¿Qué es lo que reluce en la cultura?

El libro "Versómanos": realidades y consecuencias

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En el año 1989 Juan Antonio Villacañas publicó el libro Versómanos (poetas, todos al coro). En él, su autor pone de manifiesto las resonancias, las coincidencias, las similitudes llamativas entre poetas y, desde luego, los préstamos que algunos alegremente se adjudican de versos ajenos.
¿Es el libro de Villacañas un libro de crítica hacia los poetas? Rotundamente no. Pero sí es un libro que deja en evidencia el vacío de conocimiento de gran parte de la crítica de poesía cuando alaba a algún poeta como alguien original e irrepetible, que “no nos recuerda a poeta alguno”, citando como ejemplo versos que no son otra cosas que meras variaciones de lo mismo, resonancias evidentes de poemas de otros autores e incluso versos que el poeta ensalzado ha tomado de otros para sí.  No son pocos los críticos, con nombres y apellidos, los que aparecen en Versómanos expuestos en su ignorancia de la poesía y de los poetas, críticos llevados por las calenturas del amiguismo o de cualesquiera intereses que nada tienen que ver con la verdad. Y así se engaña a la gente, a los estudiantes, a los amantes de la literatura:
«En este libro los poetas, salvo alguno, han sido respetados en sus modos de hacer. No cabe duda de que se trata de una protesta contra los especialistas y los críticos cuyo comportamiento no ha sido el adecuado. Sólo sobre la poesía. De ello ha resultado una Antología de ideas y versos coincidentes a través de los siglos. Nada malo o censurable. Quizá es bueno para nuestra memoria. Pero algunos líricos fueron destacados por la crítica con la alabanza de versos unas veces no suyos y, otras, dudosos, con menoscabo de la realidad y, por supuesto, del interesado en los temas de poesía, del estudiante en general. Han exaltado sin reflexionar, han hecho afirmaciones categóricas sin ninguna explicación científica, casi siempre. En sus comentarios o entrevistas hay gentes tomadas por serias que dice nombres y se siguen repitiendo en lengua de papagayo.» (p. 3)
Palabras de Juan Antonio Villacañas, poeta de cuyos libros se ocuparon buenos críticos, que los hay, y crítico literario él mismo. El libro de donde cito estas palabras está, además, dedicado a un crítico, uno honorable, desde luego, uno que sí era conocedor de la poesía, el malogrado Antonio Iglesias Laguna.  Las iniciales palabras de Versómanos quedan demostradas con sólidas evidencias, ejemplos incuestionables, hondura y también humor, que no sólo no está reñido con aquella, sino que la hace mayor aún. Eso sí, aunque los poetas en general son respetados en este libro, pues son los críticos ignorantes y deshonestos los en él expuestos, algunos poetas, sobre todo aquellos que no tienen reparo en servirse de versos ajenos, naturalmente, no merecen ni ser llamados así:
«Dan ganas de hablar de “versómanos” en lugar de decir poetas, aunque el vocablo le iría mejor al que gusta de versos… ajenos.» (p. 209)
Las realidad de las miserias de la crítica literaria queda claramente expuesta en Versómanos. Las consecuencias no tardaron: el nombre de Juan Antonio Villacañas fue silenciado por la “crítica oficial”. Nada importó (se prefirió más bien que no importase) la importancia de su figura, sus reconocimientos, su presencia en importantes antologías nacionales y extranjeras, ni que estuviera en posesión de renombrados galardones, ni que hubiera sido quizá el único poeta español invitado oficialmente a la Bienal Internacional de Poesía de Knokke- le- Zoute (Bélgica) en el año 1956. Y, sobre todo: su obra. Pero hoy día  cada vez es mayor el número de lectores del poeta, tan conocido y admirado en las décadas de los años cincuenta, sesenta y setenta del siglo veinte. Pese a los “silencios organizados”, él siguió fiel a la poesía y a sí mismo, en soledad y con la valentía de siempre:
No es mejor estar solo,
pero lo estoy y muy honradamente,
y a lo mejor me inmolo
como un santo corriente
para que llore Dios divinamente. (Las tentaciones de Sanjuanantonio, 1995)
 
En su artículo “Dioses de la mediocridad”, publicado en El Día (Toledo, 11-VI-1994), Juan Antonio Villacañas escribe:
En mi libro citado [Versómanos] pueden leerse decenas de ejemplos suficientes para instalar en la mediocridad a sus autores [de versos destacados por la crítica] y hacer saber que algunos críticos pertenecen a su servicio doméstico.
Misión ineludible de todo pensador es desenmascarar el fraude. Juan Antonio Villacañas lo desenmascaró en el mundo de la crítica de poesía, perfectamente extrapolable al mundo de la cultura en general. Si el fraude sigue enmascarado en el oropel y el relumbrón, con su coro de grillos jaleadores, terminaremos descubriendo que nuestro tesoro puede no ser muy distinto al tesoro de las urracas.
 
 

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