A.C. DEMOCRACIA Y DESARROLLO/CARACAS
"Me quedé frío con la noticia", relató Chávez a los ministros de Información de los países no alineados, reunidos en la Isla de Margarita "para construir un nuevo orden comunicacional que enfrente la hegemonía mediática del imperialismo". Dijo que mientras visitaba una ciudad socialista que decidió fundar entre Caracas y el mar, un obrero colombiano le comentó que 15 secuestrados en poder de las FARC, incluida Ingrid Betancourt, habían sido rescatados por un comando militar. Informó haber llamado a Uribe para felicitarlo, anunció que habían concertado "una reunión en Caracas" y aseguró que lo recibiría "como a un hermano".
La cúpula empresarial y partidos de oposición tramitaron ante la embajada colombiana entrevistas con el visitante. La Cancillería, de acuerdo con Bogotá, trasladó la sede del encuentro a instalaciones de PDVSA en la península de Paraguaná, unos 500 kilómetros al oeste de la capital. Los periodistas que cubrieron el evento coincidieron en apreciar distancia, sonrisas forzadas y un frío apretón de manos cuando ambos mandatarios se encontraron frente a frente. Se produjeron insistentes gritos de los fotógrafos: "dense un abrazo". Hubo almuerzo, una reunión de dos horas largas, sin presencia de terceros, a exigencia de Uribe y una rueda de prensa conjunta.
Uribe, con sutil expresión de contento, en términos breves y cierto humor, respondió las preguntas de los periodistas, y Chávez, con rostro adusto y ayuda de circunloquios, terminó por ofrecer los titulares de la noticia: pasamos la página del distanciamiento y decidimos relanzar nuestras relaciones políticas y humanas. La Cancillería colombiana, en nota de prensa, había señalado diez temas para la reunión. Los presidentes hicieron referencia a varios, especialmente comercio bilateral y seguridad fronteriza, pero se despidieron "sin mucha efusividad", como anotaron los reporteros, sin suscribir acuerdos ni declaración conjunta. Los cancilleres se reunirán dentro de dos meses para discutir los temas pendientes.
Los analistas hacen toda clase de especulaciones sobre lo que pudieron conversar, en absoluta privacidad, Chávez y Uribe. Ambos convinieron en que Chávez le reclamó la suspensión del carácter de mediador sin aviso previo y Uribe, los insultos personales de que fue objeto. Lógico suponer que en las dos horas largas de diálogo surgieron argumentos y compromisos para normalizar las relaciones bilaterales, sin desestimar el contenido de las computadoras de Raúl Reyes y la documentación sobre la actividad de los guerrilleros, incluidos miembros importantes del secretariado de las FARC, más acá de la frontera.
El columnista de un diario caraqueño opinó que en Paraguaná hubo un juego de conveniencias mutuas, una buena dosis de hipocresía y chantajes recíprocos. "Yo tengo las pruebas de tu apoyo a las FARC", "yo tengo las llaves del comercio bilateral". Lo esencial para Uribe lo reveló su ministro de Defensa: "que las palabras se traduzcan en hechos, y que no toleren la presencia de las FARC en su territorio". La reacción de Chávez cabe interpretarse como un recordatorio de compromisos: "Vamos a voltear la página pero ponga en su sitio al ministro Santos". Lo esencial para Chávez lo evidenció él mismo. Viajaría a Quito para convencer a Correa de que haga las paces con Bogotá. Con la llamada a la prudencia de los ministros, Uribe le confirmó el visto bueno para que siga haciendo el papel de gran componedor de la comarca.