García Lorca, ese franquista

Tampoco se tiene noticia de que García Lorca apoyara al movimiento LGTB, quedándose toda su vida en "el armario" y no haciendo un outing como es debido.

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Ya que los todopodemitas de Sabadell han considerado, probablemente con acierto, que Antonio (no Manuel) Machado, Góngora, Quevedo, Cervantes, Goya, Tirso de Molina y un lago elenco de literatos y artistas son franquistas, nos tomamos la libertad de sugerirles que también incluyan en esta lista a Federico García Lorca, que era un españolazo que, además de escribir poemas sobre tauromaquia y Guardias Civiles, era gran amigo de ese franquista llamado Salvador Dalí.

Por si fuera poco, el tal poeta era también amigo de José Antonio Primo de Rivera y del falangista Luis Rosales, en cuya casa de Granada se fue a refugiar. ¡Hasta ahí podíamos llegar!

Y aún más: era un niño bien granadino. ¡Lo que faltaba!

Su ambigüedad respecto al gobierno del Frente Popular fue más que notoria y resulta intolerable para cualquier demócrata bien nacido: “Me voy porque aquí me están implicando en política, de la que nada entiendo y ni quiero saber nada. Yo soy amigo de todos y lo único que quiero es que todo el mundo trabaje y coma”. Deplorable apoliticismo. En fin, más de derechas que Don Pelayo.

Se permitía, es cierto, el lujo de ir de “persona de izquierdas”, pero al mismo tiempo soltaba barbaridades como la siguiente: “Soy español integral”, sin olvidar que se sentía a la vez cristiano y pagano, al igual que otro famoso escritor homosexual del siglo XIX: Oscar Wilde. 

Tampoco se tiene noticia de que García Lorca apoyara al movimiento LGTB, quedándose toda su vida en “el armario” y no haciendo un outing como es debido. Por otro lado, parece ser que el dinero que recibía de las subvenciones del Ministerio de Instrucción Pública lo dedicaba a poner en funcionamiento un grupo de teatro itinerante, en lugar de gastárselo en copas y otras substancias, haciendo quedar mal a otros muchos y subvencionados colegas suyos de “la cultura” que llegaron después.

Por todos estos motivos urge colocar inmediatamente al tal García Lorca en la lista negra y arrojar al fuego sus obras completas.

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