Así están las cosas. Ha ganado Hillary, con el voto de las mujeres. Ha ganado John McCain, rejuvenecido por el entusiasmo popular ante su “hablar claro”. Han perdido Barack Obama, Mitt Romney, y los sondeos. Y América, después de dos momentos que debían ser decisivos –Iowa y New Hampshire-, vuelve a estar en el punto de partida, con una cita electoral dominada por la incertidumbre, con tres demócratas y cuatro republicanos todavía en carrera hacia el premio final: la Casa Blanca.
Marco Bardazzi
Las elecciones más importantes del mundo están cumpliendo los pronósticos sólo en un punto: a falta de claros favoritos, y por primera vez desde 1928 sin un presidente o vice entre los candidatos, en la campaña presidencial americana de 2008 puede pasar de todo. Y así, después de la victoria en Iowa de los recién llegados, Obama y Huckabee (menos de 100 años entre los dos), en New Hampshire ha llegado el turno de la resurrección política. McCain, de 71 años, al que se le dio por acabado el pasado otoño, vuelve a las portadas de los periódicos americanos como el Lázaro de la política. Y la sesentona señora Clinton, por su parte, puede hacerse con el título de Comeback Kid, la chica que vuelve a escena.
La economía se ha revelado como el tema más sensible para los americanos en este momento, y los electores han reaccionando eligiendo las manos expertas en vez de las nuevas.
Una nueva Hillary ha dejado New Hampshire agradeciendo a los electores no sólo haberle dado la victoria por un 39-36% sobre Obama, sino por haberle ayudado a revelar una voz distinta, más humana y apasionada. “En estos últimos días –ha confesado- he sentido que podía por fin comunicarme con la gente, que podíamos ser delegados de un sentimiento personal y profundo”. El debate televisivo en el que Obama y John Edwards se aliaron para atacarla, según Hillary, fue el punto decisivo. Entendió lo que debía hacer, y se fue a hablar con la gente, con el corazón en la mano, virtió sus primeras lágrimas y cumplió un milagro político. En dos días ha dado la vuelta a los sondeos que la daban como perdedora por 10 puntos (e incluso más, según sus propios asesores) y ha conquistado el voto femenino (47-34%), dando una dura lección al joven senador negro.
Al otro lado de la barricada, McCain ha repetido la magia del 2000, cuando en New Hampshire se midió con el entonces gobernador de Texas George W.Bush, con una campaña basada en su eslogan “hablar claro”. También esta vez, ha dicho al pueblo que festejaba su victoria con la música de Rocky, “he venido aquí para deciros la verdad, para deciros cómo están las cosas en nuestro país, y me habéis escuchado”. Mitt Romney, ex gobernador mormón de Massachussets, que lo había empeñado todo para obtener sendas victorias en Iowa y New Hampshire, ha sido barrido por un 37-32%, y tiene que contentarse, según sus propias palabras, “con la medalla de plata”. Para el director que salvó las Olimpiadas de invierno de Salt Lake City de la catástrofe económica no es suficiente: Romney sabe bien que necesitaba más que los demás comenzar la carrera de las primarias con una medalla de oro.
Paradójicamente, ahora para Hillary y McCain se impone la necesidad de concentrarse para las próximas etapas en la estrategia que Kart Rove diseñó en el año 2000 para el enemigo de ambos, George W.Bush. Rove relanzó a Bush después de la derrota con McCain, animándole a hacer suyas las palabras del adversario (en aquella época el eslogan era “reforma”; hoy, “cambio”) y a atacar sin piedad. Es eso lo que la Clinton hará de ahora en adelante con Obama y lo que McCain debe hacer dentro del apretado recinto de aspirantes republicanos a presidente: Romney y Huckabee tienen oportunidades para obtener buenos resultados en las próximas votaciones, y mientras tanto, antes o después puede llegar el momento del ex alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, que ha sido cuarto en New Hampshire, después del ex gobernador de Arkansas, con un mísero 9%.
Los adversarios de los dos ganadores no se quedarán mirando, obviamente, y Obama ya se ha percatado del nuevo clima que se respira. Después de haber sido durante meses el candidato del “volar alto”, ha querido recordar que se ha formado en Chicago, “donde estamos acostumbrados a la política dura y sin prejuicios”. Que es como decir: si Hillary y Bill quieren jugar duro, los de la ciudad de Al Capone no seremos menos.
Ahora, la carrera a la nominación queda en una carrera de recursos. Con los estados populosos por llegar, la política del estrechón de manos de New Hampshire deja de funcionar y se hacen necesarios millones de dólares en spots televisivos. Es por esto que los candidatos, abandonadas las naves de Nueva Inglaterra, se han puesto rápidamente en busca de financiadores electorales para invertir con fuerza en las televisiones de Nevada (donde los demócratas votan el 19 de enero) y Carolina del Sur, pero sobre todo para prepararse para el desafío del superpartes 5 de febrero, cuando votarán una veintena de estados.
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