La revista electrónica Elementos lanza un nuevo número titulado Carl Schmitt y la crítica del liberalismo. Se podría subtitular "De cómo la derecha abandona al maestro Carl Schmitt en manos de la izquierda).
Consta dicho número de los siguientes artículos: Carl Schmitt: el liberalismo y la excepción, por Miguel Saralegui; Tres motivos en el antiliberalismo de Carl Schmitt, por Günter Maschke; Crítica de Carl Schmitt al liberalismo, por Luis R. Oro Tapia; Carl Schmitt, ¿el “mejor enemigo del liberalismo”?, por Bernard Manin; Schmitt en Weimar: la crítica al liberalismo, por Matías Sirczuk; Carl Schmitt, pensador liberal, por Giovanni B. Krähe; Las respuestas al neo-liberalismo. Los intentos de reformulación de la filosofía política radical, por María del Pilar Márquez y Natalia Torres; La guerra de Carl Schmitt contra el liberalismo, por Aníbal Romero; Schmitt: critica al liberalismo y crisis de legitimidad, por Silvina Caleri y Mario Recio; Diálogo y conflicto. La crítica de Carl Schmitt al liberalismo, por José Luis López de Lizaga.
Carl Schmitt constituye una de las raras excepciones del pensamiento político de derecha so conservador. Mientras que otros autores de la misma procedencia ideológica han conseguido ser perfecta y pulcramente arrumbados en el estante de los libros inservibles o las categorías puramente eruditas, las distinciones del pensador alemán han conseguido calar en el lenguaje político culto ordinario. Esta penetración de la terminología de Schmitt en la jerga política se comprueba, por ejemplo, cuando se emplea la distinción de amigo y enemigo para explicar la actual situación que vive el mundo occidental respecto de los islamistas.
En los tiempos actuales, a Schmitt –cuya obra, como todas las señeras, tiene un indudable carácter polémico–, más que estudiársele, se le cubre de injurias. Es éste, el de infamar a quien se sale de los márgenes de la corrección política –así tenga mucha más relevancia en el orden de las ideas que los alanceadores de moros muertos–, un deporte típicamente socialdemócrata. Ciertamente, los maestros de la filosofía política contemporánea siguen prestando una gran atención al sabio alemán; pero son una minoría, un selecto grupo de brillantes profesores que prefieren la honestidad intelectual a las prebendas académicas, reservadas para los palmeros del régimen socialdemócrata.
Carl Schmitt ha sido estudiado por pensadores de derecha como de izquierda; en un vano ejercicio de banderismo, algunos de ellos se disputan, aún hoy, su legado. Esto sólo es posible cuando el objeto de disputa es un clásico. Por otra parte, como ya se ha dicho, pocos estudiosos de lo político han influido tanto como el Maquiavelo de Plettenberg en la construcción del edificio constitucional del mundo surgido de las dos guerras mundiales. Otra cuestión es que, bien por temor, bien por comodidad, bien por ignorancia, su espléndido legado quiera ser relegado a terceros y cuartos planos.
Posiblemente este predicamento de las categorías schmittianas en el análisis político se deba a que su obra ha sido estudiada por el pensamiento político conservador y progresista, convirtiéndose en favorito de ciertos pensadores antisistema. Sea cual sea el motivo, la bibliografía, como indica Jerónimo Molina, sobre Carl Schmitt es enorme y llega a más de 350 libros. Se puede decir que Carl Schmitt está de moda. Al mundo académico hispánico, esta atención sobre la figura del pensador alemán no le resulta novedosa. Como señalan Giraldo y Molina, el mundo en español desde muy temprano se sintió atraído por la figura de Schmitt, quien legó colegas y discípulos desde Pamplona (Alvaro d’Ors) a Santiago de Chile (Jaime Guzmán). Es verdad que la atención en los últimos años ha variado en cierto grado. Si Schmitt se introdujo en nuestro mundo principalmente como el baluarte de un constitucionalismo no ingenuo, cada vez se dedica más atención al Schmitt pensador de lo político y teórico de la secularización.
El profesor Jerónimo Molina señala cómo muchos autores pulcramente pastorales se acercan a la obra de Schmitt con la seguridad de que todo lo que dice no es sino una coartada para defender el régimen nazi (Zarka, quizá sea el más notable de estos reverendos laicos). Molina también critica por esta falta de criterio académico la reciente publicación de La palabra de Behemoth. Molina señala que la monografía de Capderrich es ‘marañosa e ideológica’, que desconoce la lengua alemana y las fuentes de la época del propio Schmitt. Al fin y al cabo, un desastre. Más grave de lo normal, si tenemos en cuenta que esta obra es la publicación de una tesis doctoral, que tuvo que aprobar un examen, lo que debe servir para aclararse sobre los tergiversadores derroteros por los que camina parte de la bibliografía más cool.
En la reseña De nuevo Carl Schmitt (libertaddigital.com), Pablo Molina comentaba que más valdría a la derecha española dirigir su mirada sobre la obra de este pensador. Con estas lecturas, quizá recuperaría el tono intelectual que falta a su discurso. Suscribo el juicio de la falta de musculatura de los políticos y los proyectos de la derecha española; sin embargo, no comparto el diagnóstico. En un ambiente cultural y político, en el que la derecha se ha quedado totalmente obnubilada por lo liberal, la lectura de Schmitt bien podría traerles una ácida indigestión.
Tal vez sea pedir demasiado a la derecha española, carente de pulso intelectual, que se ocupe de este autor pues, más allá de la reivindicación de Carl Schmitt, contiene pensasmientos muy sugestivos sobre el realismo político y sobre el liberalismo, que debe huir del neutralismo y del todo vale con tal de que se proceda legalmente. No se quiere reconocer que la proscripción intelectual de Schmitt comenzó en el verano de 1932, cuando se opuso públicamente a la celebración de unas elecciones que podrían llevar legalmente al poder a los nacionalsocialistas o a los comunistas. ¿Quién les impediría entonces acabar, también legalmente, con el régimen?
Asimismo, no dudo de que será pedir un imposible que esa misma derecha se atreva a leer, de primera mano, al maestro alemán. Y es que se siente más cómoda abandonando Schmitt a la izquierda, como viene haciendo desde finales de los 70. Estamos ante la enésima espantá de la derecha en el terreno cultural. Y, claro, así le luce el pelo.
© Extractos de De nuevo Carl Schmitt, de Pablo Molina (libertaddigital.com) y de Carl Schmitt: liberalismo y excepción, de Miguel Saralegui (gees.org).