Diva absoluta, Catherine Deneuve encarna el eterno femenino, sin discursos: mujer en estado puro y a la vez refinado. No necesita discursos sobre lo evidente ni para si misma ni para repetírselo a otras mujeres inseguras de cómo ser mujer en unas nuevas generaciones caracterizadas por la militancia sexista y la ausencia de compromisos que no alcanzan con plenitud y las conduce a la soledad. Los relativismos varios y la falta de autenticidad cuando se intenta ser lo que no somos ha ido matando las esencias terrenales y nada esotéricas de lo femenino. Ser mujer no es ningún rollo raro: es serlo y vivirlo. Aristocrática, sensual, madre, libre, elegante, fría, irónica, divertida y desprovista de todo asomo de ñoñería, Catherine es mujer a la gran usanza y nos dice de su profesión: "El cine ya no es lo que fue".
¿Sabe que está prohibido fumar en el hotel?
“El problema es que hay demasiadas cosas prohibidas. Si me hubiera limitado a hacer lo que se suponía que debía hacer, a lo mejor usted no estaría hablando conmigo”, dice y expulsa el humo del cigarrillo por la boca como sólo ella sabe hacerlo. A la antigua. Catherine Deneuve (París, 1943) se maneja en las entrevistas con autoridad. Se sabe perfectamente el papel de Deneuve.
Le gusta mentir o, mejor, adora recibir cada pregunta más o menos aduladora con un gesto de desdén. "No entiendo lo de diva. Míreme, qué ve. En efecto, una señora mayor que trabaja. ¿Qué tengo de diva?", afirma a la vez que regaña. Eso sí, mucho cuidado con darle la razón. Sólo las divas están autorizadas a hablar mal de sí mismas. Y así. Otra calada.
A sus 70 años dice sentirse en forma y con ganas. "El pilates ayuda", puntualiza. Y buena prueba de lo que dice no es sólo la película recién presentada en el Festival de Venecia, Trois cœurs [Tres corazones], sino la que aún se mantiene en cartel, En el patio, y alguna más que vendrá. "En cuanto acabe aquí me iré a la India a seguir con la promoción. Es cansado, sí, pero no me veo haciendo otra cosa. Apoyar una película y aceptar entrevistas es parte del mismo compromiso. Me siento muy responsable con lo que hago, con mi oficio", continúa. Firme. Se diría que gélida. Deneuve.
“Se cuánto se puede sufrir en esta profesión”
Su nuevo trabajo con Benoît Jacquot la convierte en pantalla en la madre de Charlotte Gainsbourg y Chiara Mastroiani. Es decir, en lo que respecta a esta última, en la madre de la que, en efecto, es su hija. No es la primera vez que lo hacen. Coincidieron en El tiempo recobrado (1999), de Raoul Ruiz –que también protagonizó Cristian, el hijo que tuvo con el director Roger Vadim–, y juntas se las volvió a ver en Un cuento de Navidad, de Arnaud Desplechin.
"Es extraño y agradable a la vez, tanto para ella como para mí", recuerda. "Yo nunca esperé que mis hijos se hicieran actores, porque llevo mucho tiempo actuando y sé cuánto se puede sufrir en esta profesión. Quería protegerlos de ese sufrimiento". La que habla, no en balde, entró en el cine por coincidencia; una famililar casualidad. "Mi hermana trabajaba en el teatro, y el director de la obra necesitaba a alguien que interpretara a su hermana, así que pensaron en mí. Me gustó hacerlo, pero no estaba segura de si quería vivir de la interpretación. No lo estuve hasta que conocí a Jacques Demy, y, en el rodaje de Los paraguas de Cherburgo (1964), me hizo sentir que era imprescindible para él".
Un tiempo plagado de divas
Y desde entonces hasta ahora. François Truffaut dijo de ella que bastaba contemplarla en pantalla para encontrar la felicidad. No queda claro que Truffaut tuviera que vérselas en el trance de entrevistarla. Se refería a una mujer que ya, quiera ella o no, daba sus primeros pasos como diva. Los 60 (un tiempo plagado de eso, de divas del cine francés como Jeanne Moreau, Brigitte Bardot, Stéphane Audran, Anouk Aimée y Anna Karina) vieron sus mejores y quizá totémicos trabajos.
Deneuve completó 28 películas y su porte y sobriedad aristocráticos hicieron de ella la actriz más-allá-de-la-realidad. La gélida Deneuve. "Me desconcierta ese adjetivo. Es como si siempre hubiera hecho de dama de llaves o de reina. En pantalla, he sido ciega, muda, lisiada, asesina, vampira, madre adolescente, lesbiana, alcohólica, ladrona. Me asombra que la gente me describa en esos términos, que se me considere fría".
En el principio, Luis Buñuel
Sea como sea, sabe perfectamente que la culpa de todo la tuviera Luis Buñuel. Fue su papel en Belle de jour, helador y opaco, la que la convirtió en lo que ahora, no sin coquetería, rechaza. El juego siempre es el mismo: sólo ella está autorizada a criticarse. Pero, mucho cuidado con darle la razón. "Prefiero que se me asocie con Belle de Jour o con Buñuel que con muchas otras cosas, francamente", continúa y, esta vez sí, se permite una sonrisa. Pero leve.
"Es una gran película. Para un actor, es una gran suerte trabajar desde muy joven con directores muy importantes, porque te da otra visión sobre el cine. Ser actor significa ser un instrumento para otra personaincluso aunque eso signifique hacer cosas que no quieres hacer. Me gusta entregarme completamente a los directores, ser manejada por ellos en diferentes direcciones y que me hagan sentir insegura. Pienso que el peligro más grande para un actor es quedarse atrapado en la imagen que, después de un tiempo, cuando se te conoce y se te reconoce, el público y los medios tienden a crear de ti". Queda claro.
“Hago cine por pasión”
–¿Qué es lo que a fecha de hoy le motiva más de su trabajo?
–Hacer películas. Tan sencillo. La sensación de comunidad que se crea en cada rodaje es algo que no se puede comparar con nada. Me gusta. Hago cine por pasión por el cine, por el cine como profesión, como forma de vida.
–¿Ha pensado en retirarse alguna vez?
–No.
Y ese monosílabo deja un silencio con el que disfrutar. Sabe que a los que entrevistan les molestan los silencios. Sabe cómo hacer sufrir, aunque sólo sea un poco, al que tiene delante. Cumplida la penitencia, sigue y confiesa que se esfuerza día a día por mantener intacta su pasión por su trabajo.
“Vivo muy normalmente”
"Soy una gran aficionada al cine. Es algo muy importante en mi vida. Cuando tenga la impresión de que los personajes que se me ofrecen ya no son interesantes, lo dejaré. Pero he estado haciendo esto toda mi vida, no es fácil considerar esa posibilidad. Además, creo que me he mantenido lejos de los aspectos de esta profesión que no me gustan. Vivo muy normalmente, salgo con amigos,vamos al cine, hago cola, vamos a restaurantes.Mientras no estoy trabajando, no ejerzo de actriz. De hecho, confieso que cuando alguien invade mi espacio privado para recordarme que lo soy puedo ser una persona algo desagradable".
–¿Cuál es la última película que le ha impresionado?
–Winter sleep. Me parece increíble.
La respuesta es inmediata. No le hace falta pensar como a los políticos sorprendidos por una pregunta que no esperaban. Se refiere, para situarnos, a la última Palma de Oro firmada por el director turco Nuri Bilge Ceylan. Es decir, lo contrario al cine para pasar la tarde. Lejos del arquetipo de mujer frívola dedicada únicamente a su indudable belleza.
“Fumo. Como de todo y trasnocho”
"¿Quiere acaso que hablemos de lo que hago para mantenerme bien?... Pues no crea que me cuido. Como bastante chocolate, que me encanta, y como he dicho practico pilates a diario. Pero no me privo de nada. Fumo, como de todo y trasnocho. Me considero una persona noctámbula. Nunca cuenten conmigo para antes del mediodía", comenta de tirón.
Se diría que sin respirar. Llegados a este punto se para y, por una vez, facilita la labor al que hace las preguntas. "Una actriz tiene que poder fruncir el entrecejo". Y aquí se zanjó el tema de la cirujía. "Tengo claro que el aspecto físico es importante. Sé que si no tuviera el aspecto que tengo, nunca me habría dedicado a hacer películas. Envejecer no es agradable para nadie, y menos aún para quien, como yo, depende de su imagen. Pero no es un drama".
“Fumar me ayuda a recordar”
–¿Cuándo sabe una actriz que está envejeciendo?
–Bueno, no sólo una actriz. Cualquiera. Yo lo noto sobre todo porque veo que a mi alrededor falta mucha gente. Y eso me vuelve muy melancólica. Antes me preguntaba por el tabaco. Pues le diré que una de las cosas por las que me gusta fumar es porque me recuerda muchos momentos, muchas personas. Me ayuda a pensar y a recordar. Y eso me vuelve melancólica.
Y dicho lo cual, añade: "Pero no soy nostálgica". Sea como sea, y quizá contradictoriamente, sabe que el cine que se hace ahora no es el mismo con el que ella creció. "El cine ya no es lo que fue", sentencia. "Antes el cine era algo muy exclusivo. Te sentías parte de un colectivo, de una gente muy particular, especial. Ahora ya no es así. No sé si es por la televisión, o por internet, o porque ahora mismo cualquiera con talento o no puede hacer una película. El caso es que ya no es lo mismo. Pero no me lamento", concluye.
Todos los sueños caben en su cuerpo
–De toda su carrera, ¿se quedaría con una película en particular?
–Las señoritas de Rochefort (Jacques Demy, 1967), sin duda. Fue una experiencia fantástica con mi hermana. Y, de hecho, es el mejor y último recuerdo que guardo de ella [falleció el mismo año del estreno de la cinta en un accidente de tráfico].
Para cuando acaba la entrevista se hace imposible dejar de ver a través de Deneuve mucho más. Repasar su filmografía produce vértigo y hasta un ligero picor de ojos. Es el humo. Desde los citados Buñuel y Truffaut a Polanski, por citar los evidentes, todos los sueños posibles caben en el cuerpo (antes menudo, ahora contundente) de esta mujer que fuma. Porque Deneuve fuma. Pero no lo hace por vicio ni siquiera por gusto, en su caso fumar es una manera de mirar el mundo. Con filtro mentolado.
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