Genocidio y racismo antiblanco en África del Sur: ¡un campesino blanco, una bala!

En Sudáfrica sólo queda el 8% de población blanca, descendiente de holandeses, ingleses y franceses,quienes siguen siendo, no obstante, el motor de la economía del país sudafricano. Sin embargo, los diversos gobiernos desde el fin del Apartheid han puesto en marcha proyectos de expropiación de sus tierras, lo cual unido a la complicidad, de unos políticos y mandos policiales corruptos, ha originado una ola de ataques a las granjas Boers, con asesinatos, violaciones y expulsiones. La minoría de origen europeo en Sudáfrica se encuentra en grave peligro ante la indiferencia internacional. Sólo Australia ha ofrecido tierras para el asentamiento de estos colonos que huyen de su país ancestral. Y Europa, ¿qué hace ante este auténtico genocidio?

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Todo va mal en Sudáfrica

Muchos creían que, tras haber salido del sistema de apartheid que gobernaba ese país en 1994, Sudáfrica, tras la locura desatada por la presidencia de Mandela, navegaría hacia la felicidad y la justicia para todos. Hoy en día, podemos ver que Mandela era sólo un gran árbol que impedía ver el inmenso bosque de mala gestión y de corrupción que el observador medio no podía prever.

El edificio económico sudafricano era tan sólido que era difícil creer que algún día pudiera verse amenazado. Veinte años después de la llegada del ANC (Congreso Nacional Africano), empezamos a comprender que la omnipotencia del gobierno del expresidente Jacob Zuma y, antes que él, de Thabo Mbeki, ha ido socavando el coloso del África austral. La esperanza de vida es de 56 años, cuando era de 64 años en tiempo del llamado “poder blanco”; crecimiento en recesión, impresionante caída de la moneda, aumento del desempleo, corrupción a todos los niveles, catastrófica gestión de todos los sectores gubernamentales, a veces paragubernamentales (minería, energía, etc.): Johannesburgo, ciudad faro del mundo de los negocios, no tiene, en ocasiones, más que cuatro horas de electricidad al día. 

La política de discriminación positiva, que consiste en favorecer el surgimiento de una clase media negra, se está transformando en una espantosa carrera por el dinero fácil con la complicidad del poder establecido. Estos nuevos ricos, que ahora se llaman Black Bling Bling, se han infiltrado en los pasillos en lo más alto del Estado y tienen una influencia de peso en las decisiones gubernamentales.

En el Parlamento sudafricano, al expresidente Jacob Zuma no le quedaba más remedio que reírse para oponerse a la oposición, la cual le cuestionaba las decisiones menos confesables: su gestión en las manifestaciones de mineros de Marikana, durante las cuales la policía disparó contra la multitud y causó casi 50 muertos, el cese del respetado ministro de finanzas Nhlanhla Nene, que se oponía frecuentemente a algunas de sus decisiones, especialmente en el campo de lo nuclear. Una risa burlona que traduce bien la impunidad de la que hace gala y que bien podría causar su desaparición del ANC, del cual dijo, recientemente, que era mucho más importante que el propio país…

En la indiferencia general, ya que no es políticamente correcto decirlo, un centenar de campesinos blancos, que todavía aseguran la parte esencial de la producción agrícola del país, fueron asesinados durante 2015, pero los crímenes contra ellos continúan, probablemente en virtud de las declaraciones del político de extrema izquierda Julius Malema, el cual repetía públicamente: “Un campesino, una bala”. 

Ese genocidio que se avecina

Todos los años, Sudáfrica celebra el Día de Mandela, una fiesta que debería “promover una cultura de la paz”… Pero más de veinte años después, ¿cuál es el balance de las políticas ejecutadas desde el fin del Apartheid?, ¿dónde está la pacífica y multicultural “nación arcoíris”?

Estamos bastante lejos del país Boers-blancos-negros: el antiguo Estado-faro del continente africano se ha convertido en un lugar donde el crimen prospera. Un país, gangrenado por la corrupción y el desempleo, donde la minoría blanca (el 8% de la población, frente al 80% de población negra y un 12% de mestizos o coloured y de población india u otros orígenes asiáticos) corre, hoy en día, un grave peligro.

En efecto, los políticos marxistas próximos al ANC explotan ávidamente los viejos conflictos étnicos. El hombre blanco es designado como un parásito, un violador, un asesino, un traidor que está conspirando sin cesar contra las poblaciones negras. Y conforme la situación se degrada, muchos se adhieren a esta idea de un complot Boer que, rechazando la independencia de los pueblos negros, estaría saboteando la economía local. De esta creencia nació una gran reforma agraria que permite expropiar a los campesinos Boers, así como una política de cuotas étnicas que ha empobrecido sensiblemente a los Boers: más de 50.000 han sido alojados en uno de los 60 “guetos blancos” del país.

Del mismo modo, se multiplican las inscripciones racistas, los discursos genocidas, las canciones que llaman a "matar a todos los blancos". Un diputado del Parlamento señalaba que “Julius Malema (próximo al expresidente Zuma) estaba preparando a su pueblo para masacrar a los blancos, cuando él diera la señal”. Porque, ¿no es esta la finalidad de tal trágica situación: la depuración étnica de los blancos? Todos los ingredientes de una masacre masiva están presentes. La ONG Genocide Watch, que ha establecido una escala de medición de riesgos, sitúa a Sudáfrica en el nivel 9 sobre 10… un auténtico drama. 

Galvanizados por una retórica victimista y un ideal de "redistribución", los milicianos se internan a través de los campos, asesinan a los campesinos Boers para apoderarse de las pequeñas explotaciones. A menudo clasificados como simples robos, se trata, bien evidentemente, de crímenes de odio: la ausencia de sustracción de objetos de valor en el 80% de los casos, las mutilaciones y las torturas, las violaciones de mujeres blancas y las escenas macabras son pruebas más que suficientes. 

La ONG Afriforum informa que hubo más asesinatos de blancos en las primeras dos semanas de 2014 que en Irlanda en treinta años... La tasa de asesinatos de Boers ‒cuatro veces superior a la media nacional (de por sí, ya increíblemente elevada)‒ implica que un soldado norteamericano en Irak tenía más posibilidades de supervivencia que un Boer blanco en el campo sudafricano… Desde 1994, se estima en más de 90.000 el número de Boers asesinados, la mayoría campesinos y agricultores…

Y es poco probable el cese de estas masacres: con un gobierno que tolera esta violencia para quitarle el monopolio agrícola a los Boers, la situación sólo puede empeorar.... Y de la misma forma que era una obligación moral de los países occidentales levantar su voz contra la política del Apartheid del antiguo Partido Nacional, ¿no ha llegado la hora de tomar posición ante estos acontecimientos que no pueden ser reducidos a la criminalidad habitual y evitar lo que muchos ya describen como un auténtico genocidio?

Cuando el rey de los zulúes viene al rescate de los campesinos blancos

Sudáfrica es un país de 55 millones de habitantes, un país creado a partir de 1652 cuando los holandeses llegaron para fundar la comunidad de los Afrikáners. Los valles que rodean Ciudad del Cabo están llenos de frutas de todo tipo y sus vinos son el deleite tanto de los locales como de las empresas exportadoras. Su éxito económico se debe, en buena parte, al trabajo de ese 8% de Boers blancos que todavía permanecen en la tierra de sus antepasados… antes eran muchos más, pero los asesinatos y la expatriación casi forzosa de muchos de ellos, han reducido el porcentaje de Boers respecto a la población total sudafricana.

Veinticinco años después del fin del Apartheid, la democracia que dio origen al “un hombre, un voto” ha dado a este país la ilusión de que el nuevo poder negro podría llevar a esta nación del arcoíris hacia cumbres más altas, negros y blancos yendo de la mano. Mientras que la discriminación positiva, destinada a llevar a más personas negras a los puestos de responsabilidad, ha contribuido ampliamente a bajar el nivel de eficacia de las principales industrias, sucediendo algo similar también en la agricultura, aumentan exponencialmente los ataques contra campesinos blancos en lo que ya es una auténtica masacre (sólo este año, 346 ataques y 46 agricultores y sus familiares asesinados violentamente).

Un poderoso aliado se puso recientemente del lado de los Afrikaners, el rey Goodwill Zwelithini, jefe de los zulúes, quien advirtió al gobierno central que la redistribución de tierras zulúes (37.000 kilómetros cuadrados) en Kwazulu/Natal por el gobierno no estaba de actualidad. Al mismo tiempo, el rey de los zulúes hizo saber que estaba contra las confiscaciones de tierras propiedad de los blancos.

El actual presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, prisionero de los extremistas de Julius Malema (Economic Freedom Fighters), cuyo lema es "un campesino, una bala", ha reiterado su intención de modificar la Constitución para poder recuperar esas tierras sin ninguna compensación para sus agricultores propietarios.

Para hacer frente a esta amenaza, los Afrikaners han creado AfriForum, una organización encargada de la defensa de sus intereses en este país del que reivindican ser una buena parte de su desarrollo y éxito económico. Ante la indiferencia de las autoridades, que minimizan los ataques y las muertes de campesinos, AfriForum ha enviado, especialmente a los Estados Unidos y Australia, varios emisarios encargados de alertar a la opinión pública sobre los graves sucesos del país. Hasta ahora, el presidente Trump ha sido el único jefe de Estado que ha respondido a estas demandas, pidiendo a su secretario de Estado, Mike Ponpeo, investigar el asunto. 

Esta situación sigue preocupando, no sólo a los campesinos Boers, sino también a los bancos, que han prestado grandes sumas de dinero a estos últimos para desarrollar sus explotaciones agrícolas y ganaderas. Una inquietud que comienza a afectar a los organismos financieros internacionales que no están dispuestos a seguir inyectando dinero en un país que, en breve, podría parecerse al Zimbabue actual.

Violaciones y crímenes ante la indiferencia internacional

Con el pretexto de que los campesinos blancos formaron una parte importante del Apartheid hasta 1994, los crímenes cometidos contra ellos, para la opinión internacional, parecen ser crímenes menores e indignos del mínimo interés. La tierra, hoy en día, es el principal problema en el panorama político sudafricano, las granjas son saqueadas y se viola y asesina a sus ocupantes blancos ante la indiferencia general del resto del mundo, que probablemente piensa que el color de la piel de las víctimas no es digno de interés.

Los últimos sucesos, con la complicidad de la policía sudafricana, unida al estado de descomposición sufrida por las fuerzas de seguridad, son ilustrativos: Annette Kennealy, de 51 años, era asesinada a martillazos en su granja de Limpopo. En el sur del país, en la provincia occidental, en la región del Cabo, que hasta ahora había estado más o menos protegida de esta violencia, cuatro granjas fueron atacadas hace unos días. En una de ellas, Dolla Engelbrecht, de 72 años de edad, fue violada, mientras que, algo más lejos, un campesino era asesinado a tiros cuando llevaba a su hija de 17 años a la escuela.

Frente a esta situación, la comunidad Afrikaner se está estructurando para hacer conocer lo que hoy muchos llaman ya un “Apartheid al revés”, promoviendo su cultura y luchando por los derechos que frecuentemente son violados. Es así como se fundó la mencionada AfriForum, una organización que milita, no sólo por esos derechos, sino que interviene también legalmente cada vez que los escándalos y la corrupción de políticos y policías salen a la luz. Entre sus miembros, el célebre procurador Gerrie Nel, que representó al ministerio público en el no menos célebre caso de Oscar Pistorius, acusado de haber asesinado a su amante hace algunos años. Nel abandonó su puesto en la fiscalía para ponerse al servicio de AfriForum.

En la actualidad, 42.000 familias campesinas permanecen en el país, frente a las 60.000 de hace quince años. Muchas de estas familias han emigrado a Australia ante el constante deterioro de la seguridad en sus granjas. Estas familias recrean, en los grandes espacios australianos, la misma pasión granjera que tanto éxito otorgó a la agricultura sudafricana (y zimbabuana antes de Mugabe). Para los que se han quedado, se trata de luchar codo con codo contra el proyecto de expropiación que el nuevo gobierno sudafricano quiere poner en marcha.

Su objetivo, y el de Afriforum: luchar contra esta idea preconcebida según la cual el 80% de las tierras les pertenecen. La comunidad granjera sostiene que sólo el 50% de estas tierras son explotadas por ellos. El 50% restante pertenece en una pequeña parte a los campesinos negros y una mayor parte al gobierno sudafricano, el cual debería liberarlas para que los campesinos negros puedan explotarlas, como lo han hecho los campesinos blancos desde que llegaron a esta tierra hace varios cientos de años...

Hace unos años hubo un primer intento de distribución de granjas voluntariamente abandonadas por sus propietarios, que fueron rediseñadas y entregadas a sus nuevos propietarios negros. La gran mayoría de estos beneficiarios se apresuró a revenderlas para embolsarse los beneficios de la venta y dilapidarlos en unos pocos años…

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