional que apoyan gentes de todo tipo, gentes que entienden que la finalidad real de la cultura es cambiar la vida de las personas", declaró asimismo Chmiel.
El pacto prevé el aumento progresivo del presupuesto del ministerio de Cultura hasta alcanzar un mínimo del 1% en 2015, lo que superaría el exiguo 0,5% destinado actualmente y sacaría a Polonia del furgón de cola de la Unión Europea en cuanto a inversiones en cultura.
