Si es que aún somos lo que somos

España, nación, democracia: tres ideas-fuerza para el bicentenario de 1808

¡Qué casualidad! Las elecciones de marzo próximo coincidirán con el aniversario de la Guerra de Independencia de España. Las editoriales están horneando ya cientos de libros sobre unos acontecimientos que, a juicio de los historiadores, consolidaron la idea de la nación española. Los periódicos preparan sus especiales. Las televisiones emitirán documentales. El país entero va a vivir un renacimiento total: descubrirá que palabras como “independencia”, “nación” y “España” son los pilares sobre los que se asienta algo que la mayoría de los ciudadanos ahora percibe, pero que no se atreve a reivindicar. Pues bien, la hora está cercana.

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CARLOS SALAS
 
El 17 de marzo comenzó el motín de Aranjuez, un hecho que supuso el pistoletazo de salida de la Guerra de Independencia de España. Suenan extrañas esas palabras, ahora que nadie acierta a definir si España existe, si es una nación, una nación de naciones o una quimera. Pues bien, el año que viene va a haber muchos motivos para reflexionar sobre ello, porque se cumplen 200 años exactos del levantamiento contra la invasión francesa, lo que se dio en llamar la Guerra de la Independencia de España.
 
¿Y qué pasó en Aranjuez? Las tropas francesas ya habían invadido España. Se calcula que 65.000 soldados franceses estaban apostados en varias ciudades del norte, de modo que el rey y su corte se trasladaron a Aranjuez con la idea de huir desde allí a Andalucía, y embarcar para América. Con ellos viajaba Godoy, primer ministro o ministro universal, favorito del rey Carlos IV, pero que no había atraído el cariño de los españoles, pues lo consideraban un traidor. Este valido del rey era el promotor de la invasión francesa. Había firmado con Francia el Tratado de Fontainebleau, por el que teóricamente España y Francia se repartían Portugal. Fue entonces cuando Napoleón le hizo creer a Godoy que las tropas francesas estaban de paso, y que sólo pretendían invadir Portugal. Cuando se demostró que en realidad Napoleón tenía planes para quedarse en España (y con España), el pueblo se amotinó. Un grupo de rebeldes se reunió frente al Palacio Real y asaltó la sede donde se escondía Godoy. Además, obligó al rey Carlos IV a abdicar a favor de su hijo Fernando.
 
La nación indomable
 
Dos meses después, la mecha prendió en Madrid, y el 2 de mayo de 1808 se levantó el pueblo contra la invasión francesa. A partir de allí, estalló la Guerra de la Independencia, que luego se trasladó a todos los puntos del país, y que supuso el gran estallido de la idea de la nación española.
 
Hasta entonces, España era un imperio con grandes posesiones coloniales, pero, en su interior, estaba formado por diferentes entidades –ciudades, “reinos”, etc.- y lenguas a las que sólo unía la idea de que estaban dentro de una misma corona y con una misma religión. La Guerra hizo olvidar todas las diferencias y, según los historiadores, fue un acontecimiento que consolidó prodigiosamente el sentimiento de millones de personas alrededor de la patria invadida: desde vascos a extremeños, desde catalanes a madrileños.
 
En el libro titulado El sueño de la nación indomable, Ricardo García Cárcel afirma que las proclamas de 1808, así como la nación en armas y la lucha por la independencia, crearon los pilares de la conciencia nacional. Cita una proclama “de los vascongados a los demás españoles” que dice: “Aragoneses, valencianos, andaluces, gallegos, leoneses, castellanos (…) todos nombres preciosos y de dulce recuerdo para España, olvidad por un momento estos mismos nombres de eterna memoria y no os llaméis sino españoles”.
 
Al final, la invasión napoleónica fue el catalizador de la unidad nacional. El texto de la Constitución de 1812 (llamada La Pepa), la primera de la historia de España, habla en su primer artículo de Nación española. Se puede ver en internet en www.cervantesvirtual.com.
 
 
 
El capítulo II habla “De los españoles”. El III “Del territorio de las Españas”, y el VI “De los ciudadanos españoles”.
 
La Constitución hoy vigente aprobada en 1978 afirma, como la de 1812, que se fundamenta “en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común en indivisible de todos los españoles”.
 
La conciencia del pueblo
 
Para los que no han conocido otro texto que el de la reciente Constitución, estos párrafos les parecerán redactados por los carcas del franquismo que aún sobrevivían en las Cortes en los años setenta, pero cuando se ponga en marcha toda la historiografía para celebrar el bicentenario, caerán en la cuenta de que ese lenguaje procedía del siglo XIX y que era el fruto de una rebelión a gran escala contra una invasión inaceptable. Ese salto temporal, a juzgar de muchos, puede servir para que las palabras “nación” y “España” recobren sus viejos usos para arraigarlas en la conciencia del pueblo. Y además, como dice la Constitución de Cádiz, la nación española no es patrimonio de familia ni de persona. O sea, que no es de los partidos tampoco.
 
Y entonces, ¿cuándo se torció aquella idea? Según un artículo de Abc escrito por Manuel Espadas Burgos, la liquidación del imperio colonial, desde América hasta Filipinas a lo largo del siglo XIX, supuso el surgimiento de las manifestaciones regionalistas y del separatismo, “que renegaban de ese ‘algo muerto’ que era España tras la pérdida del imperio ultramarino”.
 
Pero los valores de esa guerra siguieron vivos en el inconsciente colectivo, pues el articulista comenta que durante la Guerra Civil de 1936, los dos bandos apelaron al patriotismo más radical recordando los nombres de Agustina de Aragón, Daoíz y Velarde, Bailén y hasta la “Defensa de España”.
 
De seguro que desde ahora hasta las próximas elecciones, tanto el PP como el PSOE van a utilizar lo español y todo lo que le rodea como un signo que hay que reivindicar, y van a poner de moda otra vez algo que los españoles pensaban que sólo estaba limitado a los partidos de nuestras selecciones nacionales, al toro de Osborne y a las victorias de Fernando Alonso.
 
De todos modos, incluso escrito aquí y ahora, todo ese simbolismo de lo español sigue teniendo una carga sospechosa para muchos españoles. Sucede lo mismo que en Alemania, donde cualquier manifestación escrita, hablada o televisada de alemanismo se interpreta como falso patrioterismo, y hasta como algo peligroso o decadente, a pesar de que los alemanes conforman uno de los pueblos más idénticos a sí mismos, más endogámicos, y más conscientes de su gens.
 
Lo que está claro es que la proximidad del segundo centenario va a originar una importante “revisión historiográfica”. Entonces se sabrá si aquel suceso tectónico significó “la conformación de la nación española”, o si sólo fue “puro mito historiográfico”.

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