Una razón para explicar el ostracismo en el que ha caído la asignatura de Filosofía hay que encontrarla en la idea de que la formación académica debe dar prioridad a preparar al alumno para aquello que supuestamente necesitan las empresas.
Una razón para explicar el ostracismo en el que ha caído la asignatura de Filosofía hay que encontrarla en la idea de que la formación académica debe dar prioridad a preparar al alumno para aquello que supuestamente necesitan las empresas. El programa electoral de Ciudadanos, por ejemplo, detecta un “gran desajuste entre lo que se aprende y las habilidades y conocimientos que demanda el mercado de trabajo”. El PP, por su parte, recuerda que su sistema educativo apuesta por la “empleabilidad” de los estudiantes. En todo el espectro ideológico se pueden encontrar similares opiniones.
Con la entrada en vigor de la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE), la Filosofía ya sólo es obligatoria en 1º de Bachillerato, por lo que, gracias al Partido Popular, es posible que un alumno de 16 años culmine la Educación Secundaria sin tener la más mínima noción de esta disciplina. La asignatura desaparece de cuarto de la ESO, donde es sustituida por Religión o Valores Éticos. Además, en 2º de Bachillerato, la Historia de la Filosofía debe competir como optativa junto a otras 15 materias.
Pero la regresión en los planes de estudios comenzó mucho antes de la tramitación de la LOMCE. Hace ya 20 años, en 1995 ?en los estertores del último mandato de Felipe González y tras el paso de tres ministros por la cartera de Educación en apenas cuatro años (Alfredo Pérez Rubalcaba, Gustavo Suárez Pertierra y Jerónimo Saavedra)?, cientos de estudiantes universitarios, animados por el eslogan de Pienso, luego estorbo, se echaron a las calles de Madrid en protesta por la aplicación de la LOGSE, que suponía la reducción del Bachillerato de tres a dos años y la consiguiente merma en la asignatura de Filosofía.
Tanto con el PSOE como con el PP, la materia ha sido progresivamente arrinconada de los planes de estudio. ¿Responde dicho arrinconamiento a una estrategia planificada? Maite Larrauri es categórica: “No creo que haya una estrategia definida, pensada, por parte de unas mentes privilegiadas. El hecho de que la progresiva ausencia de Filosofía en la enseñanza media pueda acarrear que nuestros jóvenes carezcan de herramientas analíticas y críticas frente a las ideologías no nos puede hacer pensar que era eso lo que se proponían quienes llevaron a cabo este desafuero. Sería concederles demasiado. Creo que hay desconocimiento, ignorancia, falta de reflexión en quienes manejan los currícula de la enseñanza. Estos mismos defectos existen igualmente cuando se añaden asignaturas, o cuando se modifican los programas”.
La reducción de la disciplina supone un evidente mazazo para las expectativas laborales de los estudiantes universitarios de Filosofía; pero no es ésta ni la única ni la primera motivación de la movilizaciones que se han venido desarrollando en los últimos meses, con acciones como la de Filosofía en la Calle (en la que profesores y alumnos de instituto y universidad dieron clases en varias plazas de Madrid) y con la campaña de Internet #SalvemosLaFilosofía que, en el momento de la redacción de este texto, llevaba recogidas a través de la plataforma Change.org más de 160.000 firmas. Enrique P. Mesa, profesor en el instituto madrileño El Espinillo, presidente de la Asociación de Profesores de Filosofía de Madrid y promotor de la recogida de firmas, pide que la asignatura de Ética vuelva a ser materia común en Secundaria, y que Historia de la Filosofía vuelva a ser obligatoria en 2º de Bachillerato: “Recortar la Filosofía significa minimizar la enseñanza del pensamiento crítico y empobrecer la democracia. Implica imponer un modelo social de individuos sumisos”.
Los pilares de la filosofía son la curiosidad, la duda, el diálogo y la autonomía personal. Un sistema educativo que olvide esta materia deja de ser una herramienta de transformación social. La educación queda así a rebufo de exigencias laborales de corto y medio plazo, apuntalando un determinado modelo de sociedad de consumo masivo y crecimiento insostenible. Los alumnos sumamente empleables son aquellos que no se cuestionan la realidad, que no dudan, no piensan autónomamente ni plantean demasiadas preguntas.
Quizá ese sea el perfil de trabajador que requieren las empresas pero, ¿es ése el prototipo de ciudadano que requiere la sociedad? Sus necesidades e intereses no tienen por qué coincidir con los de los mercados. Y el deber del sistema educativo no es formar trabajadores, sino ciudadanos. También cabe preguntarse si rasgos definitorios de la filosofía, como la originalidad, la innovación y la creatividad, no son deseables para nuestras empresas. ¿Cómo se puede tener una idea nueva si ni siquiera sabemos qué es una idea?