Cuando se supo que Miguel Ángel Blanco había sido ejecutado, asesinado por ETA, un sentimiento de rabia y de indignación recorrió la sociedad española, incluyendo la vasca, donde ese sentimiento tomó la forma de revuelta popular contra los proetarras y/o batasunos, ese violento entorno marxista separatista que tenía (y tiene) como objetivo a cualquiera que se siente español.
Vivimos momentos épicos, en los que los ciudadanos de a pie perdieron el miedo y pasaron a la acción, dejando como muestra del desprecio a los asesinos alguna herrikotaberna guarida de proetarras reducida a humo y cenizas. Realmente parecía que las cosas habían cambiado para siempre en el País Vasco, cuando incluso la gente se encaraba abiertamente a los batasunos y les increpaban, y acongojaban, a la puerta de sus sedes.
Sin embargo, toda esta enorme algarada de libertad popular se cortó repentinamente. Las alarmas saltaron en los salones del poder político del más alto nivel, y activaron una inmediata operación en forma de gigantesco “bisturí social”, que extirpó cualquier tipo de reacción espontánea y popular. Se quería, y se creía, que estaba todo atado, bien atado, y repartido, y por lo tanto era impensable dejar espacio para la aparición de nuevos actores en escena que modificaran el plan maestro trazado desde la Transición.
Se quería en definitiva que la sociedad española siguiera dormida y aborregada. Es aquí cuando surgen las “manos blancas”, el “aquí está mi nuca”, e incluso se marginaba y expulsaba de las manifestaciones contra el terrorismo a aquellos que defendían una mayor contundencia en la lucha contra ETA y su entorno.
Además, se pacta y adopta la estrategia de pasar a definir mediáticamente a los etarras como “nacionalistas” o “fascistas”, y se dejan de usar las definiciones más ajustadas a la realidad como son separatistas, marxistas, y sobre todo anti-españoles.
…Y de aquellos polvos, estos lodos. Gracias a esa actitud de equiparación en la legitimidad de posturas, y de negación del conflicto, nos encontramos hoy en día en una dificilísima situación, en la que ellos, los ETA-Batasuna-Amaiur, dominan la calle y las instituciones, y todo parece indicar que esta batalla la han ganado.